(8-05-2012)
Tengo un convencimiento basado en la
observación y el análisis. También se fundamenta en la opinión de voces más
autorizadas que la mía: Rajoy es un individuo gris que, en su vida, ha
tenido una sola idea brillante. Su única virtud es una rara habilidad para la
supervivencia en medio de circunstancias hostiles. Ha sido capaz de sobrevivir
a su propio partido tras dos derrotas electorales, cosa ésta que enardece a la
derecha patria, tan irracional en casi todas sus actuaciones. Fue capaz de
sobrevivir a la hostilidad de Aznar y a la de Esperanza Aguirre. No son enemigos
de talla menor en el seno de la derecha. Ya se sabe, mientras más autoritario,
soberbio, inculto, inútil e impresentable, más imprescindible para los
defensores de los valores eternos.
Sin el deterioro de los gobiernos de
Zapatero por la crisis, jamás habría gobernado este país. Una tercera derrota
en las elecciones generales le habría costado el puesto. Él está convencido de
que, a las personas sin ideas, la persistencia -el tiempo que todo lo muda-
acaba por darles la razón, aunque sea algo azaroso y casual. La persistencia en
la ambigüedad - no ha concretado en la campaña electoral ni uno de sus planes,
porque no los tenía, salvo la idea general de la gente como él de que un estado
potente en la defensa de la ciudadanía lastra el beneficio empresarial- le dio
la mayoría absoluta. Y ahora espera que la persistencia en las medidas
irresponsables e, incluso, contrarias a la propia lógica y a la opinión de
voces muy autorizadas - OIT, El País ,1
de mayo de 2012- , cuando mejoren las circunstancias le permitan esbozar el
argumento de un triunfo propio. Rajoy se agazapa en la persistencia con la
esperanza de que la tempestad amaine. Mientras tanto, aprovecha para desmontar
el Estado, quizá no porque sea un convencimiento propio, -no parece un hombre
de convencimientos profundos-, sino porque es la corriente mayoritaria en el
pensamiento de la derecha.
La última medida que conocemos de su
gobierno es que aumentará el IVA para disminuir la cotización empresarial a la
Seguridad Social. ¿Puede alguien aún tener dudas del ultraliberalismo de esta
gente?
El IVA es un impuesto indirecto. Significa
que todos, independientemente de nuestra condición social o económica lo
pagaremos igual, quienes no tienen renta, los desempleados, las rentas de
salario mínimo, las de salarios medios y los multimillonarios. Evidentemente,
es una medida injusta. Ha sido siempre el recurso de las dictaduras, que han
amparado su subsistencia en el pacto de supervivencia con el gran capital y con
las grandes empresas; en casi todas las ocasiones, también, con la Iglesia.
Cada palo ha de aguantar su vela.
La justificación es que disminuyendo los
gastos empresariales, aumentará el empleo. La reforma laboral demuestra la
falsedad de la premisa. El paro aumenta de forma brutal bajo el gobierno del
PP. Algunas agencias estiman ya que durante la legislatura subirá al 32%.
No habrá empleo si no aumenta el consumo interno. A más parados, menor consumo.
Y, en consecuencia, aumento del paro. La pescadilla se devora a sí misma por la
cola. La quiebra del país.
Pero Mariano Rajoy anunciará una desgracia
nueva cada viernes. Nos llevará a la ruina. Ha decidido, porque así se lo
recomienda su experiencia de superviviente, no hacer mudanza aunque el cielo se
desplome sobre nuestras cabezas. Sí; es un hombre gris sin sentido de estado.
No gobierna. Intenta sobrevivir. Se avergonzó -y lo avergonzaron- de huir
por los sótanos del Senado antes de afrontar las preguntas de la prensa, y
ha decidido manifestar carácter. De paso, desmontará el Estado que
nos dimos. Aguarda los agradecimientos del rancio capitalismo clientelar
español,- la mayor parte carece de iniciativas y ha vivido siempre a la sombra
del Estado-, y el de la Banca que no merece nuestra confianza. Cuando pierda las
próximas elecciones, su partido lo olvidará porque no lo respeta. No satisface
a nadie. Quizá a dos o tres barones autonómicos, fuerza insuficiente para
dejar memoria. Tiene en el interior del partido más enemigos que afines. Hoy lo
soportan porque ha ganado. Y él intenta, gobernando sin sentido de Estado,
satisfacer a lo más reaccionario de su propio partido, a los ¿mercados? y a la
ínclita Merkel. Ojalá existiera dios para que nos diera protección.
Se
me viene a la memoria aquella fábula de Esopo, luego transcrita en el Medievo,
y por La Fontaine, en la que se hace referencia a unas ranas que pidieron rey a
Júpiter. Las ranas - el pueblo- cansaron al rey de los dioses
pidiéndole un gobernante que produjera alguna animación, variedad o esperanza a
sus vidas. Y el rey les envió un leño, un ser pacífico e inerte. No convenció a
las ranas que importunaron de nuevo al señor de rayo. Cansado éste les envió
una cigüeña - garza, culebra, según la versiones- voraz que devoraba a sus
súbditos. El pueblo es dios. Elige con su voto a quien le place. Pero, el
pueblo, a veces, yerra y elige a la culebra, cuyo único objetivo es devorarlos.
¿Menos
Estado? ¡Desde luego! Del que tiene Rajoy en la cabeza, mejor ninguno!
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