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martes, 25 de julio de 2017

PRINCIPIOS



No hace mucho, en las elecciones generales del 2011, debatía en las redes con aguerridos anarquistas sobre los inconvenientes de la abstención que favorece, dadas las características de nuestra ley electoral, a los partidos más votados. La abstención no se traduce en escaños vacíos en el Parlamento. De ese voto se adueñan los partidos, porcentualmente, y convierten la abstención en votos propios. Enemigos irredentos, y por igual, del PP y del PSOE estaban empeñados en beneficiarlos con su abstención, puesto que a todas luces serían los dos partidos más votados
No abundaré en esa cuestión ahora.
Mi reflexión es otra. A pesar de que entonces di la batalla por perdida, debí ser muy convincente. Muchos de quienes en aquellos momentos me tildaron de votante colaboracionista con un régimen podrido y moribundo, son hoy el batallón más activo en la redes de Podemos. Tan activos que se diría que no tienen otro oficio que servir de voceros. 
Bien es verdad que pudiera haber razones más humanas. Quizás aspiran a figurar en alguna lista en el futuro; sospecho que esa avanzadilla de ecos sin reflexión y sin sustancia, espera ocupar pronto un sillón entre la casta que detesta.
Alguno de ellos me ha pedido hoy que firme un manifiesto de apoyo a la Constituyente de Maduro. Si la izquierda alternativa de este país no percibe en Maduro lo que  sin duda es,  un gobernante nefasto que ha arruinado al país más próspero de América Latina, un individuo mediocre y ambicioso con aspiraciones de dictador perpetuo que no respeta al Parlamento surgido de las urnas, que amenaza con la cárcel y la expropiación de sus bienes a jueces y fiscales que califican sus propuestas de ilegales y que está dispuesto a arrastrar a Venezuela a la guerra civil, esa izquierda alternativa necesita revisar a fondo sus principios. 
      Esa nueva izquierda corre el riesgo de aparecer como una propuesta decrépita y envejecida, enredada en remover los estantes polvorientos del pasado que no tiene remedio, porque resulta incapaz de ofrecer un modelo habitable de futuro en el que  este país encuentre motivos para el esfuerzo colectivo y noble. 
       No dudo que es un problema de cultura, de cultura democrática y de sentido de estado. En realidad, de cultura política, tan estrechamente unida a la reflexión y la lectura, dos actividades actualmente en desuso.

miércoles, 12 de julio de 2017

La capacidad creativa está obligada a jubilarse


            Se me habrá oído decir en muchas ocasiones que, al contrario de lo que suele suceder, mi jubilación no es para mí causa de júbilo alguno.  Me exigirá un esfuerzo de adaptación a una vida poco útil para nadie, vegetativa, contemplando cómo se acerca el temible deterioro físico que acarrea consigo la vejez, y quién sabe si también el otro deterioro definitivo, el mental; el que te arrebata la conciencia de ti mismo, de los demás, del mundo, y la capacidad de entender y comunicar. A partir de ahí seré nadie. Una carga dolorosa para otros.
            Amenazas temibles, pero también inevitables casi todas si el dado de la suerte no cae  de forma favorable.
            Frente a este discurso lapidario y dolorido, mucha gente me ofrece palabras de consuelo desinteresado y amable.
            Tú escribes,-afirman. Ahora tendrás todo el tiempo que quieras para esa afición tuya. Podrás escribir todo lo que no has escrito hasta ahora.
          En algo aciertan. Dispondré de más tiempo para escribir lo que me plazca. Pero no me puedo permitir que vea la luz. Por si las moscas.
        La mayor parte de las personas que me ofrecen ese consolador refugio desconocen el dilema al que se enfrentan en España los creadores jubilados; pongamos que yo, con mucho empeño,  pueda llegar a serlo. 
            España es de los pocos países de la UE en el que los escritores en edad de jubilación no pueden cobrar su pensión y lo que generan sus derechos de autor y otras actividades, si con ello se rebasa el cómputo anual del Salario Mínimo Interprofesional, según la normativa aprobada por el PP. Dicho cómputo anual era de 9.172,80 euros en 2016.
            Desde 1998, con la nueva ley del IRPF, los derechos de autor, conferencias y coloquios eran compatibles con el cobro de la pensión por la que se ha cotizado toda la vida laboral. Pero en 2013 el Gobierno del PP cambió las cosas al estado actual. Un creador jubilado sólo tiene derecho a percibir su pensión  si no supera con ella y con los derechos de autor el límite establecido del SMI.
            Mucho países de la UE, como Alemania, Austria, Chequia, Chipre, Estonia, Finlandia, Francia, Hungría, Italia, Liechtenstein, Luxemburgo, Noruega, Polonia, Portugal, Reino Unido y Suecia tienen establecido que “una vez cumplida la edad mínima de jubilación es posible acumular el cobro de la pensión de jubilación con el ejercicio de una actividad laboral o profesional, sin que exista un límite para los ingresos obtenidos por esta actividad, norma establecida pensando precisamente, aunque no de forma exclusiva, en la creación artística, literaria o científica.
            Limitar la creación bajo amenaza de hacerte perder la pensión es una medida inexplicable. Quizás no para el PP. De antiguo viene que la mayor parte de los creadores no comulga con este rancio partido plagado de cleptómanos, de corruptos y corruptores, y enemigo del Estado en su vertiente social.
            Más parece un ajuste de cuentas del ínclito Montoro que un asunto importante para las Arcas del Estado. La pensión de los creadores que podrían vivir de los derechos generados por sus obras es el chocolate del loro.
            ¿Acaso pierden su pensión los accionistas que ingresen dividendos de sus acciones por encima del SMI? ¿Se ven obligados quienes tienen ingresos por rendimientos inmobiliarios a renunciar a sus propiedades  o a las rentas de los alquileres para cobrar su pensión?
            ¡Pues, eso!  Un ajuste de cuentas del Consejo de Ministros con la chusma creativa y displicente, reacia a convertirse en un coro de acólitos.     
            He oído que hay iniciativas de PSOE, Podemos y Ciudadanos y que dichos partidos están a favor de que cambie esta situación con la aprobación del Estatuto del Artista. Pero sus señorías tendrán asuntos más urgentes que atender. Ya se sabe que la cultura en este país de creadores universales – esa sí es la marca España-, ahora es un asunto irrelevante, de minorías trasnochadas  y elitistas. Da pocos votos.
            Por tanto, poco consuelo deriva para mí de dedicarme a la escritura. Uno escribe para ser leído. Tener un relativo éxito editorial,-la flauta que sopló el burro- o conseguir uno de esos premios imposibles que siempre ganan escritores con contrato en la editorial que los convoca, resulta una amenaza para un escritor pensionista.
            Si te jubilas y no eres rico ya, en este país no puedes escribir, pintar, esculpir, diseñar o escribir una marcha procesional para la banda de tu pueblo. No sea que tengas algún pequeño éxito y te quedes sin pensión. A ver cómo la recuperas cuando el producto de tu éxito, breve y efímero casi siempre, se te agote.




martes, 11 de julio de 2017

¡Albricias, Montoro nos baja los impuestos!


            Hay estudios profesionales de los que no caben sospechas que estiman a cuánto asciende cada año el fraude fiscal en España.
            Estos estudios coinciden en que el fraude menos influyente es el fraude en el IRPF, es decir, en las rentas dependientes de trabajo asalariado, el único campo fiscal sometido a un rígido control. No obstante, el Estado deja de percibir en torno a 20.000 millones de euros por este capítulo.
            El fraude en el IVA y en el impuesto de sociedades supone de forma resumida la pérdida de otros 20.000 millones de euros.
            El capital huido y refugiado en paraísos fiscales deja de aportar  a las arcas del Estado en torno a 10.000 millones cada año.
            Y la puñalada más grave a los ingresos establecidos por la ley deriva de la economía sumergida. Una quinta parte, calculando de forma generosa, de la actividad económica del país es opaca, invisible para la Hacienda Pública; uno de cada cinco euros de los que circulan cada día por el país no cotiza, no paga impuestos, es dinero negro.
            Calculando sus ciclos y altibajos el fraude fiscal en España oscila entre los 80.000 y 100.000 millones de euros cada año.
            De hecho, la recaudación correcta  mantendría equilibradas las cuentas del Estado; las habría mantenido, incluso, en los peores momentos de la crisis, sin necesidad de recurrir a los fondos de inversión, a los usureros que generaron la crisis y nos hacen pagar las consecuencias de sus locuras económicas. Pero, con semejante panorama, el déficit será eterno y creciente o tendremos que sacrificar buena parte de los servicios públicos y de las pensiones para pagar nuestra deuda.
            Lejos de acometer reformas fiscales, destinadas a ejercer un control eficaz sobre esa forma de delincuencia empobrecedora y terrible, el Estado se ha dedicado a pedir dinero a crédito o a recortarnos los servicios que  nos debe.
            España dedica muchos menos medios al control del fraude fiscal que cualquier otro país europeo de nuestro entorno  y de ello se quejan continuamente los propios inspectores de Hacienda.
       Hay, además, una ley inicua que afecta profundamente a la persecución de esos delincuentes organizados. Es arbitraria, inexplicable, injustificable para cualquier ciudadano de a pie, y  establece la obligación de cerrar cualquier investigación fiscal en un plazo de doce meses. Es decir, cuando los inspectores comienzan una investigación por indicios de fraude, o encuentran pruebas fehacientes de la existencia del fraude en un año, o deben cerrar el expediente. Un plazo que no responde a ninguna razón lógica, y cuya única finalidad objetiva es la protección de los grandes evasores.
        El gran delito fiscal, el multimillonario,es difícil de investigar; cuenta con el apoyo de infinidad de expertos, economistas, asesores, abogados, bancos que blanquean y cierran el rastro de las cuentas… Una selva virgen.  
            En ocasiones, la Inspección Tributaria desiste de iniciar determinadas actuaciones, a pesar de la importancia de las cantidades defraudadas, por el convencimiento de que en el plazo establecido será imposible concretar las pruebas.
            ¿Por qué ningún gobierno ha propuesto el cambio de esta ley? ¿Es que nadie en el Parlamento es consciente de esta injustísima disposición que favorece el crimen organizado? No otra cosa es la evasión de impuestos.
            Parece duro, pero sólo cabe catalogarlo como complicidad necesaria  del Legislativo con los delincuentes de cuello blanco y maneras educadas.
           Lejos de afrontar la necesaria reforma fiscal, el Parlamento se ocupa de sus cosas.
            La derecha, seguramente complacida con la Deuda que ha aumentado durante su gestión  en 300.000 millones de euros, complacida con el saqueo de la Caja de Pensiones que ha dejado vacía, complacida con los copagos sanitarios, con las listas de espera de personas dependientes sin atender y que morirán sin ser atendidas, con los recortes en los servicios públicos y con la necesidad de recurrir a préstamos para pagar la pensiones de junio, nos bajará los impuestos, el “caramelito” de final de legislatura , en opinión de Montoro, que ahora se adelanta a petición de sus compañeros de viaje, la otra derecha de rostro juvenil que anda sacando pecho por su logro.
            Y la izquierda anda calculando cuántas Españas caben en esta vieja piel de toro o proponiendo maniobras divertidas  que merecen algún minuto de gloria, como la expropiación y conversión en economato de una catedral de Barcelona.
            Echo de menos el sentido de Estado necesario para que este país tenga un futuro razonable. Estoy convencido de que ese futuro es posible,  de que  el estado del bienestar no es inviable. España es viable si combate el fraude de forma eficaz. 
    El fraude sistemático , organizado y de larga duración ha generado nuestra deuda, no los servicios del Estado. 
     Basta ya de mentiras. La cuna de la pobreza la mecen con mentiras y verdades a medias.
            Lo inviable, lo inaceptable, lo ilegítimo es el fraude fiscal que goza de tan buena salud entre nosotros.
            También resulta inaceptable esta clase política, sin distinción de siglas, que oscila entre la desvergüenza, la ineptitud y la irresponsabilidad.
            Me avergüenzan casi sin excepción.

jueves, 6 de julio de 2017

No tenéis derecho a nada

         Miguel Ángel Belloso (@ChicoDeDerechas), en la Revista Expansión de la semana pasada nos ilustra sobre el viejo sueño de los verdaderos enemigos del Estado, el ultraliberalismo, cada día más arraigado y más nocivo, en tanto en cuanto su discurso, que destila babas venenosas como las que atribuyen a los dragones de Comodo, se hace fuerte y encuentra eco, incluso entre los parias de la tierra.
Lo alarmante es justamente eso, que el discurso de los enemigos del Estado se hace fuerte, encuentra resquicios, gana adeptos en una sociedad manipulable, inculta, irreflexiva, y probablemente cansada y confundida; una sociedad indefensa.
El tal Belloso ((@ChicoDeDerechas) se hace eco de un discurso del protagonista – magistralmente encarnado por  Kevin Spacey- de la serie “House of Cards”  que narra crudamente las miserias políticas que genera la ambición del poder, incluso en sistemas democráticos aparentemente irreprochables.
Frustrado en sus ambiciones cuando ya las tiene al alcance de la mano, en su despedida como presidente interino, ese político sin conciencia deja a sus conciudadanos un discurso demoledor.
Yo no he seguido la serie de forma regular, así que transcribo el resumen de Belloso; dice esto:

“Los políticos de Washington les mentimos. Habitualmente. Todos los días. No estamos aquí para servirles. Nuestro propósito máximo es ser reelegidos. Ése es nuestro deseo principal, y eso eclipsa nuestra voluntad de trabajar por el bien común. 
Pero yo hoy vengo a decirles la verdad. Y la verdad es que el sueño americano ha fracasado. Que trabajar duro y que cumplir con las normas no les asegura el éxito. La verdad es que sus hijos no tendrán mejor vida que ustedes si todo sigue igual. Hoy hay millones de desempleados que no encuentran trabajo y que no lo van a encontrar si nada cambia. 
Y bien: ¿qué es lo que lo impide?; ¿qué es lo que nos ha colocado en esta desagradable posición?; ¿qué es lo que nos perjudica? Pues se lo diré. 
Lo que lo impide es la seguridad social, el Estado del Bienestar y los derechos sociales. 
¡¡Los derechos sociales!! 
Esos son el problema. Esta es la clave, la raíz de nuestro fracaso”

Propongo humildemente que se tomen la ligera molestia de releer el párrafo anterior.
No es el producto de la mente imaginativa de un guionista pasado de rosca. Es el extracto de miles de discursos políticos que se van desgranando cada día como la gran verdad de nuestras vidas. 
Envalentonado, a favor de corriente, sin que se aviste una izquierda vigorosa en lontananza, con un precariado acobardado por la escasas o nulas expectativas laborales, ese discurso escapa del guión de una serie y cobra visos de proyecto político, un proyecto que se enuncia con tibieza, un territorio que se conquista poco a poco y luego se blinda con leyes emanadas de parlamentos aparentemente democráticos. Eso lo sabe el tal Belloso que cierra su exposición en la Revista con palabras vibrantes y autocomplacientes.

“Los que somos un poco inteligentes, los que hemos estudiado algo, sabemos que ese discurso es realmente fabuloso. Fascinante. Esconde un magisterio universal: el Estado del Bienestar ha reblandecido nuestra voluntad, ha cortado nuestras alas. La protección social indiscriminada ha producido una sociedad mediocre y temerosa. El Estado del Bienestar fabrica unos ciudadanos de tercera división. Esto es lo realmente importante del discurso…/..  ¡Que ha dado en el clavo del mal que asuela el mundo! 
España es un bueno ejemplo de lo que digo. Por eso, en aras de empezar una nueva era, las primeras palabras que un político de nuestra nación que se precie debería pronunciar serían éstas: "Españoles, no tenéis derecho a nada. Repito, no tenéis derecho a nada". Yo estoy altamente persuadido de que, al día siguiente, a todos nos iría bastante mejor.
Aceptar humildemente que no tenemos derecho a nada sería un buen punto de partida para volver a construir una nación sólida”.

No siente reparos en firmarlo. Seguramente se ufana ante los suyos. Incluso se califica de inteligente, porque ha estudiado algo. 
La vieja aspiración de la derecha y del liberalismo radical es  acabar con la vertiente social del Estado, salvaguardando solo sus funciones represivas para garantizar el orden que precisa la explotación económica de los recursos y de las personas sin grandes inconvenientes ni rechazos. Ya ni se preocupa de las apariencias. Y los más bocazas, los meritorios o los estúpidos, se convierten en voceros de sus verdaderas intenciones.
“Españoles, no tenéis derecho a nada. Os presento el estado ideal, la dictadura; construiremos una nación sólida, grande y libre, donde los derechos sociales no interfieran en la sana ambición de acumular riqueza”.
        Este inteligente individuo, que ha estudiado algo según proclama y yo no pongo en duda, se sentiría feliz si un dictador benéfico nos liberara de esta insoportable carga de derechos, de que acabara con la evolución social de la humanidad desde que nos alumbra la razón. 
     ¿Qué otra cosa es el progreso humano sino la lenta conquista de derechos en pos de esa vieja aspiración, rara vez cumplida, que es la igualdad ante la ley? 
     ¿No es ese el fundamento de la democracia? 
      Parece que el sentido de la democracia es el problema que el  "un poco inteligente y algo estudiado" articulista de Expansión no ha sabido resolver.
        Pero su discurso tiene un largo recorrido.
      "Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades". ¿Se nos ha olvidado que fue esa la gran coartada para justificar la crisis financiera que nos embistió? ¿Se nos ha olvidado que no la generaron los derechos sociales, ni la Seguridad Social, sino el ansia especulativa de la Banca de Inversión y de los Fondos de Riesgo americanos? ¿Se nos ha olvidado que la derecha gobernante ha utilizado esa coartada para desmontar en buena parte el Estado de Derecho que sancionó la Constitución del 78?
        El tiempo produce olvidos inevitables, pero hay olvidos verdaderamente peligrosos.