Es evidente. La hidra de la deuda y sus desmesurados intereses nos asfixian. Pero no sólo nos deja el presente bombardeado como el escenario de un campo de batalla. Nos aleja el futuro normalizado. Y normalizado significa con un crecimiento razonable que permita la generación de empleo. Ese es el drama principal de varios millones de personas. No sabemos cuándo eso será posible.
Será preciso reconocer que no hemos hecho las cosas como habría sido razonable. Lo hemos analizado ya mil veces. Pero no hemos ido solos por el camino equivocado. En el origen de esta situación estuvo Europa y sus excedentes de dinero; Alemania y su burbuja tecnológica. En aquellos momentos el BCE si actuó de forma decidida.
La cuestión más lacerante es que las terribles consecuencias de esta crisis no serían necesarias. Una actuación más decidida de la Unión Europea, su Banco Central, la habría frenado ya hace tiempo. Quizá no tendría ni que comprar deuda de los países más atacados por los especuladores. Quizá habría bastado con advertir de que, a partir de un determinado nivel de intereses, intervendría para comprarla y para defender a los países de la Unión del ataque desaforado de los mercados. Sea esta una crisis de confianza, de liquidez o una mezcla de ambas, el BCE podría haber hecho bastante más.Debería estar haciéndolo ahora mismo.
Y algo es meridianamente claro. Mientras nos mantengamos en el sistema euro, no saldremos solos. Será con Europa o no será. Y las perspectivas no son esperanzadoras. Incluso con Europa, el sufrimiento de los países intervenidos será duradero, insoportable por lo que estamos viendo. La intervención de Europa es casi una condena a la pobreza duradera, una pendiente pronunciada cuya sima será el subdesarrollo cuyo retorno a la Europa orgullosa de sus logros parecía imposible.
Reconozco que yo me he sentido orgulloso de ser europeo durante bastante tiempo.
Reconozco , también, que esta Europa de hoy es decepcionante.
Y algo es meridianamente claro. Mientras nos mantengamos en el sistema euro, no saldremos solos. Será con Europa o no será. Y las perspectivas no son esperanzadoras. Incluso con Europa, el sufrimiento de los países intervenidos será duradero, insoportable por lo que estamos viendo. La intervención de Europa es casi una condena a la pobreza duradera, una pendiente pronunciada cuya sima será el subdesarrollo cuyo retorno a la Europa orgullosa de sus logros parecía imposible.
Reconozco que yo me he sentido orgulloso de ser europeo durante bastante tiempo.
Reconozco , también, que esta Europa de hoy es decepcionante.
Ahora el sufrimiento humano nos ensucia la mirada en cada noticia nueva. El miércoles, 18 de julio, era titular en toda la prensa portuguesa una consecuencia de las condiciones inhumanas a las que se ven abocados los países rescatados. Dieciséis ciudades importantes del país habían cerrado definitivamente los servicios de urgencia hospitalaria.
Por poner un ejemplo.
Hay quien opina que la Europa del norte, rica, organizada, disciplinada está castigando al indolente sur. No me lo creo. No creo que sea una cuestión de principios morales, de aplicar el dicho preterido de que "la letra con sangre". Tampoco creo que la Europa del norte haya olvidado sus desmanes y se considere intachable y moralmente superior.
Hay quien opina que la Europa del norte, rica y menos afectada por la crisis, teme un contagio que afecte también a sus propias economías. Eso , desde el punto de vista de la sociedad europea, es más creíble. Los ideólogos de la derecha europea así los predican cada día. Y habrá que reconocer que el diseño de Europa nació defectuoso. Nos salió de fábrica una Europa insolidaria , interesada, ineficaz en la mala hora .
Y puestos a darle trabajo a la malicia, cabría maliciarse hasta qué punto la intervención del sur no es un magnífico negocio. Una nueva forma de colonialismo con parecidas justificaciones a las que emplearon las potencias industriales europeas en el XIX para dar salida a sus excedentes y garantizarse mano de obra semiesclava. "Como ellos no saben, habrá que ayudarles a gobernar sus vidas y sus economía".
A cambio de una ayuda financiera - inversión de sus excedentes- que llega con cuentagotas se establecen condiciones inhumanas, de explotación de todo un país al que se tiene de rodillas, se minimiza a los Parlamentos Nacionales, se desvirtúa la propia democracia representativa, se impide el sagrado ejercicio de la soberanía, se modifican, de hecho, las constituciones y se sacrifican derechos duramente conquistados porque son privilegios demasiado costosos. Por ejemplo, los servicios de urgencia en Portugal.
Y, sobre todo, se sacan dividendos. La intervención - ocupación de hecho - de un país es probablemente la mejor inversión para el capitalismo especulativo. Han creado las condiciones y se aprestan a dar el golpe definitivo.
Y, sobre todo, se sacan dividendos. La intervención - ocupación de hecho - de un país es probablemente la mejor inversión para el capitalismo especulativo. Han creado las condiciones y se aprestan a dar el golpe definitivo.
Si , además, se cuenta con el apoyo de un gobierno sin criterio, sin valentía, o sencillamente cómplice, miel sobre hojuelas.
¡No descartéis la intervención total! La Europa del norte, tan rica, tan eficaz, tan rigurosa,- tan inmoral, también- probablemente acaricia la idea de controlar a un país con un PIB que ronda el billón de euros.
Sí, los mercados han suplantado ya a la democracia. Y esta Europa usurera no merece respeto ni adhesión.
El capitalismo especulativo tiene a un país más al borde de la quiebra. En lugar de afrontar el problema con los numerosos recursos de que dispone - regular la especulación con fuertes medidas impositivas, por ejemplo; intervenir con los recursos del BCE para desanimar estos ataques-, la Europa rica, eficaz, organizada, rigurosa, se apresta negociar que porción de nuestros despojos le toca en el reparto.
Sí, los mercados han suplantado ya a la democracia. Y esta Europa usurera no merece respeto ni adhesión.
El capitalismo especulativo tiene a un país más al borde de la quiebra. En lugar de afrontar el problema con los numerosos recursos de que dispone - regular la especulación con fuertes medidas impositivas, por ejemplo; intervenir con los recursos del BCE para desanimar estos ataques-, la Europa rica, eficaz, organizada, rigurosa, se apresta negociar que porción de nuestros despojos le toca en el reparto.
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