(6-05-2012)
La tesis generalizada de que la crisis ha
desactivado la democracia en Europa hunde sus raíces en evidencias palpables.
No obstante, no es del todo cierta. Las elecciones generales en Grecia y en
Francia han removido la situación de forma considerable.
La sola posibilidad del triunfo del candidato
socialista en Francia, a pesar de la tibieza de algunas de sus propuestas,
contrarias a la política de Merkel y sus adláteres, ha bastado para que Berlín
y Bruselas acepten a regañadientes que la política de austeridad y de control
de déficit es un fracaso en toda regla, si se la considera como la única
posibilidad para salir del atasco ¡Ya era hora!
Se hacen imprescindibles algunas reflexiones.
La primera, con dolor de corazón, la escasa influencia de España en el
concierto europeo y en las decisiones colectivas de la Unión. Es verdad,
Francia es la segunda economía europea. Pero hay otros factores.
Rubalcaba insinuó en su campaña medidas
similares ante Europa a las que ahora enarbola François Hollande. Nadie
en Europa las tomó en consideración. Ni los españoles, que otorgaron la mayoría
absoluta al brazo ejecutor de las políticas de Merkel. En contra de Rubalcaba
jugaban las encuestas. Nadie, ni él, confiaba en un triunfo socialista en
España. El mensaje de la derecha de que la crisis la habían generado los
gobiernos de Zapatero caló en buena parte de la población. Y otra buena parte
del electorado socialista no compartió el comportamiento de Zapatero, que se
plegó a los dictados del BCE, de la derecha económica europea, y se
acobardó ante el riesgo de una intervención de España. Habría sido más sensato,
y más digno, emprender al comienzo de la crisis las reformas que el sentido
común y los analistas llevan pidiendo años, y enarbolar en Europa la bandera de
la defensa del Estado de Bienestar que tanto nos ha costado conseguir. Se
equivocó y ya es historia. Con otra actitud probablemente seguiría en el
gobierno y este país estaría en otra situación. Ahora a la izquierda española
le queda un arduo trabajo para recuperar credibilidad ante la ciudadanía,
aunque el Partido Popular se lo está facilitando.
Europa nunca dudó del triunfo del Partido
Popular, la derecha más obediente de Europa a los principios del
ultraliberalismo. No había nada que cambiar. Rubalcaba no supuso jamás una
amenaza. El diagnóstico no era errado. Al socialismo español le quedaba una
larga travesía por el desierto.
La segunda reflexión debe ser acerca del
cambio de postura repentino. Durante dos años han desoído la opinión de gente
muy cualificada sobre la inoperancia de las medidas que Europa estaba aplicando
para controlar la crisis y salir de ella. Y eran demandas del propio capitalismo
internacional, consciente de que la recesión disminuye el consumo y la
circulación de bienes; por tanto, el beneficio. De pronto, parecen aceptar el
error perdurable y dañino. ¿Les falta conocimiento? ¿Son realmente estúpidos?
¿Han actuado con intereses espurios y contrarios a los intereses de la mayor
parte de la ciudadanía europea? Sin lugar a dudas, esto último. Europa es - ¿o
habría que decir era?- el paraíso de los derechos ciudadanos. Eso es costoso.
Los trabajadores europeos están -¿o estaban?- protegidos por infinidad de
derechos, la igualdad efectiva ante la ley ha - ¿o había?- alcanzado cotas de
realidad impensables en cualquier otro lugar del mundo. Esto es costoso.
Aprovechando la crisis que se generó en los Estados Unidos ultraliberales de Busch
hijo, decidió que había llegado la hora de ajustarnos las cuentas. La crisis
está siendo la oportunidad extraordinaria para ello. Y Europa, la clase
política servil, no ha querido hacer frente a este empobrecimiento general de
la conquista humana en pos de la igualdad y la justicia social. Ha creído que
devolvernos al siglo XIX la haría más competitiva. Ahí estamos.
El triunfo previsible de los socialistas en
Francia, el caos que se avecina en las elecciones de Grecia, el 14% de votos
que puede recabar un humorista en Italia, desconocido en política hasta
anteayer, han hecho reflexionar a la derecha europea; corre el riesgo de ir
perdiendo poder de forma inexorable en los próximos dos años en toda Europa.
Renuncia, en parte, a su política restrictiva
y prefiere encabezar otras medidas en pos de la recuperación. La pregunta es
por qué no lo han hecho antes, desoyendo todas las recomendaciones al respecto.
No. Al capitalismo europeo y a su brazo político no le interesa la ciudadanía.
Mucho menos, los derechos humanos. Sólo saben cuantificar sus beneficios. Un
pueblo inteligente no puede confiar en sus recetas para mejorar sus condiciones
de vida. Son recetas interesadas, van encaminadas a mejorar las condiciones de
vida de unos pocos a costa del empobrecimiento de la mayoría. Debéis saber que
es así. Reflexionad. No deis vuestro voto a la culebra, pobres ranas
descontentas del estanque. Exigid a la izquierda que sea honesta y consecuente.
Que nos represente y nos defienda en la lucha por la soberanía; por la igualdad
efectiva ante la Ley; por la erradicación de los privilegios; por la fiscalidad
justa y transparente; por el derecho a la felicidad - entendida como
condiciones de vida en las que cada persona pueda consolidar un proyecto vital
razonable-; por el derecho al trabajo, a la educación, a la salud; por el
derecho inalienable al futuro en el seno de un sociedad en la que merezca la
pena vivir.
Ningún partido de derechas nos dará eso.
Y todo lo demás es discurso vacío, maniobra de
trileros empeñados en conseguir la legitimidad democrática de nuestro voto
mediante la mentira programada y la manipulación del miedo.
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