(18-07-2012)
Parecía que Guindos no tenían parangón como pirómano. Debe ser la proximidad de sus carteras, o la competitividad imprescindible para ocupar espacio en las páginas de historia que emborrona este gobierno, pero el caso es que el ministro Montoro no le va a la zaga.
Probablemente él solo quería afear a la oposición que haya presentado recurso de inconstitucionalidad contra el Decreto Ley de amnistía fiscal para los delincuentes que esquilman al Estado y ponen en peligro servicios imprescindibles y derechos de la ciudadanía.
El hombre ha venido a decir con sus mejores intenciones que si no hay ingresos peligran hasta las nóminas ¡Estupendo! Ese termómetro inmoral que llaman prima de riesgo se ha subido a las nubes en cuestión de minutos. Y el dogal que nos tiene prendidos por el cuello ha aumentado su presión hasta hacerse insoportable.
Recientemente, portavoces del Partido Popular han afeado las manifestaciones desesperadas de los funcionarios públicos saqueados porque desdicen de España y ponen en riesgo la confianza que tan duramente busca el gobierno cada día con el sudor de su frente, con nuestros magros sueldos y con la supresión de nuestros derechos fundamentales.
¡Demencial!
Son, además de perjudiciales, soberbios, irracionales e insolidarios.
¿No podía prever el ministro las inmediatas consecuencias de sus palabras? ¿Cuántos millones ha costado al Estado, es decir, a todos nosotros, su imprudencia? ¿Qué otro complemento habrá que arrebatar a los funcionarios para hacer frente a su desliz? Seguro que hay funcionarios de Hacienda capaces de calcularlo con exactitud. Nos gustaría saberlo.
¿Qué se joda España sería una expresión excesiva y poco apropiada en esta ocasión…?
Un consejo gratuito, ministro Montoro: aumente la plantilla de los inspectores de Hacienda, si fuera necesario. No conceda amnistías inmorales. ¡Persiga el fraude! Verá – lo veremos todos- cómo la crisis resulta infinitamente más llevadera.
Y de paso, aunque poco, disminuirá el paro. Y mejorará el consumo. Y las cotizaciones de la Seguridad Social. Y estaría gobernando, en lugar de arruinando un poco más el miserable futuro que ustedes nos tienen diseñado.
¡Tenga un ápice de dignidad! ¡Dimita, soberbio irreflexivo! Usted, al menos, no irá al paro. Siguiendo la costumbre, ya tendrá entreabierta alguna puerta de esas que están siempre dispuestas a aprovechar la experiencia incalculable de los ministros de Hacienda de su partido. Siga el ejemplo de Rato. Lleva ya usted demasiado tiempo dedicado al partido. Quizá sea ya hora de labrarse un patrimonio como él ¡Qué menos!
Probablemente él solo quería afear a la oposición que haya presentado recurso de inconstitucionalidad contra el Decreto Ley de amnistía fiscal para los delincuentes que esquilman al Estado y ponen en peligro servicios imprescindibles y derechos de la ciudadanía.
El hombre ha venido a decir con sus mejores intenciones que si no hay ingresos peligran hasta las nóminas ¡Estupendo! Ese termómetro inmoral que llaman prima de riesgo se ha subido a las nubes en cuestión de minutos. Y el dogal que nos tiene prendidos por el cuello ha aumentado su presión hasta hacerse insoportable.
Recientemente, portavoces del Partido Popular han afeado las manifestaciones desesperadas de los funcionarios públicos saqueados porque desdicen de España y ponen en riesgo la confianza que tan duramente busca el gobierno cada día con el sudor de su frente, con nuestros magros sueldos y con la supresión de nuestros derechos fundamentales.
¡Demencial!
Son, además de perjudiciales, soberbios, irracionales e insolidarios.
¿No podía prever el ministro las inmediatas consecuencias de sus palabras? ¿Cuántos millones ha costado al Estado, es decir, a todos nosotros, su imprudencia? ¿Qué otro complemento habrá que arrebatar a los funcionarios para hacer frente a su desliz? Seguro que hay funcionarios de Hacienda capaces de calcularlo con exactitud. Nos gustaría saberlo.
¿Qué se joda España sería una expresión excesiva y poco apropiada en esta ocasión…?
Un consejo gratuito, ministro Montoro: aumente la plantilla de los inspectores de Hacienda, si fuera necesario. No conceda amnistías inmorales. ¡Persiga el fraude! Verá – lo veremos todos- cómo la crisis resulta infinitamente más llevadera.
Y de paso, aunque poco, disminuirá el paro. Y mejorará el consumo. Y las cotizaciones de la Seguridad Social. Y estaría gobernando, en lugar de arruinando un poco más el miserable futuro que ustedes nos tienen diseñado.
¡Tenga un ápice de dignidad! ¡Dimita, soberbio irreflexivo! Usted, al menos, no irá al paro. Siguiendo la costumbre, ya tendrá entreabierta alguna puerta de esas que están siempre dispuestas a aprovechar la experiencia incalculable de los ministros de Hacienda de su partido. Siga el ejemplo de Rato. Lleva ya usted demasiado tiempo dedicado al partido. Quizá sea ya hora de labrarse un patrimonio como él ¡Qué menos!
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