(24-06-2012)
Hubo un tiempo en que las cosas iban bien. El
capitalismo era jauja. Cayó el muro de Berlín y el estado del bienestar,
apoyado en las democracias estables, se encomendaba a la cornucopia de la
abundancia. ¡Jauja! La Europa del norte, rica y práctica, decidió llevar
a cabo un segundo ciclo de colonialismo sin salir del continente. Fuera
fronteras. Libre circulación para nuestros excedentes industriales y nuestro
dinero. El sur indefenso tocó a rebato de alegría. Por fin somos Europa. Y el
capital europeo nos llenó las costas de campos de golf, de segundas residencias
y de hoteles. Trabajamos para su beneficio con salarios más bajos que la media
europea, les dimos facilidades en forma de exenciones tributarias como muestra
de nuestro sincero agradecimiento, declaramos este país un inmenso solar para
facilitar las cosas, aceptamos la moneda única y entregamos una porción
importante de nuestra soberanía.¡ Jauja! Puede que creyéramos que era posible
atar al perro con longanizas. Éramos Europa. En su conjunto el mayor productor
de riqueza de la tierra. En su conjunto , el mejor lugar del mundo para vivir.
En su conjunto, el conglomerado de naciones donde mayor grado de respeto a los
derechos humanos se produce. En su conjunto, la zona de la tierra donde las
desigualdades económicas se han venido paliando con mayor grado de igualdad
efectiva ante la ley. Pero Unión Europea es solo un nombre, un concepto que
habrá que redefinir para que a nadie engañe.
Porque luego, ya lo sabéis, llegó la crisis. Y
de pronto cobraron su vigencia las fronteras. Se supone que hay un
convencimiento de que la salida es colectiva o no será. Pero parece que la
Europa rica ha programado una salida selectiva. Dejemos que el miserable sur se
hunda irremediablemente. Luego los eficaces, los saludables, los ordenados
europeos del norte arreglaremos nuestra casa, cuando hayamos desahuciado a los
mendigos del portal. Ya les dimos sus años de bonanza. Que hubieran aprovechado
su oportunidad. Eran pobres, quisieron vivir como si fueran ricos, pero sabrán
vivir de nuevo como pobres. Toda su vida fueron pobres. Recuperarán los hábitos
de la pobreza fácilmente. Y aprenderán la lección.
Las metrópolis, como siempre, abandonan sus
colonias cuando los beneficios brillan por su ausencia. Una vez más lo han
hecho. Y aun quieren darnos lecciones morales.
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