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lunes, 23 de julio de 2012

Orgullo íntimo, inevitable, quizá justificado


(3-07-2012)
Es tiempo de despedidas en los Centros Públicos de Enseñanza, ... ¡Despedidas! Ley de vida, y cada una tiene su discurso.
Uno de los más emocionantes que he escuchado fue muy breve." Gracias - vino a decirnos a todos los presentes, compañeros y compañeras de claustro, - por este curso inolvidable. He encontrado un centro abierto, receptivo, donde se ha respetado mi independencia, y a la vez se me ha ofrecido un proyecto colectivo adaptable, flexible, racional al que no me ha costado incorporarme".
¿Y cómo podría ser de otra manera? En este oficio, que muchos ni entienden ni valoran, la rigidez formal, el exceso de normativa que pretende regular cada paso que damos, empobrece, lesiona, coarta el proceso creativo cotidiano, y eso es un tesoro individual que generosamente el profesorado aporta al rendimiento colectivo. Un centro no se diseña en el Boletín del Estado, aunque es uno de los objetivos imposibles más perseguidos por los responsables políticos. O no han estado nunca en ninguno, o hace ya tanto tiempo que huyeron de las aulas que han olvidado el espíritu fundamental que flota entre sus muros. La virtud verdadera de un Centro público es encauzar el agua nutricia de las capacidades, innumerables, de su profesorado. Y si no lo consigue, todo lo demás es letra muerta.
Mil veces reflexiono sobre este oficio. Mil veces me siento orgulloso de ejercerlo. Mil veces dudo sobre la legitimidad de dicho orgullo. ¡Hoy no! Hoy una sonrisa plena me ha ocupado la cara leyendo la prensa con el primer café de la mañana. Metroscopia ha elaborado una encuesta sobre una amplia muestra de  personas en España. La pregunta es simple.
"¿Aprueba o desaprueba la forma en que las siguientes instituciones, grupos sociales o figuras públicas están desempeñando sus funciones?"
En puestos de medalla: Oro: la medicina pública, según el 93% de los encuestados. La ciencia española logra la plata en opinión del 90% de los encuestados; y el bronce, según el 88% de las personas encuestadas, los profesores de la enseñanza pública. ¡Toma ya!
El último lugar, con el 9% de los encuestados, los partidos políticos. A poca distancia, los bancos, el Parlamento, los obispos...
En democracia, el pueblo es dios. Oídlo.
Lo que queda de democracia, fundamentalmente la vinculación del ciudadano con los servicios del Estado, lo estamos defendiendo desde la función pública. No los partidos.
Os toca mover ficha, idiotas.
No es la economía. ¡Es la política entendida como vertebración de las aspiraciones de la ciudadanía! Sin nosotros no tenéis sentido ni justificación.

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