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lunes, 23 de julio de 2012

¡Apueste algo, señor Wert!


(22-05-2012)
Como si la educación en este país fuera una cuestión menor y no una obligación moral del estado con los ciudadanos, no se ceja en el empeño de convertirla en un campo de batalla. No bastaban los recortes, la masificación, la selección económica para el acceso a la enseñanza universitaria, la eliminación de la gratuidad de la Formación Profesional que ya se está anunciando...
No es la crisis económica la que nos golpea. Nos golpea su uso intencionado para establecer categorías diferentes de ciudadanos. La igualdad ante la ley que establece como máxima inapelable la Constitución del 78 ya ha quedado derogada por la política de los hechos consumados.
Educación para la ciudadanía era una fábrica de réprobos, inmorales, y rojos sin principios, gente a la que dios repudiará ante la puerta del paraíso. Hemos condenado a varias generaciones al infierno.
Afirmaron sin empacho que la chusma docente estaba plagada de esbirros de Zapatero.
Ahora Wert, con la simpleza moral de las personas irreflexivas, malintencionadas, o que se sienten en deuda ante el sector más reaccionario de esta nación plural y noble, aspira a convertirnos en mensajeros del ultraliberalismo dañino y de la conferencia episcopal , por ejemplo.
Podía haber sido más elegante, como las señoras Aguirre y Cospedal. La una la sustitutirá por Educación para la torería y la otra, por Educación para la cacería. Ahí si hay un proyecto noble, por supuesto. Pero lo suyo es de juzgado de guardia, señor Wert.
¡Va usted dado, señor ministro! Su mayoría absoluta en el Congreso y los libros de texto elaborados al dictado de la conciencia más oscura de España no están, ni estarán nunca, por encima de mi conciencia y de mi sagrada libertad de cátedra. Como tampoco lo estuvo Zapatero.
Apueste algo a que seguiré explicando, si se tercia, en mis clases, que la homosexualidad como opción de las relaciones humanas libremente decididas no precisa cura, ni es una enfermedad, ni pone en peligro la familia tradicional. Apueste, también, a que afirmaré que la homofobia, como cualquier actitud excluyente que tenga su fundamento en la diversidad humana, debe estar perseguida por la ley.
Apueste algo a que seguiré explicando en mis clases, cuando sea necesario, que el conflicto social es una manifestación legítima de la lucha por la soberanía y por la igualdad efectiva ante la ley y a que  pondré cuantos ejemplos me proporciona la historia, que es la maestra de la vida.
Apueste algo a que afirmaré en mis clases que la lucha por el reconocimiento de los derechos humanos está inconclusa y  que, probablemente, nunca concluirá mientras haya en el mundo gente que antepone sus beneficios a la dignidad humana; es decir, que no concluirá jamás y que cada generación ha de tomar esa obligación sobre sus hombros.
Apueste a que defenderé en mis clases con la pasión que me da el convencimiento que la iniciativa privada nunca podrá sustituir al estado en los servicios públicos. Porque el estado tiene la obligación de garantizar los derechos de todos. Y la iniciativa privada sólo tiene la obligación de proporcionar beneficios a los accionistas. Dos mundos muy distantes. Moralmente opuestos.
Apueste algo a que afirmaré en mis clases ,  mientras ustedes van destrozando el estado protector que elaboramos entre todos, que el pueblo soberano a veces se equivoca y elige como gobernante a la culebra como las ranas de la fábula. Pero que nos queda un consuelo, lejano todavía, porque en democracia es posible corregir los errores que cometimos al elegir la papeleta. Ojalá nos quede, al menos, la memoria de lo que estamos perdiendo cada día para poder recuperarlo.
Apueste algo y perderá, señor Wert.
Ocultar la realidad en los libros de texto es un propósito inmoral, señor ministro,  y este propósito ha salido de su cartera. Me divierte que alguien suponga que tiene usted alguna autoridad sobre mi conciencia desde un libro de texto  dictado por un propósito inmoral. Dudo  de que usted lo crea.  Sé que sólo está  tratando de pagar las deudas contraídas durante los últimos años. Pero usted debiera saber que la enseñanza pública no es un tugurio de prestamistas usureros. Debería saberlo si el mundo de sus valores no fuera tan excluyente, si usted tuviera práctica o voluntad de gobernar en democracia por encima de las deudas contraídas o de las mayorías absolutas. Usted y su partido.
Usted, señor ministro, ni nos conoce, ni nos respeta. Si bastaran las mayorías absolutas o los libros de texto, no tendrían ningún valor la cultura, el humanismo, el poder profundo de los convencimientos y los principios morales. Pero todos estos elementos son indominables. Sabe usted tan bien como yo que en esta lucha sorda será usted el derrotado. Es cuestión de tiempo. Apueste algo.
Y en este caso, váyase ya; usted es sólo un recién llegado sobrado de soberbia y falto de conocimientos, de capacidad y de prudencia.

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