(16-06-2012)
Papisa de los mercados, sibila de falsedades
liberales embutida en traje sastre, que oculta su visión deshumanizada de los
seres humanos tras una elegancia sin emoción como corresponde a un ser
sin alma, con las entrañas de basalto y el corazón de piedra pómez. No ha ascendido,
que se sepa, desde su interior oscuro y , quizá, desconocido para ella
misma ni una sola sonrisa hasta la boca delgada, dominadora, sin memoria ya del
último beso verdadero que dejó en la piel de otra persona.
No se ha comprobado que, como a Escila, le
haya florecido entre las ingles una jauría de perros rabiosos y feroces, pero
se presiente a esa jauría aullando en algún rincón de su cerebro cuando
destila sus remedios infalibles para salir del oscuro laberinto donde sus
cómplices nos han ido encerrando poco a poco.
Impone las medidas que le dictan los muñidores
de nuestra ruina con la autoridad indiscutible de una reina madre
autoritaria y altiva: subir IVA, subir impuestos especiales, privatizar,
pagar los rescates de la banca con el salario de los funcionarios… Austeridad
para los más necesitados. Pobreza de diseño. Veneno ideológico revestido de
ciencia indiscutible.
Ni ella ni nadie ha oído hablar en el FMI de
la Tasa Tobin, de los paraísos fiscales, de las SICAVs, del fraude
fiscal y su amnistía. Desconocen las insoportables diferencias entre los
trabajadores de las diferentes regiones de este planeta esquilmado, que ella y
sus cómplices están utilizando para arrebatarnos los derechos que nos ha
costado siglos conquistar.
Habría que tomar de nuevo esa Bastilla,
investigar el catálogo de iniquidades que debe tener en sus archivos, airear
sus sótanos horrendos impregnados con la pegajosa podredumbre de la complicidad
en tantas injusticias, enjuiciar a sus inquilinos por crímenes de lesa
humanidad, y, al fin, condenarlos, sin otra posesión que sus dos manos, a
buscarse el sustento en los cubos de basura donde el pueblo griego sobrevive a
sus dictados inhumanos.
En momentos así pienso que debería existir
algún dios. Quizá existiera, también, el infierno que merecen.
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