(12-05-2012)
Carlos Dívar, presidente del Consejo General
del Poder Judicial, -algo así como la viga maestra en el órgano que debiera ser
el armazón moral del estado-, según todas las evidencias ha utilizado recursos
públicos para financiar , al menos, 20 fines de semana, "largos o
caribeños" muchos de ellos - de jueves a martes- según la jerga de sus
propios compañeros de función, en un hotel de superlujo de Marbella.
Tras la denuncia de algunos de los consejeros
, su argumento es que los gastos que se le achacan son una insignificancia.
Las noticias de prensa estiman dichos gastos en una cantidad superior a los
18.500 €. Ello sin contar los gastos generados por sus escoltas habituales, 7
miembros en ocasiones, tres coches oficiales, dietas, hospedaje,
alimentación... Las cantidades que han aflorado en este concepto en algunos de
esos fines de semana cuadriplican los generados por el alto funcionario y su
acompañante.
Aplicando una media razonable de los datos que
han trascendido, los 20 fines de semana placenteros del presidente del Poder
Judicial han podido costar al erario público una cantidad cercana a los
90.000 €.
El Sr. Dívar debe vivir en otro mundo,
si tilda de insignificancia dicha cantidad. O su ética está tan
descompuesta que ha perdido de vista la realidad social del país al que debería
servir desde su valorada función.
Le daré algunos ejemplos:
Con esa insignificancia podríamos evitar la
reducción -recorte- de tres docentes durante todo un curso en la Enseñanza
Pública. Sé de lo que hablo. Gestiono un Centro público con casi sesenta
docentes en plantilla.
Esa insignificancia bastaría para afrontar los
gastos de funcionamiento de un Centro Público tipo de Enseñanza Secundaria
durante todo un curso escolar , abierto y prestando servicio educativo de 8:00
a 21:30, a 650 escolares desde Secundaria a Formación Profesional, pasando por
Bachillerato y Educación de Personas Adultas. Sé de lo que hablo. Ejecuto el
presupuesto cada año en mi Centro.
Con esa insignificancia podríamos afrontar los
costes de 13 jubilados agrarios de Extremadura durante todo un año. Sí, hablo
de los que perciben la pensión mínima que alcanza a duras penas los 7000 €
anuales. Sé de lo que hablo. Mi padre es uno de ellos.
Con esa insignificancia podríamos costear mi
pensión de docente jubilado durante 4 largos años. Sé de lo que hablo. Amablemente,
un Sindicato ya me ha calculado la pensión.
Con esa insignificancia le evitaríamos a 1500
jubilados que precisen asistencia farmacológica el "copago" de todo
un año, cuando la norma entre en vigor.
Esa insignificancia viene a suponer el salario
tipo de un titulado superior, bilingüe, con una carrera técnica y un largo
currículum de másters , algunos en el extranjero, durante 5 años en la empresa
privada. Sé de lo que hablo; alguno de mis hijos aun da gracias de tener eso,
al menos.
Y, sobre todo, señor Dívar, ha empleado usted
en sus insignificancias mi cotización por IRPF de los últimos siete años. Sé de
lo que hablo, tengo mis impuestos al día.
¿Se imagina a un profesional brillante
trabajando durante cinco años para financiar sus 20 fines de semana? ¿Se
imagina a tres docentes renunciando a su trabajo con ese fin? ¿Y al
alumnado de mi Centro, masificado, sin calefacción, sin electricidad, sin
mantenimiento o peor atendido, para que usted tenga un magnífico
repertorio de restaurantes y de experiencias placenteras que contar a sus
amigos? ¿Puede usted imaginar lo que pensarán los 13 jubilados agrarios de mi
tierra, convencidos de que las pensiones no están del todo garantizadas...?
¿Sabe lo que yo pienso de la utilidad de mis impuestos de los últimos siete
años? Imagínelo. Échele valor, hombre.
Por desgracia usted no es insignificante. Es
muy significativo. Significa hasta qué punto estamos necesitados de una
regeneración moral en la vida pública, porque usted debería formar parte de las
garantías ciudadanas, y, a todas luces, no cumple usted esa función. Si
Montesquieu levantara la cabeza...
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