Si
de algo anda sobrada Europa es de capacidad de análisis de sus propios errores.
Son siglos de humanismo, minoritario si queréis, pero transformador, potente
como la gubia o el cincel de un escultor para convertir la madera burda,
la piedra amorfa o el metal en algo reconocible y dotado con las
características inconfundibles de la obra de arte.
A los que no hemos aprendido tanto
de la humanidad, a pesar del tiempo que llevamos transitando por la vida, nos queda su magisterio y su buen juicio; lo tomamos
prestado para explicarnos este tiempo que nos toca vivir. Ellos, con su
palabra, reposada y certera, dan la forma exacta a nuestra desazón, a nuestra inquietud, a nuestra indignación
justificada.
Lamentablemente, quienes gobiernan nuestras vidas no han debido leerlos.
Hoy dicen que Europa, la Europa
solidaria que deseamos, se queda sin tiempo. La crisis ha desnudado a un
continente sin recursos colectivos. La fractura Norte –Sur es cada día más
evidente. La Unión Monetaria, la única unión de la que disponemos, lejos de
equilibrar las desigualdades, las acrecienta cada día. La gestión mercantilista
que se hace de las consecuencias de la crisis está poniendo en peligro,
incluso, los sistemas democráticos de algunos países, las posibilidades de
desarrollo acordes a la propia constitución europea, y hasta la supervivencia de las personas en
condiciones dignas.
Alguno de estos referentes europeos
pone en duda la propia legitimidad de la UE. ¿De qué nos sirve ahora la
pertenencia a este Club del euro? No hay un plan colectivo razonable para
solucionar la situación social y económica. Y cada vez que nos pareció posible
que la razón de ser de las instituciones comunes – el buen gobierno- y el
sentido común alumbraran algún plan, intereses locales lo han convertido en
imposible.
La gran señalada es Alemania. Frena
al BCE continuamente. Sus inversores sacan beneficio de la situación económica
del Sur. Los intereses nacionalistas, teñidos del populismo que florece en situaciones difíciles, se anteponen a
cualquier propuesta colectiva. La deuda del sur , nuestra ruina,
acrecienta su riqueza.
Se atrincheran en un maniqueísmo
insultante y falso. El Sur es perezoso, irresponsable, incapaz de hacer
frente a sus obligaciones. Detrás de estas acusaciones sin fundamento si nos
referimos a los pueblos del Sur, la intención de la Europa rica es marcar la
línea entre el desarrollo y la pobreza, restablecer una frontera impermeable a
la solidaridad de los pueblos. Antes la eliminaron para inundarnos con sus
excedentes financieros e industriales.
Somos un país predestinado. El
casino de Europa, que ya ha dejado diseñado Esperanza Aguirre. El cálido jardín de
los jubilados ricos europeos. El patio distante de la zona noble donde la juventud políglota de esa Europa ejemplar se inicia en los excesos y se juega la vida saltando desde el balcón a la piscina. Wert les garantiza mano de obra poco cualificada para limpiar y hacer
las camas. La Cuba europea de los años indignos de Batista. Quién sabe si también seremos el burdel del sur. La miseria te garantiza los papeles menos deseables del reparto.
Estos maniqueos del Norte rico han
enterrado en el olvido a sus propios humanistas, los que alguna vez pusieron ante
los ojos de sus contemporáneos el espejo donde cada país, sin excepción alguna,
tuvo la oportunidad de mirar su rostro monstruoso y deforme. Deberían desempolvarlos
de los estantes donde los tienen olvidados.
O prestar atención a los que hoy le preguntan
“¿Quo vadis, Europa?” O a los que vaticinan que nuestro destino
europeo es, simplemente, diluirnos en el agua cenagosa de la ruina.
No hay un solo pueblo de Europa que pueda
dar lecciones morales a otro. Desgraciadamente. En caso contrario, podríamos emigrar
a esa Utopía. ¡En masa!
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