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domingo, 16 de septiembre de 2012

Algo que hacer (II)



EL MODELO "TEA PARTY"

         ¿Cómo se puede proponer como modelo al “Tea Party?
           Salvando la distancia ideológica y la extrañeza que pueda provocarnos establecer paralelismos entre ambos, hay concomitancias entre el nacimiento de Tea Party y el 15 M. 
            La primera, es que ambos surgen como un movimiento ciudadano de protesta, de origen más o menos espontáneo. El “Tea Party” nació en el 2009 como consecuencia del rechazo a determinadas leyes económicas aprobadas, en primer lugar por George Bush, hijo y, posteriormente, por Obama  para hacer frente a las consecuencias de la crisis del sistema financiero americano. Manifestaban el rechazo a los impuestos, a los rescates bancarios y los gastos del Estado.  Eran, también, indignados, a los que no faltaba razón. George Bush logró que el Congreso estadounidenses aprobara la inyección de 750.000 millones de dólares para sanear el tremendo agujero financiero provocado por los desmanes del capitalismo especulativo nacional, con la autorización implícita de la Reserva Nacional y del gobierno. Y ese dinero, que no sale de la nada, corrió a cargo de los impuestos de los ciudadanos. En realidad, fue el origen de esta crisis que atenaza Europa y a media humanidad, especialmente países de África y del tercer mundo.
            La segunda coincidencia se produce en los medios empleados para lograr la cohesión de una gran masa de ciudadanos, dispersos en lugares muy alejados entre sí. Ni el 15 M, ni el Tea Party, ni los distintos movimientos similares que se han ido produciendo en lugares muy diversos del planeta, habrían sido posibles sin las nuevas tecnologías de comunicación simultánea. Internet  y las redes sociales han sido el valioso instrumento.
            La tercera es la crítica, cuando no el rechazo frontal  a la vertebración política bipartidista en ambos países, mucho más evidente en los Estados Unidos, donde prácticamente no existen  partidos de izquierda con un mensaje más radical ni  partidos nacionalistas en los que conviven intereses económicos de la burguesía local, rechazo histórico al centralismo y factores sentimentales unidos a determinados rasgos culturales propios. 
            El “Tea Party” ha atacado por igual al partido demócrata y a un buen sector del partido republicano. 
            Ahí acaban las coincidencias. Aparentemente el Movimiento 15 M no desea el poder, al menos de una forma manifiesta. El “Tea Party”, sin embargo, mayoritariamente integrado por la derecha más radical de los Estados Unidos, llevado por el sentido práctico de ese pueblo, ya está en el Congreso Americano, integrado en el ala más radical del Partido Republicano. Y en las elecciones presidenciales presenta a sus propios candidatos. Y ha sido capaz de elaborar un programa de gobierno mediante la consulta de propuestas a los ciudadanos en Internet, para elegir las propuestas más votadas. A esta iniciativa, con la finalidad de poder concretar un proyecto político, a pesar de la dispersión ideológica de sus simpatizantes y  de la selva amazónica de sus ocurrencias o preocupaciones políticas prioritarias, la llamaron “Contrato de América”. Se comprometieron a defender en el Congreso las diez más votadas y a intentar modificar las leyes en dicho sentido.
            Parece cuando menos oportuno otorgarle al “Tea Party”  el calificativo de ejemplar en  la estrategia para alcanzar una importante cuota del poder, en su aspiración por adueñarse de voz y de fuerza en las cámaras legislativas de su país.
            Sinceramente, creo que el Movimiento 15 M debiera aprender esta lección. Es la derecha más radical de los Estados Unidos, pero nos da una lección de democracia y de espíritu práctico en la lucha eficaz por sus objetivos, por más que no los podamos compartir en infinidad de aspectos. En el sistema democrático el instrumento transformador es la ley. La soberanía verdadera consiste en modificar la ley para garantizar nuestros derechos. Hay que estar presentes en su elaboración. 
            Es un gesto admirable evitar un desahucio anteponiendo nuestras personas como barrera pacífica ante la puerta del desahuciado; seguramente lograremos nuestro minuto de gloria en los telediarios, pero es infinitamente más útil proponer y aprobar una ley que los evite; defenderemos a más seres humanos. Nuestra actuación será un logro duradero y universal para todas las personas que estén en riesgo de perder su vivienda por una situación económica ajena a su propia voluntad. Hay que estar donde las leyes se proponen y se aprueban. Habrá que organizarse para modificar la realidad. No basta la llamada de atención, la generación de simpatías, la solidaridad de barra de café. No  queda demasiado tiempo. El sistema carece de dignidad y tiene un estómago poderoso que digiere con prontitud la política de gestos. 
            Hay que estar en el parlamento, en los parlamentos del mundo, porque será ahí estará la batalla definitiva. 
            ¿Sería una locura plantearse como objetivo una plataforma legalmente constituida y capacitada para comparecer en las diferentes elecciones  con el único objetivo de defender en el Parlamento un programa emanado de la selección de los propios ciudadanos  en la red, una especie de “Compromiso por la ciudadanía”, con diez o quince o veinte puntos  que representen la selección de las propuestas mayoritariamente aceptadas? ¿Tan difícil resultaría acordar el perfil de los candidatos de dicha plataforma? ¿Tan imposible establecer  con dichas personas un código de comportamiento, el compromiso de escuchar en su circunscripción las propuestas de sus conciudadanos? ¿No es esa la democracia representativa que andamos demandando? ¿No es posible que, además de una buena parte del voto “indignado”, pudiera atraer también el voto de una parte de la abstención? ¿No merecería la pena indagar esta posibilidad? 
            El “Tea Party” ya ha demostrado la potencia de iniciativas como ésta. Reconozcamos que, siendo el mascarón de proa de las propuestas más radicales del gran capital americano, ha contado con muchos procedimientos de financiación y que, sin ella, la consolidación de propuestas que menoscaban el poder de los partidos históricos encontrará dificultades extraordinarias. 
         Pero no será más  difícil que sobrevivir a este presente que nos ha tocado en el reparto de la historia. Y nos quedará la esperanza de poderlo transformar.

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