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jueves, 27 de septiembre de 2012

Asuntos de poca monta

“Los Expedientes de Regulación de Empleo (ERE) autorizados o co


“Los Expedientes de Regulación de Empleo (ERE) autorizados o comunicados a la autoridad laboral ascendieron a 19.879 hasta julio, lo que supone un 72,4% más que en el mismo periodo de 2011, y afectaron a un total de 238.543 trabajadores (frente a los 158.699 empleados de 2011). Los expedientes no pactados hasta julio ascendieron a 1964, lo que supone un aumento del 92,1% respecto al año 2011”
       NOTICIAS RTVE
            He ahí los resultados extraordinarios de la Reforma Laboral.
            No obstante, en su reciente entrevista en Televisión, impulsado a dar la cara por el creciente deterioro de imagen de su gobierno y de sí mismo, Rajoy se jactó de estar tremendamente satisfecho de la reforma laboral, porque los ERE habían disminuido de forma llamativa. Habrá que recordar que la reforma laboral entró en vigor en febrero del 2012.
            Consiguió la mayoría absoluta, patente de corso para desmontar España, con mentiras. Supondrá que la mentira permanente es un instrumento imprescindible para gestionar el futuro de un país que se descompone a toda prisa.
            Pidió el poder porque sabía cómo salir del laberinto. El país le concedió la carta blanca más inmaculada que haya recibido ningún otro gobierno hasta le fecha. Y el timonel, que se presentaba como experto, nos lleva al corazón de la tormenta.
            Percibimos que, de todos los gobiernos democráticos conocidos, este es el más nefasto, el más dañino, el menos capacitado, el menos democrático. Cada día que pasa nos hunde un poco más en las arenas movedizas de las que ya casi no esperamos escapar. Sospechamos, con razones fundadas, que el país y la ciudadanía les importan un bledo.
            No gobiernan. Cumplen consignas del capitalismo más rancio de Europa y del integrismo religioso cuyas raíces se hunden en un tiempo oscuro, muy anterior al  concilio Vaticano II. Minan, sin disimulos, los cimientos de la España democrática que habíamos levantado, defectuosa pero nuestra. Nos convierten en extranjeros en nuestra propia tierra. Talan sin miramientos nuestra libertad en nombre de valores que la mayoría  ya no comparte. Manipulan la realidad en defensa de sus intereses. Desvirtúan las legítimas manifestaciones de repulsa a sus políticas. Golpean a los ciudadanos, los hieren, quebrantan su dignidad, con toda impunidad.
            Rajoy, desde Nueva York, alaba a la inmensa mayoría de españoles que no se manifiesta. Esa inmensa mayoría aprueba su política. Caben sólo dos posibilidades para explicar esta valoración. O Rajoy ha perdido la razón con los disgustos que recibe, o Rajoy piensa que el pueblo es idiota. Ambas posibilidades son terribles.
            En diez meses de gobierno ha conseguido que un tercio de quienes le dieron la mayoría absoluta hoy reniegue de la hora en que lo hizo. Todo un récord histórico en el deterioro de la confianza ciudadana. Cuando lo devolvamos a su puesto de registrador de la propiedad, al que no ha renunciado y por el que sigue percibiendo emolumentos, Rajoy llevará, seguramente, una larga ristra de récords negativos. Pero eso no consuela gran cosa.
            Grecia arde; la antorcha, seguramente olímpica, de la indignación ha prendido en el pastizal de la miseria. Portugal, ese melancólico  y educado vecino, le ha recordado a la troika y a su propio gobierno que se siente orgulloso de la revolución de los claveles, la que derrotó a una dictadura militar sembrando flores en el cañón de los fusiles. La antorcha pasa de mano en mano en el sur esquilmado. Y nuestros relevistas ya calientan, dispuestos a emprender su posta cuando Rajoy nos agradezca las buenas maneras de este pueblo prudente ante las medidas que acompañen al rescate suave.
            Es hora de que muchas cosas cambien. En nuestro sistema democrático y en el seno de Europa. De otra manera, cabe el riesgo de que una mano imprudente arrime un fósforo encendido al reguero de pólvora derramada y que se extiende hasta el mismo polvorín.
            La historia tiene tendencia a repetirse. Cada día que pasa gana seguridad la idea de que esa burda película sobre Mahoma, urdida en los Estados Unidos, ha sido una pedrada intencionada en el avispero de Oriente Medio. La crisis que la especulación ha convertido en una catástrofe planetaria parece reclamar su acostumbrada cuota de destrucción. Israel e Irán tienen cuentas pendientes. El resto será seguir el guión establecido.
            Las mentiras de Rajoy, como se ve, son asuntos de poca monta.

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