El ejercicio de la política
es un escenario teatral donde se representa un guión casi siempre improvisado por los acontecimientos
más recientes. Es habitual que los actores dejen mucho que desear en cuanto a
las capacidades profesionales. Más allá del escenario, en el foro, se cuece
otro mundo de intereses que no aflora en las ruedas de prensa, edulcoradas por
la cortesía; son intereses orquestados a espaldas de la ciudadanía, cada vez menos partícipe
– para evitar su hostilidad- de las decisiones que marcarán su vida durante
muchos años.
Hoy la prensa, especialmente la más afín al partido que
gobierna, trae en portada ese simulacro del amor imposible entre la canciller y
el presidente. Pretenden convertirlo en una manifestación del éxito de las
políticas del Partido Popular, bendecido por la mano que gobierna - mal- Europa.
Pura apariencia. La Europa del euro corre riesgos
evidentes. Está amenazada por sus propias disensiones, pero, especialmente, por
el empecinamiento alemán en su visión sesgada, e interesada, de la crisis.
Lo sabe Merkel. Sabe que dos de cada tres europeos la
están señalando con el dedo como causante del deterioro progresivo del proyecto
europeo mediante la prolongación artificial de la crisis para mejorar las posiciones de dominio de su
país. Y uno de los objetivos de este viaje es mejorar su imagen. Sus asesores
le han señalado España como un lugar inmejorable. Nadie habría de recibirla con
más amabilidad que Rajoy, en su momento más bajo de credibilidad de toda la
legislatura, y atacado ya de forma manifiesta por el ala más radical, que es
tanto como decir la más irracional, de
su propio partido. Ha bastado la excarcelación, regulada por ley, de un preso en fase terminal para que el sector montaraz de la derecha patria empiece a ajustarle las cuentas a Rajoy. Es una excusa tan válida como cualquier otra. El equilibrio artificial que produjo la mayoría absoluta del 20N no da ya mucho más de sí.
El hombre agradece esta botella de oxígeno prestada por el enemigo. En circunstancias así se besaría con el diablo. Más o menos lo que acaba de hacer.
El hombre agradece esta botella de oxígeno prestada por el enemigo. En circunstancias así se besaría con el diablo. Más o menos lo que acaba de hacer.
La diplomacia tiene sus reglas teñidas de hipocresía
necesaria. Estos dos se detestan, pero se besan cariñosamente ante los
fotógrafos a la puerta de la Moncloa por mutua conveniencia. Mientras el foro, los artículos de fondo, nos dan noticias
de otros aspectos que configuran una realidad mucho más creíble, sin besos
simulados. Una realidad donde brillan las navajas afiladas en la piedra molar de los intereses; son estas navajas, argumento último de los territorios sin ley, las que gobiernan esta Europa incapaz de
superar las fronteras para conformar un territorio común, coherente,
fortalecido y ejemplar.
Draghi amenaza a los mercados con comprar deuda de los
Estados más acosados por la prima de riesgo, a condición de que lo soliciten y
acepten condiciones. Basta esta advertencia para que los intereses de la deuda
española bajen del 6,5% al 4,5%. Un dineral diario. Pero el Bundesbank se ha lanzado a la arena
como un gladiador enfurecido por una herida que le hubieran infligido por la espalda.
A pesar del beso de Ángela a Rajoy, Alemania – el Banco Central Alemán y todos
los partidos políticos alemanes de una u otra forma- dice alto y claro que la intervención del BCE
interfiere en sus negocios. Su capital especulador pierde un 2% de sus
legítimos beneficios.
Nada ha cambiado. La
foto es una representación de conveniencia. Y estos dos se siguen detestando.
Cada uno de ellos ha defraudado al otro. Y todos ellos defraudan a los ciudadanos de esta Europa agonizante, incapaz de ponerle freno al capital que nos destruye de forma acelerada.
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