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viernes, 7 de septiembre de 2012

Amores imposibles




         El ejercicio de la política es un escenario teatral donde se representa un guión  casi siempre improvisado por los acontecimientos más recientes. Es habitual que los actores dejen mucho que desear en cuanto a las capacidades profesionales. Más allá del escenario, en el foro, se cuece otro mundo de intereses que no aflora en las ruedas de prensa, edulcoradas por la cortesía; son intereses orquestados a espaldas de la ciudadanía, cada vez menos partícipe – para evitar su hostilidad- de las decisiones que marcarán su vida durante muchos años.
            Hoy la prensa, especialmente la más afín al partido que gobierna, trae en portada ese simulacro del amor imposible entre la canciller y el presidente. Pretenden convertirlo en una manifestación del éxito de las políticas del Partido Popular, bendecido por la mano que gobierna - mal- Europa.      
            Pura apariencia. La Europa del euro corre riesgos evidentes. Está amenazada por sus propias disensiones, pero, especialmente, por el empecinamiento alemán en su visión sesgada, e interesada, de la crisis.
            Lo sabe Merkel. Sabe que dos de cada tres europeos la están señalando con el dedo como causante del deterioro progresivo del proyecto europeo mediante la prolongación artificial de la crisis  para mejorar las posiciones de dominio de su país. Y uno de los objetivos de este viaje es mejorar su imagen. Sus asesores le han señalado España como un lugar inmejorable. Nadie habría de recibirla con más amabilidad que Rajoy, en su momento más bajo de credibilidad de toda la legislatura, y atacado ya de forma manifiesta por el ala más radical, que es tanto como decir la más  irracional, de su propio partido. Ha bastado la excarcelación, regulada por ley, de un preso en fase terminal para que el sector montaraz de la derecha patria empiece a ajustarle las cuentas a Rajoy. Es una excusa tan válida como cualquier otra. El equilibrio artificial que produjo la mayoría absoluta del 20N no da ya mucho más de sí.
            El hombre agradece  esta botella de oxígeno prestada por el enemigo. En circunstancias así se besaría con el diablo. Más o menos lo que acaba de hacer.
            La diplomacia tiene sus reglas teñidas de hipocresía necesaria. Estos dos se detestan, pero se besan cariñosamente ante los fotógrafos a la puerta de la Moncloa por mutua conveniencia. Mientras el  foro, los artículos de fondo, nos dan noticias de otros aspectos que configuran una realidad mucho más creíble, sin besos simulados. Una realidad donde brillan las navajas afiladas en la piedra molar de los intereses; son estas navajas, argumento último de los territorios sin ley, las que gobiernan  esta Europa incapaz de superar las fronteras para conformar un territorio común, coherente, fortalecido y ejemplar.
            Draghi amenaza a los mercados con comprar deuda de los Estados más acosados por la prima de riesgo, a condición de que lo soliciten y acepten condiciones. Basta esta advertencia para que los intereses de la deuda española bajen del 6,5% al 4,5%. Un dineral diario.  Pero el Bundesbank se ha lanzado a la arena como un gladiador enfurecido por una herida que le hubieran infligido por la espalda. A pesar del beso de Ángela a Rajoy, Alemania – el Banco Central Alemán y todos los partidos políticos alemanes de una u otra forma-  dice alto y claro que la intervención del BCE interfiere en sus negocios. Su capital especulador pierde un 2% de sus legítimos beneficios.
             Nada ha cambiado. La foto es una representación de conveniencia. Y estos dos se siguen detestando. Cada uno de ellos ha defraudado al otro. Y todos ellos  defraudan a los ciudadanos de esta Europa agonizante, incapaz de ponerle freno al capital que nos destruye de forma acelerada.

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