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martes, 4 de septiembre de 2012

Grecia en el corazón y en el espejo


"Soy una víctima de Europa"


       Hoy vuelve a ser un día aciago para Grecia. Los buitres sobrevuelan el cuerpo, todavía vivo, del país más lacerado de la Unión Europea. Expertos de la Troika – buen nombre para cualquier monstruo que habite las pesadillas infantiles-  le establecerán las medidas imprescindibles para el segundo rescate, un préstamo de 11.000 millones de euros para hacer frente a las obligaciones generadas por el primero. Son bien simples. Si Grecia quiere recibir el préstamo que le permita hacer frente a su deuda y permanecer en el euro, su gobierno debe establecer medidas legales que permitan abaratar los costes de despido y prolongar la semana laboral de cinco a seis días, al tiempo que se abaratan los costes de contratación.
            Todo un diseño criminal. Permite que tus empresas despidan a sus trabajadores para luego volverlos a contratar por menos precio y aumentando en un día su horario de trabajo semanal. Así la crisis será más llevadera.
            La Troika- Comisión Europea, Banco Central Europeo y FMI- tiene un mandato categórico: mantener intactos los beneficios del capital europeo, evitar la devaluación de los ahorros alemanes, aún a costa de sacrificar a una nación entera. ¡Socios ejemplares!
            Traigo a Grecia a esta crónica de la indignidad cotidiana por un doble motivo.
            De una parte, porque Europa es consciente de que Grecia no podrá nunca hacer frente a sus obligaciones con esta política económica; porque la hipocresía alemana está teñida de cinismo; porque desde el comienzo de la crisis, el capital griego, casi un billón de euros, - el capital griego, como cualquier otro, no tiene banderas-  ha huido del país, dejándolo indefenso y sin recursos, y ha buscado refugio, en su mayor parte, en la banca alemana a la que produce beneficios. Y porque Europa calcula hace ya tiempo si no sería mejor abandonar a Grecia en las cunetas de la ruina, en el limbo marginal de los países imposibles.
          El capital ha vuelto a casa. Al redil de donde salió como excedente para colonizar los países más pobres de la Unión. Atrás ha quedado el lastre putrefacto de la corrupción, las burbujas artificiales para acelerar su beneficio, y la miseria, como legado último. Ahora, el capital griego es uno de los instrumentos de la tortura de su propio país. Europa estruja una ubre que ya no tiene leche. Le sacarán, incluso, la sangre. No permitirán que regenere tejido saludable, futuro, esperanzas para ese pueblo esquilmado. Maldita sea esta Europa enferma, irracional y autodestructiva. Maldita sea la clase política que no nos representa, porque guarda silencio ante semejante desatino. Destruyen el futuro. Lo sabemos.
            Y de otra parte, la traigo a esta crónica de la indignidad,  porque cuando miro a Grecia, como si mirase en un espejo, me devuelve nuestra imagen indefectiblemente. En esa dirección nos lleva este gobierno.
            ¿Aún creéis que no? A veces conviene escuchar los ladridos periféricos de los perros del poder. Nos anuncian lo que la prudencia política mantiene en secreto por conveniencia hasta el último segundo.
            Escuchad lo que, el viernes 13 de julio,  un colaborador habitual, con una redacción primaria y sentimientos similares, escribía en las páginas de El Mundo, la hoja parroquial del “Tea Party” hispano que es la gran aportación al pensamiento político español del ínclito José María Aznar.
            Señalaba este iletrado montaraz, pero con derecho a predicar desde ese púlpito, las virtudes de un estado moderno al que Rajoy, con valentía, debería darle forma definitivamente. Como advertencia, quede constancia que la redacción de sus propuestas es mía, porque su expresión es burda y maloliente, y me gusta cuidar las palabras que aparecen en mi blog. Pero el contenido refleja con exactitud sus recomendaciones a Rajoy.
            Un estado moderno suprimiría al 40% de los funcionarios que suponen una carga económica con funciones exclusivamente burocráticas.
            Un estado moderno sustituiría a todos los médicos y profesores por personal contratado por empresas privadas que prestarían esos servicios a menor coste.
            Un estado moderno suprimiría 15 autonomías. No especifica cuáles, entre las 17, estarían justificadas, aunque es de suponer que se referirá al País Vasco y Cataluña para evitar la deriva nacionalista.
            Un estado moderno suprimiría de por vida la paga extra a los funcionarios, porque nadie merece nada “extra” por realizar su trabajo.
            Un estado moderno debería establecer leyes que permitieran a una empresa despedir sin trabas de ningún tipo y sin obligaciones económicas a cualquier trabajador.
            Un estado moderno no permitiría que el seguro de desempleo protegiera a quien perdiera su trabajo más de dos meses “para parar el golpe”, porque un estado moderno no puede permitirse  alimentar holgazanes con la subvención del desempleo, permitiéndoles una buena vida a costa del estado.
            Un estado moderno eliminaría las vacaciones pagadas de las disposiciones que regulan los derechos de los trabajadores. Y si alguien tuviera “la ocurrencia” de querer vacaciones, que las costee de su bolsillo.
            Como colofón, le resulta una manifestación de la “cínica moral de la clase obrera” el hecho de que ningún trabajador de este país decida renunciar a sus vacaciones o a sus días de descanso semanal “para arrimar el hombro” y sacar a las empresas de su situación difícil, trabajando gratis.
            Quizá yo esté hoy algo saturado y, como consecuencia, atenazado por una falta de lucidez atribuible al síndrome postvacacional con el que llevo luchando más de una semana – me invade bastante tiempo antes de incorporarme al trabajo y me fastidia la última semana de vacaciones-, pero el estado “moderno” que este individuo propugna lo superaron las revoluciones obreras de la segunda revolución industrial, si no  recuerdo mal. Quizá él, en el único año en que estuvo matriculado en la universidad, no tuvo tiempo de profundizar en la historia política, social y económica de los siglos posteriores. ¡Quién sabe dónde habrá fundado su concepto de modernidad! La derecha servil a la que se le encomienda labores de avanzadilla lee poco. No lo necesita. Se coge el programa del "Tea Party", se fusila, se cargan las tintas en aspectos locales y ya tienes un artículo estupendo.
            Lo que parece indudable es que la Troika, cuando le toque su visita de cortesía al presidente Rajoy, ya tiene una hoja de ruta diseñada. El Mundo, que tiene conexiones con los planes ocultos del gobierno, nos la ha hecho saber con cierta antelación.
            Grecia, en el  corazón. Y en el espejo, cada vez que nos miramos en uno.

Agradezco a Marcos, casi un adolescente todavía,
incansable perseguidor de indignidades en la red
y que, en su inexperta juventud, aun sueña con revoluciones improbables,
que me pusiera tras la pista de este artículo de Salvador Sostres.
Yo no leería El Mundo ni por prescripción facultativa.
             

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