Desde la aparición del llamado Estado del Bienestar dos servicios públicos han experimentado un crecimiento espectacular, la Sanidad Pública y la Educación Pública. Ambos servicios tienen millones de clientes, prácticamente por obligación, en todos los países del mundo. A ambos servicios destinan los países del mundo miles de millones de euros cada año. Ambos servicios son un excelente caladero de negocio para el capital. Especialmente, en aquellos países donde los gobiernos actúan como mera avanzadilla de los intereses del capitalismo. Nuestro caso es ejemplar.
La gran disculpa está en la crisis. Pero es sólo eso, una disculpa. La crisis se acentúa y no se soluciona a voluntad. Con ello se crean las condiciones necesarias para suplantar al Estado en sus dos vertientes, proveedor de servicios y garante de derechos y libertades. Y ese proceso se está culminando con éxito creciente en muchos países. Parece no importar ya poner de manifiesto que los sistemas democráticos son pura apariencia. Que es el capital el que ha suplantado al Parlamento. Que la dictadura resulta insoslayable.
Es, sencillamente, un proceso de conquista, sin trincheras, sin divisiones acorazadas de costoso mantenimiento, sin el descontento creciente de las masas de población que proveen de cadáveres potenciales a los estrategas.
El descontento generado es diferente, y puede ser manipulado hasta que deje de ser indignación y pase a convertirse en un estado de ánimo cercano a la melancolía, al sentimiento de culpa, al individualismo desolado, a la aceptación de lo sobrevenido como algo inevitable.
Es su estrategia. Es su discurso.
Es nuestro destino según todos los datos que hoy podemos cotejar.
En España, con un gobierno mayoritario de la derecha ultraliberal y revanchista, la oportunidad está siendo aprovechada. En Sanidad, mediante el establecimiento de copagos, la limitación de infinidad de prestaciones y la privatización de servicios hospitalarios han comenzado su proceso invasivo sin andarse por las ramas.
Hoy me preocupa más la Reforma Educativa. Responde de forma nítida a un proyecto de organización social que atenta contra la dignidad humana y contra la igualdad de oportunidades. Programa, para mañana mismo, una sociedad injusta y regresiva.
La reforma educativa del Partido Popular no es una ocurrencia de este ministro cínico, que afirma no acudir al Parlamento el día que se propone su reprobación porque las votaciones parlamentarias son un trámite aburrido. Responde a una estrategia mundial del capital que dirige los destinos del mundo. El Partido Popular tan sólo colabora. No son sino la expresión cañí y alcanforada de esa derecha europea, universal, cómplice del capitalismo sin máscara, que arrebata a los pueblos los derechos conquistados, al tiempo que los empobrece y los prepara para el sometimiento al sistema productivo rayano en la esclavitud legalizada.
La reforma educativa del Partido Popular responde a la servil aceptación del diseño de la OCDE -(Organización para la Cooperación y el Desarrollo, integrada por los países más ricos de la tierra)-, plasmada en su cuaderno de política económica nº 13, del año 1996. No se trata de un invento reciente, desde luego. Establecía la OCDE, ya en esas fechas, que el mercado laboral de los países desarrollados manifestaba una tendencia bipolar, se generarían empleos de alta cualificación tecnológica y bien remunerados, pero en torno al 60 % de los empleos futuros sería para trabajadores sin cualificación.
Las previsiones se están cumpliendo. Los empleos que han sostenido tradicionalmente a las clases medias, sencillamente están dejando de ser rentables o necesarios desde la perspectiva del capitalismo rampante. Los obreros especializados están viendo disminuir su número de forma drástica. Las clases medias, antes mayoritarias y animadoras del consumo, se están viendo obligadas a aceptar su destino, que no es otro que engrosar el número de pobres en el mundo.
Lógicamente, ante esta perspectiva, el capitalismo se planteaba, ya en 1996, la absoluta ineficacia económica de la masificación de las enseñanzas. Las clases medias no sólo deben aceptar su pérdida de poder adquisitivo; habrán de aceptar también el empobrecimiento cultural.
La estrategia política recomendada por la OCDE a los gobiernos era disminuir de forma paulatina la dotación a la enseñanza; recomendaba no limitar el acceso a las enseñanzas públicas, aspecto que tendría fuerte contestación social, sino ir bajando gradualmente la calidad de la misma mediante el aumento de las ratios escolares, el aumento de las horas de dedicación del profesorado, la supresión de programas costosos de atención a la diversidad, la selección temprana del alumnado cuyo destino debería ser engrosar esos empleos de baja cualificación, y, al tiempo, aumentar las exigencias económicas en las matriculas de la Universidades e ir disminuyendo la cantidad destinada a las becas.
Reflexionad un poco. ¿Es ésta la reforma de Wert o es la reforma del capitalismo internacional? Yo no tengo la más mínima duda.
¿Dónde está el negocio, pues…?
Hay que preparar gente para las necesidades de trabajadores cualificados. Esta preparación será muy selectiva. Estará en manos privadas. Accederá a ella quien pueda pagarla. Lo hará, con tal de tener acceso a profesiones bien remuneradas. En España está en marcha. Las Consejerías de las Comunidades gobernadas por el Partido Popular solicitan que la Ley de Educación blinde la Enseñanza Concertada; proponen la cesión de suelo público durante 75 años para garantizar el éxito de sus compañeros de viaje.
¿Y la Enseñanza Pública? Tomaos la molestia de observar lo que sucede en la mayor parte de los Centros Públicos de los Estados Unidos. Con ello estará todo explicado. Un submundo educativo mal dotado, donde sobreviven a duras penas los profesionales sin otra alternativa; un refugio de inadaptados, de adolescentes sin perspectivas a los que la dureza de sus vidas no les deja espacio para cultivar otros valores que aquellos que les permitan sobrevivir en ese mundo feroz y competitivo que el capitalismo ha diseñado a su medida.
¡Pensad un poco! Solamente os pido que penséis. Luego preguntadle a vuestros conocidos que votaron a la derecha lacaya del capital internacional si es ese el mundo que desean para sus hijos. Quizá estemos a tiempo. El voto, como la poesía, es un arma cargada de futuro.
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