Me
arriesgaré a soportar la condena merecida.
“Si alguno no confiesa, de acuerdo con los Santos Padres,
propiamente y según verdad por madre de Dios a la santa y siempre Virgen María,
como quiera que concibió en los últimos tiempos sin semen por obra del Espíritu
Santo al mismo Dios Verbo propia y verdaderamente, que antes de todos los
siglos nació de Dios Padre, e incorruptiblemente le engendró, permaneciendo
ella, aun después del parto, en su virginidad indisoluble, sea condenado”.
Concilio de Letrán (649)
La
redacción resulta enrevesada, pero creo que se entiende. ¡Ay de aquellos que
nieguen la virginidad de María! Irán al infierno de cabeza, por los siglos de
los siglos.
Hoy
le llevaré la contraria a Benedicto XVI, este papa curtido en el oficio durante
muchos años de ejercicio de gran inquisidor.
En
realidad, no tiene mérito alguno. No tengo el más mínimo temor a la condenación
eterna. Tampoco en ese aspecto soy demasiado original, lo sé, lo acepto, lo
reconozco. Pueden excolmulgarme, si los hace felices. Por mi parte, no he
apostatado aún por pura pereza. Creo que hay un registro por ahí donde se puede
solicitar. Te pondrán trabas burocráticas de todos los diablos, pero con
persistencia, uno puede borrarse del registro universal de las personas
bautizadas. En fin, da igual; me registraron sin mi consentimiento. Una
ilegalidad por la que no pienso reclamar. Mi tiempo también tiene valor.
La
única condena que tengo asimilada es que, un día, este regalo que llamamos vida tocará a su fin. De casta
de muerto venimos y hay que entregar el testigo a los que vengan luego. Tengo
establecido que la poca energía que aun quede en mis cenizas vuelva, si no es
demasiada molestia para otros, a la dehesa que me vio crecer. Ya me dio esa
tierra suficiente. Justo es devolverle aquella parte inerte de mí que la vida pueda
aprovechar.
No
tengo miedo alguno a esa amenaza de los
padres conciliares reunidos en Letrán ¡Les vayan dando! Ventajas del agnosticismo. Puedo pecar sin temor
alguno al fuego eterno.
Así
que hoy voy a contradecir a Benedicto.
Acaba
de publicar un libro en el que niega que asistieran al parto de María dos inocentes
testigos, cuya única función sería caldear la cuadra desolada de diciembre. Al parecer
no había por allí ni buey ni mula. Falta saber si será considerado pecado
mortal mantener la tradición en los portales hogareños, aquellos que tengáis esa
costumbre ¿Habrá que confesarse, si uno mantiene las dos figurillas arrodilladas
junto al pesebre? Y de otro modo, ¿qué hacer con las figuras? ¿Es legítimo reciclar
figuras de contenido religioso, quien sabe si incluso bendecidas? ¿Será sacrilegio
abandonarlas en el contenedor de la basura? ¿Cómo explicarles a los niños de la
casa el destierro de dos animales imprescindibles de la navidad? ¡Joder, Benedicto,
la has liado! A ver qué necesidad había de
este follón.
Pero esa cuestión, con toda su trascendencia, resulta secundaria. Benedicto XVI afirma en dicho libro que lo que no admite discusión alguna es la virginidad de María. Fue virgen antes, durante, y después del parto por voluntad de dios, aunque os resulte extraño.
Casi no hacía falta recordarlo. Ya lo dejó establecido como dogma de fe Pío IX en 1854. Fue un papa de ascendencia aristocrática, epiléptico, último rey temporal de
los Estados Pontificios antes de la unificación de Italia, que luchó lo indecible
contra la autonomía de la sociedad civil y anatemizó a socialistas, comunistas,
liberales, matrimonios civiles, y condenó la participación de los católicos en la
actividad política, incluyendo el sufragio. Todo un tipo.
Sospecho que fue, además un
bipolar de manual, un enfermo mental no tratado en aquellos tiempos. Su última ocurrencia,
en el concilio Vaticano I, fue establecer la infalibilidad papal. En esas estamos.
El papa no se equivoca nunca. Luego María permaneció virgen, a pesar de todo.
Lo de la infalibilidad papal
escandalizó a la curia ¡Qué ocurrencias tiene este loco! Pero nadie ha corregido
aquel dislate todavía. Será que proporciona beneficios.
Supongo que la afirmación de Benedicto
– yo le supongo racional como alemán legítimo- tendrá sus fundamentos. Tengo para
mí que Dios se ha actualizado. Debe
haber algún portal celeste en el que se aloje una web sagrada, o casi, con clave
secreta y exclusiva para el sumo pontífice. En el campo desplegable de los archivos,
ordenados en el tiempo, uno podrá acceder a los acontecimientos más notables de
la cristiandad. El nacimiento de Jesús estará entre los primeros acontecimientos
dignos de mención, grabados con extraordinaria calidad. Imagino que a Benedicto le estará permitido asistir a la primera navidad, emocionado. Habrá visto aparecer la cabeza sanguinolenta de dios hecho hombre entre los muslos de su madre que gritaría de dolor ante la turbación y la inseguridad del carpintero. Habrá visto que no había por allí ni rastro de esos animales que consagró la tradición. De los pastores no ha trascendido nada. Es de suponer que llegaron más tarde. Pero su afirmación sobre esa virginidad indiscutible
presupone una grabación más minuciosa. Puedo imaginar esa cámara divina, intemporal, impúdica,
obsesiva, abriéndose paso entre la bolsa placentaria, entre las heces, entre la
hemorragia, y, ¡oh milagro!, dejar a la omnisciencia papal una prueba evidente de
la virginidad de la escogida entre todas las mujeres; allí, intacto, incólume, resistente,
el himen de María.
Podemos mantener productivo el negocio de la devoción mariana, sin problemas morales. Fue siempre virgen.
Seguramente la humanidad de hoy no tiene otra preocupación mayor que el de la virginidad de María.
La injusta distribución de la riqueza, la insolidaridad entre las regiones de la tierra, el hambre y las carencias de elementos fundamentales para una vida digna que afectan a un tercio de los seres humanos de la tierra, la desigual aplicación de los derechos humanos, la indignidad que soporta una buena parte de la humanidad en sus condiciones de vida, no merecen la reflexión serena y ejemplar de quien se tiene por el líder espiritual de muchos millones de creyentes.
El Vaticano es un sepulcro blanqueado. Entre sus severos y seguros muros se concentra la mayor cantidad de hipócritas, cínicos, negadores en la práctica de los principios básicos del cristianismo primigenio, ateos con capelo cardenalicio, manipuladores, intrigantes palaciegos, blanqueadores de capitales ilegítimos y evasores de impuestos de la tierra. Prácticamente , un tercio del mercado negro que Italia soporta se cuece entre sus muros. Joyas, obras de arte, coches de lujo, ropas de diseño exclusivo, delicadezas exclusivas, como el caviar iraní o los vinos de las bodegas más selectas del mundo , comienzan en las estancias del Vaticano, donde los residentes no pagan impuestos, su recorrido por el mercado negro, lejos del control de fisco. Salvo rara excepción, ninguno escaparía ileso ante un tribunal civil razonablemente objetivo.
¡ Quizá si el libro de Benedicto XVI afrontara las reformas necesarias para corregir tanta podredumbre, merecería la pena su lectura!
Ninguna institución en la historia de Occidente ha hecho más daño a la condición femenina que la Iglesia. ¡Ninguna! La corriente misógina que ha teñido nuestra historia tiene su origen en el libro del Génesis, que echó sobre los hombros frágiles de Eva la culpa de los males que nos cercan.
Seguramente la humanidad de hoy no tiene otra preocupación mayor que el de la virginidad de María.
La injusta distribución de la riqueza, la insolidaridad entre las regiones de la tierra, el hambre y las carencias de elementos fundamentales para una vida digna que afectan a un tercio de los seres humanos de la tierra, la desigual aplicación de los derechos humanos, la indignidad que soporta una buena parte de la humanidad en sus condiciones de vida, no merecen la reflexión serena y ejemplar de quien se tiene por el líder espiritual de muchos millones de creyentes.
El Vaticano es un sepulcro blanqueado. Entre sus severos y seguros muros se concentra la mayor cantidad de hipócritas, cínicos, negadores en la práctica de los principios básicos del cristianismo primigenio, ateos con capelo cardenalicio, manipuladores, intrigantes palaciegos, blanqueadores de capitales ilegítimos y evasores de impuestos de la tierra. Prácticamente , un tercio del mercado negro que Italia soporta se cuece entre sus muros. Joyas, obras de arte, coches de lujo, ropas de diseño exclusivo, delicadezas exclusivas, como el caviar iraní o los vinos de las bodegas más selectas del mundo , comienzan en las estancias del Vaticano, donde los residentes no pagan impuestos, su recorrido por el mercado negro, lejos del control de fisco. Salvo rara excepción, ninguno escaparía ileso ante un tribunal civil razonablemente objetivo.
¡ Quizá si el libro de Benedicto XVI afrontara las reformas necesarias para corregir tanta podredumbre, merecería la pena su lectura!
Ninguna institución en la historia de Occidente ha hecho más daño a la condición femenina que la Iglesia. ¡Ninguna! La corriente misógina que ha teñido nuestra historia tiene su origen en el libro del Génesis, que echó sobre los hombros frágiles de Eva la culpa de los males que nos cercan.
En el siglo XXI que es testigo de una sociedad evolucionada, igualitaria, sensible en estos temas, infinitamente más racional, en la mayor parte de las zonas desarrolladas de la tierra, el Vaticano sigue defendiendo que la dignidad femenina reside en una membrana insignificante y obsoleta. María es venerable porque mantuvo intacto el precinto de garantía. De otro modo, habría que expulsarla de los lugares de culto, al menos, de su posición de privilegio.
Teorías de una casta enfermiza, obsesionada, torturada por su concepción sucia de la sexualidad humana, que es como decir de la naturaleza humana.
Espero y deseo que aquella María, madre de un profeta nazareno del que nos quedan rescoldos en la historia, tuviera una vida plena y una sexualidad razonablemente satisfactoria, como corresponde a una existencia decente. Es lo mismo que deseo para cualquiera.
Aceptaré por ello mi condena, si se tercia.
Tengo por verdad contrastada que una membrana intacta no hace mejor a un ser humano. Tengo asumido que la sexualidad humana forma parte de nuestra propia vida como elemento imprescindible para la conservación de la especie, pero que es indiscutiblemente un factor de equilibrio emocional, gozoso, sociabilizante, beneficioso y saludable para la integridad de la persona.
La suciedad sólo reside en mentes enfermas y obsesivas. Y, en ocasiones,demasiadas ocasiones, en sus actos depravados, los que afloran a ráfagas de la intrahistoria local de las iglesias, cuyas páginas están llenas de crímenes, abusos, represiones y degeneración humana.
Si hubiera un dios, los habría fulminado, cansado de que ensucien su nombre y malinterpreten su voluntad.
Si hubiera un dios, los habría fulminado, cansado de que ensucien su nombre y malinterpreten su voluntad.
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