Agustín García Calvo
“In memoriam”
Muere un maestro y en algún lugar
hay una luz que languidece.
Muere un maestro y se borra de forma
misteriosa alguna página en el libro de la vida, porque se ha apagado la mirada
que era capaz de interpretarla.
Muere un maestro y en el tablero de
ajedrez donde la luz y la oscuridad se juegan el futuro de la humanidad, se
rompe el equilibrio largamente logrado.
Muere un maestro y hay una puerta
que se cierra. Una porción del futuro quedará sin descifrar, una porción del
pasado morirá para siempre, y el presente, perplejo y enlutado porque también
se mueren quienes portan la antorcha, perderá lucidez un largo tiempo.
Pero, ¡sabedlo!, la muerte de un
maestro es menos muerte. Cada maestro tiene una inconsciente vocación de
eternidad; nadie sabe hasta dónde alcanzará su trascendencia.
Si el maestro es un maestro
verdadero, sabed que el hombre – la persona-, cualquier hombre, es la razón de
su existencia. Ese maestro se sabe puente
generacional por el que transitan valores, actitudes, sabidurías utilísimas que
recibió de otros. Se sabe relevista que porta la antorcha de los valores y los conocimientos
en la carrera intemporal que tiene como meta un ser humano improbablemente
sabio, justo, pacífico, honesto, feliz.
Ese maestro comparte con Prometeo
una ambición hermosa y perseguida, traer al ser humano el fuego, la luz, la sabiduría; adornar la
estancia que habitamos con los frutos y las flores del jardín de la razón.
Los poderosos, sean estos los dioses
o los viejos enemigos de nuestra propia especie que caminan entre nosotros,
temen al maestro, ese perenne Prometeo que la especie recrea de forma
persistente para no verse privada del fuego protector de la razón.
Temen su libertad, su fe en el ser
humano, su esperanza indeleble en un mundo mejor. Temen, sobre todo, su
influencia invisible; el poder de esa palabra que se extiende por todos los
rincones llamando a cada cosa por su nombre exacto.
Muere un maestro y Prometeo lo
aguarda al otro lado de la sombra momentánea que hay entre el ser y el no ser
de la agonía. Solidario, le permitirá llevar en el dedo anular durante algunos
días aquel anillo que recuerda su hazaña y su castigo. Así todos sabrán que ha
llegado un heredero de la dura empresa de mantener la luz entre los hombres.
Prometeo lo guiará por ese otro paisaje, le explicará las reglas, le ofrecerá
su casa, y su amistad eterna.
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