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domingo, 21 de octubre de 2012

Sostiene Wert

    Sostiene Wert, durante la prolongada protesta estudiantil y familiar contra su reforma educativa, que aún caben múltiples recortes para rentabilizar los servicios educativos del país, sin que pierdan eficacia.
            Se le ha oído mencionar que la diversidad de asignaturas en  la oferta educativa es poco menos que un empeño baldío; que el desarrollo en las competencias básicas en dos asignaturas como Lengua y Matemáticas cumplirá con las exigencias empresariales para los trabajadores.
          La terminología empleada difiere, pero yo ya he escuchado este discurso hace  más  de cincuenta años. Había que hacer un esfuerzo por erradicar el analfabetismo enroscado en las entrañas del pueblo español. Era un rasgo humanitario de la dictadura; una demostración de que se interesaba por la promoción de las personas; una prueba de lo injustificado que resultaba el aislacionismo avergonzado de la mayor parte del mundo civilizado.  El objetivo que se nos marcaba a los hijos de los pobres era saber leer, escribir y las cuatro reglas. Niños cabreros sin escuela, pero con todo ese peso de  cultura en el zurrón, salvados de la incuria por el poder milagroso de la tabla de multiplicar. Niños que colaboraban sin jornal  en la consecución del jornal del padre y a los que nadie les ofrecía el pupitre apolillado de una escuela pobre. 
           Ya he oído ese discurso.
            O sea, salvando las distancias temporales y las formas, objetivos mínimos en Lengua y Matemáticas para los hijos pobres de la crisis que provocó el capitalismo. Ellos inventan la ruina y nosotros la pagamos, no sólo con la miseria del presente , sino con la penuria cultural de las futuras generaciones.
            Sostiene Wert que tiene informes que niegan que la masificación perjudique el proceso de aprendizaje. Sostiene  Wert, con un cinismo que roza la desfachatez, que en sus informes fidedignos el límite para que la calidad de la enseñanza se resienta se establece en la barrera  de cuarenta y cinco o cincuenta escolares por clase, según los niveles.
            Sostiene Wert, por tanto, que un tercio del personal docente de este país está de más. Veinte mil, en Andalucía, para no ir demasiado lejos. Andalucía es siempre el primer destinatario de la obcecada persecución de este gobierno a los servicios públicos. Se diría que, además de pagar el rescate general por este país que ya pagamos todos, Andalucía tuviera que pagar también el rescate por la autoestima malherida del campeón Arenas.
            Sostiene Wert que las movilizaciones de la semana pasada son quejas sin justificación de dilapidadores de recursos. Actos injustificados con clara intencionalidad política.
            En eso acierta. La intencionalidad es claramente política. Estamos hartos de su política educativa. Y, especialmente, estamos hartos de su intención de convertir la educación superior en privilegio.
            Y en eso la coincidencia con la situación de mi niñez es absoluta. Quiere Wert de nuevo una estirpe hispana con alma de cabreros, cercada por la nueva miseria y dispuesta trabajar por un plato de comida y un espacio en el cortijo donde extender el maltrecho jergón junto a la lumbre.
            Es incomprensible. El futuro de los pueblos se fundamenta en el nivel educativo que consigue su población, en general, sin distinción por su extracción social. Nadie duda de ese principio universalmente aceptado por cualquier gobierno racional.
            Salvo este tipo y este gobierno, del que forma parte.
            Sus escasos defensores, que los tiene, -aunque se asegura igualmente que no tiene un solo amigo-, afirman que es un hombre brillante, inteligente, capaz de aprender los mecanismos de cualquier función que se le encomiende en cuatro meses. Deber ser que este ministerio lo desborda. Aún no se le conoce una sola propuesta que merezca consenso. Él siempre está en el origen del conflicto. Debe creer que aún está jugando su papel de polemista. Y esta Ley que preconiza es artificial, burda, apresurada, un mal plagio de la anterior, manipulada por una  ideología sectaria y excluyente.
            A Wert, como a la derecha en general, lo inutiliza para el servicio público su soberbia, su desprecio a la esencia misma de la democracia, su desprecio al pueblo que paga su salario. 
           La derecha no gobierna;  legisla para debilitar a un enemigo imaginario, el pueblo, esa masa poco definida que protesta y que reclama la igualdad ante la ley. La derecha legisla contra aquellos que tienen la osadía de aspirar a compartir sus privilegios.
            La derecha no escucha, no reflexiona, no hace jamás propósito de enmienda. La derecha manipula o prohíbe.
            La derecha sólo invoca la voz del pueblo para esgrimir como justificación a sus desmanes la mayoría más lamentable que este pueblo soberano haya otorgado jamás a cualquier gobierno democrático.  
            Esta derecha, cómplice de la peor España que no hemos logrado redimir en  treinta y cinco años de convivencia democrática y pacífica, despedaza el estado y defrauda a la nación, incluso a los ilusos que osaron confiar en sus mentiras programadas.
            Cita la prensa una frase que se ha acuñado por causa  de este hombre “¡Lo que hay que Wert!”. Me parece bondadosa. Prefiero otra que circula por las redes sociales. “Me siento aWertgonzado por la actuación de este gobierno”.

1 comentario:

  1. Hoy es noticia que Wert y Montoro llevarán a los tribunales a quince Universidades Públicas. La intromisión de este gobierno en la autonomía de los demás no tiene parangón. Deben estar seguros de que el país les pertenece

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