Sostiene
Cospedal que la mayoría absoluta del Partido Popular en Galicia refrenda la
política del partido a nivel nacional. No sólo la refrenda, sino que la
refuerza, porque ha aumentado su representación en número de escaños. Hace bien en sacar esas
conclusiones. Está obligada. Era lo acordado. Pero, miente.
Miente ella en cuanto a los apoyos recibidos.
Y miente la Junta Gallega en cuanto a los datos de participación. Esto último
roza el fraude, el delito, porque manipula los datos oficiales del Instituto
Nacional de Estadística.
Todo obedece a una maniobra de emergencia. Un alto
índice de abstención podría restar credibilidad al discurso preparado, en caso
de conseguir la mayoría absoluta que las encuestas auguraban. El discurso de
Cospedal.
Los datos de participación han sido manipulados, falseados, a conciencia.
Algo no cuadraba cuando empezaban a
aflorar noticias sobre las elecciones que se estaban celebrando. En los informativos de la tarde, sobre las
cinco, la noticia que sobresalía era el alto índice de abstención en Galicia.
La participación rozaría el 55% según todas las cadenas. La abstención, del 45%, era la más alta
en unas elecciones autonómicas gallegas. Un dato escasamente justificable en el discurso de la normalidad.
En consecuencia, esas previsiones
desaparecieron de forma repentina de las páginas oficiales de la Xunta. Los informes oficiales arrojaban a primeras horas de la noche una participación del 63,80%, muy cercano al 64,20%
de las elecciones del 2009. Esto es lo que publicaron todos los medios de
comunicación. ¿Quién va a poner en duda los datos que trasmite el consejero de
gobierno sobre una consulta electoral? No llega hasta ahí nuestra
desconfianza. Pero, vistos los hechos, habrá que empezar a desconfiar
justificadamente.
Una mejora de participación de casi
un 9% en tres horas, las últimas que permanecen abiertas las mesas electorales, no se ha producido nunca en la historia de la humanidad. Salvo manipulación orquestada.
La sospecha obligaba a contrastar los
datos oficiales.
El censo electoral
gallego publicado por el Instituto Nacional de Estadística correspondiente a
las elecciones del 2009 – son estos datos lo que ponen sobre aviso de que algo
no está siendo ofrecido de forma leal-
es de 2.691.570; el de este año es de 2.696.513. Unos 5000 gallegos más
con derecho a voto en estas elecciones. Dicho número incluye a los gallegos con
derecho a voto residentes en el extranjero. Y ese es el dato clave
La participación en 2009 fue de
1.706.198 votantes, oficialmente, el 64,2%. La participación oficial de estas
elecciones ha sido de 1.467.657 votantes. 238.541 menos que en las elecciones
anteriores. Sin embargo, los datos de la Xunta gallega son que la
participación ha sido del 63,8%.
¿Cómo es posible eso? ¿Cómo es posible que 238.541 votantes sólo supongan el 0,4% en el censo electoral de la Comunidad ?
Fácil. Hay que
dar sensación de normalidad. No pasa nada con los recortes de Rajoy. Nada ha
cambiado. Pero, una abstención tan elevada pone en riesgo el discurso de la
normalidad y de la aceptación de las medidas políticas del PP. El remedio de urgencia se arbitra con prontitud. Sólo es cuestión de eliminar del
censo a esas horas a todos los gallegos residentes en el extranjero que no hayan solicitado
ejercer el derecho al voto.
Dicho y hecho. La abstención se normaliza. El discurso oficial
está salvado.
¿No es eso manipulación de unos
resultados electorales?
Desvirtúa el sistema quien tiene la obligación de su
salvaguarda.
No sólo nos arrastran al siglo XIX en cuestiones económicas. Nos
están llevando al tiempo de la Restauración y a las prácticas electorales de los caciques, la manipulación de los resultados. Quien sabe si no tendrían también preparado un censo de difuntos por si sus votos resultaban necesarios.
Es absolutamente
inmoral. Este partido no tiene sentido de la legitimidad
democrática, ningún respeto por las leyes.
Este partido es absolutamente prescindible en un país
civilizado.
¿Cómo podemos reclamar el respeto de Europa con semejantes
mensajeros?
Y eso nos lleva a la afirmación de
Cospedal, la legitimación de las políticas del PP con el voto gallego.
La realidad objetiva es la que ya sabemos. La Ley D´Hont favorece al
ganador. Y lo premia con mayorías injustificadas. La obstinada realidad de los
números desnudos nos dice claramente que el PP ha perdido en Galicia en las
presentes elecciones 135.000 votos con respecto al 2009. Ha perdido un 17,2% de votantes,
a pesar de que el votante de derechas suele mantener un alto grado de fidelidad.
La verdad objetiva es que la
abstención en Galicia ha rozado el 45%, que casi uno de cada dos gallegos no
confía en ninguna propuesta política de las que se le hacen en su tierra, clara
muestra del hastío y de la desconfianza de este pueblo tras años de penuria
económica, de desprestigio institucional, de promesas inútiles que nadie cumple
luego, de un estado cada vez más insolidario con los que menos tienen, de
políticos de salón alejados de la realidad de las personas, políticos de oficio
y no de corazón.
La verdad de los números desnudos
nos confirma que sólo uno de cada cuatro gallegos ha votado al PP, que el 25%
del censo electoral le otorga una mayoría absoluta objetivamente injustificada,
aunque así sea la ley que reparte el poder y los escaños.
La verdad desnuda de los números nos
confirma que uno de cada cuatro gallegos con derecho a votar, con todos mis
respetos, no suponen la justificación
moral de sus desmanes, ni la legitimación de sus políticas.
Cospedal cumple con el programa que había establecido su partido, dicta
el discurso que todo el mundo preveía.
Pero miente y manipula. La manipulación, el fraude, la
mentira son las marcas de identidad de
este partido. Ella sólo cumple con el guión establecido.
Y en cuanto a la manipulación de los datos de unas
elecciones democráticas, es de suponer que debería ser denunciada a los órganos competentes de
justicia. Habíamos descubierto hace unos días que Feijóo manipulaba cuentas públicas para ocultar datos del déficit de las cuentas gallegas. Ahora sabemos que también manipula resultados. Es preciso que alguien afronte las consecuencias de una actuación, sin lugar a
dudas, delictiva. Eso espero.
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