“La
leyes son como las mujeres; están para violarlas”. Descontextualizada, la frase
tiene un hedor fascista, resonancias de arenga cuartelera en tiempos de guerra civil; mezcla la zafiedad y el crimen en proporciones similares.
No es sólo una frase reprobable. Es una frase odiosa, nacida en una mente
deformada por sepa dios qué experiencias negativas y mal asimiladas. Parece de
otro tiempo. En realidad, lo es.
Pero
fue pronunciada el martes, 2 de octubre, en una sesión del Consejo de
Ciudadanía Exterior de este país. La pronunció su presidente, el popular José
Manuel Castelao, otrora conseguidor de votos para Fraga en Argentina entre la
población emigrante; luego, diputado por el PP en el parlamento gallego, como premio a sus desvelos; y, ahora, hasta su dimisión, forzada porque la
prensa se hizo eco de su afirmación, recuperado por Fátima Báñez para la citada
comisión, quizá por la proximidad de las elecciones gallegas, dada su experiencia de acarreo del voto gallego del cono sur hacia las alforjas populares. Todo un acierto político, como bien se ve.
Es, también, una frase soberbia.
Quizá Castelao esperaba el aplauso de los miembros de la comisión, buena
parte de ella integrada por mujeres de los diferentes partidos del arco
parlamentario, a su indecente afirmación; o las sonrisas cómplices. Porque la
soberbia rezuma estupidez.
El símil depravado intentaba
justificar una propuesta previa del propio Castelao de manipular el acta de la
sesión anterior. Ya se sabe, cubiertas las apariencias, las leyes y las mujeres tienen en común un destino de violencia y vejaciones.
Después de cien intentos hipócritas
de justificación imposible por su parte, sólo me cabe recordar, por una vez, una lapidaria
frase de evangelio de Mateo y arrojársela a la cara con el mayor desprecio: “De
la abundancia del corazón habla la boca”
(Cap. 12. 36-37).
No es la primera vez que descubrimos
que el franquismo residual está cómodamente instalado en el seno del Partido
Popular y que administra importantes
cuotas de poder. Así nos va. Así le va a este país condenado a cargar
eternamente, por lo que se ve, con lo peor de su historia.
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