Me reconozco de natural dionisíaco. Soy propenso a los excesos
verbales, a la procacidad, al humor, a la provocación, a la desmesura.
Sólo si estoy en buena compañía, desde luego.
Pero, igualmente, reconozco que es Apolo quien rige la mayor parte de mi vida
y me aprisiona en los límites razonables del comedimiento y la mesura. Soy un
tipo disciplinado, porque si diera rienda suelta a lo que pienso, en infinidad
de ocasiones, como cualquiera de vosotros, no ganaría para demandas.
He pensado largo rato en la conveniencia de este título. No deja de ser una
expresión algo soez, pero tremendamente cotidiana, simplificadora y útil para
dar cuenta de un estado de ánimo. La habréis utilizado alguna vez, supongo.
Apolo me impulsaba con su tono mesurado: “Busca otro título; la expresiones
soeces por escrito dejan huella; quizás te arrepientas de emplearla”
Dionisos, por su parte me ha estado gritando toda la mañana “Sé tú mismo.
Respeta tus orígenes de cabrero. No reniegues de tu propia naturaleza;
aprendiste a hablar repitiendo maldiciones de gañanes”. Y es cierto.
Dionisos ganó por esta vez. Estoy hasta los cojones de ser comedido, cuando la
realidad está llamando al gañán que llevó en los cimientos de mi mismo. Todo lo
demás se ha edificado sobre una infancia de niño sin escuela en la España
miserable de posguerra. Incluso mi habilidad demostrada en la interpretación de
Lenguas Muertas. Así que “Estoy hasta los cojones” me resulta un título aceptable
para esta reflexión. Y si alguien se incomoda, no me tomaré la molestia de
pedir disculpas. Que lea a Sostres en El Mundo. Perderá calidad literaria y
ganará en desvergüenza, en cinismo y en ausencia absoluta de cultura, las
marcas de fábrica del presente que nos cerca.
En resumidas cuentas, ¡estoy hasta los cojones! Y os explicaré por qué inmediatamente.
Os citaré sólo las causas más notables de este asco visceral que me inunda la
conciencia, surgiendo desde el interior de mi memoria próxima como el reflujo
agrio de un vino peleón y artificial.
Estoy hasta los cojones de la Europa irracional, avarienta e hipócrita que
establece condiciones leoninas a los pueblos, mientras acoge amablemente en la
seguridad de sus bancos a los evasores de capital que han arruinado a
esos mismos pueblos.
Estoy hasta los cojones de la Europa
irracional , avarienta e hipócrita que permite en su seno paraísos fiscales,
conocidos por todos, especialmente de quien tiene capitales que ocultar: Suiza,
Gibraltar, Luxemburgo, Isla de Man, Isla de Jersey , Mónaco Andorra, Malta y El
Vaticano.
Estoy hasta los cojones de
soportar la certeza de que en este país hay mucha gente que pasa hambre cada
día, mientras un discurso viscoso se afana en criminalizar a
los que se han quedado sin recursos y a los millones de parados.
Estoy hasta los cojones del modelo
económico alemán, porque pasa por alto que siete millones y medio de jóvenes
titulados alemanes o europeos trabajan por cuatrocientos euros al mes en ese
modélico país de ahorradores y bebedores de cerveza.
Estoy hasta los cojones de que ninguno de los innumerables
sacrificios que ha soportado ya la clase media y trabajadora de este país haya
servido para generar un miserable puesto de trabajo, una posibilidad de
recuperación del empleo de los que más lo necesitan, una normalización
paulatina del mercado de trabajo para quienes no tienen otro medio de vida y de
sustento de su familia.
Estoy hasta los cojones de que todos los innumerables sacrificios que hemos
soportado se hayan ido a taponar la sangría del sistema financiero, corrompido
por el poder político en demasiadas ocasiones, o a pagar los intereses
insoportables de los usureros.
Estoy hasta los cojones de que el poder político se dedique a
pelear por el bienestar de los especuladores a expensas de nuestros derechos
como ciudadanos.
Estoy hasta los cojones de quienes ejercen violencia contra la
libertad del ser humano para encerrarnos en el redil del miedo.
Estoy hasta los cojones de Wert y su reforma, por muchas
razones, pero especialmente porque elimina del currículum de bachillerato
Ciencias del Mundo Contemporáneo y deja Religión y Moral Católicas, una
formación mucho más conveniente para quien aspira a llegar a la Universidad
con una base sólida de conocimiento. La investigación española
estaba herida de muerte. El puntillero Wert la ha rematado, sin lugar a dudas.
Estoy hasta los cojones de que la indignación no se plasme en
alguna alternativa de poder real. El éxito mediático no basta. Hay que hacer
valer el peso determinante del voto. Entonces será posible cambiar la
maquinaria, desde dentro.
Estoy hasta los cojones de la criminalización de los servicios
públicos como un refugio de inútiles privilegiados y un peso muerto para las
arcas públicas. Sin servicios públicos no hay estado. Es lo que pretenden.
Empobrecerlo, trocearlo y venderlo al mejor postor. Y los funcionarios somos el
último bastión de su defensa.
Y estoy hasta los cojones de este gobierno. Las razones las he
ido desgranando pacientemente en esta crónica de la indignidad desde que las
encuestas aventuraban su éxito en las elecciones y la aceleración de nuestra
ruina.
Pues eso, ¡estoy hasta los cojones! Hoy ganó Dionisos.
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