En otra página de este
blog voy reflejando poco a poco algunas reflexiones que me hago – y que me
gusta compartir-sobre el Movimiento 15 M.
Intentaré resumir muy brevemente el cuerpo de dichas
reflexiones.
Miré con esperanzas su eclosión repentina y vigorosa. Y
aún mantengo dicha esperanza viva. De hecho, es casi la única esperanza que me
queda de que alguna vez podamos desmontar la complicidad entre el capitalismo
deshumanizado y los gobiernos, aherrojados, corrompidos o colaboradores
voluntarios que administran nuestras vidas en la casi totalidad de las
democracias occidentales.
Y esa esperanza se cimenta en que, si analizamos
similares convulsiones en otros momentos de la Historia, aunque la lucha fuera larga, siempre
triunfaron los que reclamaban su soberanía frente a los que intentaban coartar
ese derecho de los seres humanos.
Soberanía, capacidad de organizar la propia vida en el
ámbito de la igualdad ante la ley, con todo lo que eso significa.
Para que esa esperanza se haga realidad un día, y
desearía que no muy lejano, habrán de darse algunas condiciones. Una de ellas es que el 15 M
sume fuerza, que aúne voluntades, que su voto suponga un tesoro para quienes
aspiren al poder. Entonces habrá llegado la hora de convertir este sistema que
no nos representa en la democracia participativa que sí nos represente; será la
hora de cambiar los votos por la participación activa en la elaboración de los
programas. Y habrá llegado la hora de proponer las modificaciones en la
Constitución, en el sistema electoral y en la organización de la maquinaria del
Estado. No es imposible.
Tenemos ejemplos recientes de aprovechamiento de la
oportunidad en tiempo récord para convertir la indignación en instrumento político
de verdadera envergadura.
El “Tea Party”, tan rechazable en sus postulados
ideológicos, tan venenoso para la sociedad americana en general, (la entrada de
este blog “Violaciones legítimas” – 23 de agosto- puede ayudaros a conocerlos algo mejor), ha pasado en apenas cinco años de ser un
movimiento de repulsa a los impuestos para recapitalizar la banca de
inversiones – una especie de 15 M americano- a establecer en buena parte el
programa político con el que el Partido Republicano se presenta a las
próximas elecciones presidenciales. La mayor prueba del éxito en la estrategia
del “Tea Party” para introducirse en la maquinaria del poder es el nombramiento
de Paul Ryan, uno de sus afines más significados en las propuestas para
desmontar las funciones del Estado, como Vicepresidente de los Estados Unidos,
si el candidato republicano llegara a vencer en las elecciones presidenciales.
Y todo eso lo han logrado en cinco años.
Pero eso ya lo estoy explicando en otra parte.
Hoy hablaremos de algunos riesgos inherentes a la propia
naturaleza de un movimiento tan plural, que da la sensación de no haber priorizado
sus incontables objetivos y que no parece tener una estrategia demasiado definida.
El 15 M es un movimiento político. Su éxito dependerá de
su propia capacidad de generar aceptación entre los individuos de la sociedad
en la que nace. Dicha aceptación social parece un sentimiento que tiene como
fundamento razones muy difusas, pero la Sociología política las engloba en dos
conceptos que nos pueden servir para
entenderlo en una breve exposición. Dichos conceptos son “legitimidad de
origen” y “legitimidad de ejercicio”.
La legitimidad de origen,
-por qué surge el 15 M-, dadas las circunstancias políticas y económicas
de España y de Europa en el momento en el que comienzan sus manifestaciones,
parece fuera de toda duda.
Buena prueba es que los procedimientos se imitaron en
otros lugares del mundo y se siguen imitando por quienes reclaman soberanía o
derechos conculcados. Y otra prueba de que esa legitimidad de origen en el seno
de la propia sociedad española es un hecho son las propias encuestas. A finales
de primavera o principios de verano, la prensa se hizo eco de una amplia
muestra al respecto. Tres de cada cuatro personas encuestadas manifestaban
comprensión y simpatía por el Movimiento 15 M.
Enemigos encarnizados no le faltan, desde luego. Y los
más enconados los podemos encontrar en la derecha política y en sus medios
afines.
La “legitimidad de ejercicio” – acepto como
legítimos tus objetivos y acepto los
procedimientos que empleas para lograrlos – es una conquista bastante más
difícil. Pero sin ella, admitida al menos por una buena parte del tejido
social, nada es posible por procedimientos democráticos.
Buena parte de la capacidad de transformación de un
movimiento al que nadie le discute la legitimidad de origen puede quedar
desvirtuada por una decisión que ponga en duda su legitimidad de ejercicio,
disminuya su credibilidad y atomice su fuerza hasta convertirla en indignación
irrelevante.
La escisión ya toma cuerpo. El 15 M se ha dividido de
forma muy visible sobre la propuesta de tomar el Congreso. La Asamblea de Sol y otras de diferente ubicación desautorizan ese procedimiento. Estoy con ellos.
Y estoy con ellos, porque el procedimiento me trae
connotaciones de aquel 23 F en que Tejero – y quienes lo apoyaban en la sombra
o a la luz carcelaria de los cuarteles nocturnos, ¡fue una noche muy larga!- creyó que su uniforme valía más que la
voluntad de todo un pueblo.
Y estoy con ellos, porque los objetivos me parecen tan
desmesurados e imposibles, tan a destiempo, tan faltos del imprescindible
soporte social, que esa propuesta me parece una burda manipulación, que sólo
traerá desprestigio al 15 M.
Y estoy con ellos porque, aunque esos objetivos sean
deseables para algunas personas, hay otros procedimientos que dan infinitamente más “legitimidad de
ejercicio”. Y empresas tan complejas como un proceso constituyente precisa de un consenso social y la colaboración de gente muy cualificada de cada una de las diferentes posiciones ideológicas mayoritarias de esta sociedad. Una Constitución ha de servir como garante de la organización social en la que quepamos todos. Ha de ser una demanda mayoritaria. No se improvisa en una servilleta. Ni la elaboran improvisados redactores. Ni creo que el origen de los problemas radique en la Constitución del 78.
Y estoy con ellos porque empiezo a dar fe a muchos corresponsales de la red que nos avisan de que tras esta convocatoria está un grupúsculo fascista, englobado en el recién constituido partido “Regeneración, ya”, supongo que como contraste o burla de quienes gritan ¡Democracia real, ya!. Yo mismo he comprobado que hay bastante verdad en la noticia; no podría decir si es iniciativa suya, pero es evidente que la secunda con energía.
Y estoy con ellos porque empiezo a dar fe a muchos corresponsales de la red que nos avisan de que tras esta convocatoria está un grupúsculo fascista, englobado en el recién constituido partido “Regeneración, ya”, supongo que como contraste o burla de quienes gritan ¡Democracia real, ya!. Yo mismo he comprobado que hay bastante verdad en la noticia; no podría decir si es iniciativa suya, pero es evidente que la secunda con energía.
Me asquea indagar en la basura ajena, pero he entrado en
su página. Dos ejemplos de su ideología extrema, para que os hagáis idea: En
alguna de sus entradas anima al ejército, por honor, a ocupar Cataluña y Euskadi y
devolverle a España su unidad sagrada. Y en otra anima al cardenal Rouco a disolver Cáritas, porque ha dilapidado
durante años millones de euros en alimentar, vestir, dar cobijo y asistencia
legal a muchos “moros”, pero no ha convertido a uno solo al cristianismo en ese
tiempo. ¡Toma ya!
Pues parece que detrás, -o al menos a su lado-, de la convocatoria para ocupar el
Congreso está el autodenominado presidente de este pretendido partido, cuyo
objetivo - no podía ser otro – es salvar a “la patria” de las garras de las “castas” políticas de
cualquier partido, puesto que todos se reconocen demócratas y la democracia es
una lacra.
El perfil que nos da la red es la de un
individuo manipulador, resentido incluso contra su propia especie – fue
expulsado de Intereconomía por radical, “facha” para entendernos, así que ¡haceros una idea! -, enconado enemigo
de cualquier musulmán por el hecho de serlo, y que habrá soñado alguna vez, en sus noches febriles, que es posible impulsar al ejército a dar un golpe de estado. Tiene, además, ínfulas de intelectual prestigioso
e influyente – él mismo ha escrito su biografía en Wikipedia- y seguramente, como
todos estos individuos, frustración infinita porque alimenta sueños de grandeza que jamás logrará
hacer realidad.
Y si sobre la convocatoria, además, pesa esa sospecha – más bien, certeza-
, aunque la indignación que anida entre los más afectados por la ineficacia del
sistema sea justísima, la “legitimación de ejercicio” será imposible.
Reflexionad, al menos. Informaos antes de embarcaros en la
aventura incierta, pero posible, de secundar los planes de un fascista irracional
que se perdió en la España de la Reconquista y todavía no ha sido capaz de encontrar la puerta de salida.
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