Nada nuevo.
El lenguaje corporal del presidente Rajoy en la rueda de prensa conjunta con
Mario Monti, (2-08-2012), sus evasivas, su manifiesta intranquilidad, avanza lo
que ya llevamos algún tiempo considerando inevitable, según el programa de
Alemania y sus secuaces. España será intervenida por la UE. La Europa rica se
apresta a establecernos condiciones exhaustivas. La colonización resulta inevitable.
Sólo falta que el gobierno lo solicite, que pongamos la grupa en posición para
el brochazo rojo, que pidamos el matadero por propia iniciativa.
Draghi ha desvelado el programa que la Europa opulenta nos tiene preparado.
Mientras tanto, los voceros del PP en Andalucía, el presidente digital,- designación a dedo es el sistema electivo de la derecha- alcalde Zoilo, el candidato Sanz cuando su hora llegue, insisten en que el gobierno andaluz busca la confrontación de forma gratuita. Ganas de hacer méritos ante la ¿cúpula? - la idea de cúpula choca frontalmente con un comportamiento tan rastrero- del partido. Puede que 2.700 millones de euros en el presupuesto andaluz les parezca un motivo nimio, una insignificancia como las vacaciones de Dívar. Para que podamos comprender el significado del recorte, el gobierno andaluz ha traducido en consecuencias inmediatas esos 2.700 millones. La tesitura es dramática: cerrar 2000 colegios públicos; cerrar 19 hospitales públicos; despedir a 60.000 empleados públicos. Una nimiedad, como se ve. Todo es servicio público. El enemigo declarado de esta derecha irracional. Dios los confundiera, si hubiera un Dios como Dios manda.
La desesperación es una posibilidad razonable.
Y la inacción.
Pero cabe también la rebelión, la pelea con los restos que nos queden de dignidad y fortaleza, como país, como nación, como pueblo, como seres humanos amenazados por intereses económicos inmorales e indignos.
Y ahora, ¿qué...? . nos preguntamos. ¿Qué rebelión nos cabe?
Hay una responsabilidad plural. Quien más responsabilidad tiene es el gobierno del Partido Popular. Es evidente que no han gestionado razonablemente su mayoría absoluta. Antes bien al contrario, como es habitual en la derecha, poco democrática en su propia genética, la ha administrado con soberbia, con evidente falta de respeto a la constitución y a la pluralidad de este país. Le corresponde a la derecha que gobierna dar un paso definitivo para sentar los cimientos de nuestro futuro. Un pacto en el que se establezcan la situación real de la economía de este país y, por acuerdo colectivo, las estrategias para soslayar las amenazas que penden sobre nuestra soberanía, si todavía fuera posible. Y mejor hoy que mañana. Aunque suene dramático, no queda tiempo.
La mayoría absoluta no significa nada en las actuales circunstancias, especialmente porque se logró sobre compromisos absolutamente ignorados, porque se ha defraudado la confianza del pueblo, y, porque sin uno no puede cumplir sus compromisos democráticos, moralmente lo indicado es dimitir.
Eso le supondría la renuncia a principios ideológicos dañinos, y seguramente superficiales, no interiorizados y adoptados por necesidad de identificarse con algún sector conservador europeo. A falta de las señas de identidad ideológica que les arrebató la dictadura franquista, han elegido la peor de las opciones. Pero la derecha española de hoy no es ideológica, sino mimética. Las ideologías son resultado de un proceso cultural y la derecha española, tomada en su conjunto, es inculta, superficial, de charla de casino. La derecha desprecia la cultura. De hecho, desconfía de la cultura. Funciona más por rencor que por convencimiento. "¡Que se jodan!"- esa muestra excelsa de compromiso político con los ciudadanos- es un buen extracto de su pensamiento.
Y ha caído en el error imperdonable para un partido del siglo XXI de convertirse en rehén de principios morales fundamentados en creencias religiosas que la mayoría de la ciudadanía ya no comparte. Ellos, la derecha, tampoco. Pero están convencidos de las ventajas de ese aparente pacto. .
Es hora de redimirse, si este país les interesa lo más mínimo. ¡Ojalá!
La oposición tiene también obligaciones. Si hemos de pelear la salvación con Europa, toca hacer política europea, buscar socios europeos en los partidos socialdemócratas, pelear por la idea de una Europa solidaria y eficaz en la defensa de sus intereses, compañeros de viaje, cuyos principios ideológicos afines, nos permitan cambiar la opinión que la Europa del norte ha generado sobre la Europa del sur. Hay argumentos; muchas páginas de la historia reciente nos dan la razón. Hemos sido víctimas de un diseño defectuoso de esta Europa autodestructiva. Y no seremos, además, la única víctima. Europa entera está en riesgo. En conjunto, a este país le toca, ahora, buscar caminos diplomáticos para evitar la intervención colonial.
Si ello ya no fuera posible, el gobierno debería asumir la responsabilidad de consultar al pueblo sobre la solicitud de rescate. Parece razonable. Con información objetiva y responsable sobre las consecuencias. Es una decisión drástica, que condicionará de forma definitiva las condiciones de vida en este país durante, quizá, los próximos veinte o veinticinco años. Demasiados años.
En esta tesitura, convendría valorar los intereses nacionales. ¿Qué es mejor? ¿Afrontar diez o doce años de miseria, con nuestra soberanía recuperada y la posibilidad de acelerar los plazos de recuperación por nuestros propios medios, o la colonización del capitalismo europeo durante veinte o veinticinco años con una miseria a plazo fijo y sin moneda propia? ¿Puede el gobierno, con un mandato por cuatro años, decidirlo?
Yo creo que no. Si alguna decisión merece un referéndum, es precisamente ésa.
Draghi ha desvelado el programa que la Europa opulenta nos tiene preparado.
Mientras tanto, los voceros del PP en Andalucía, el presidente digital,- designación a dedo es el sistema electivo de la derecha- alcalde Zoilo, el candidato Sanz cuando su hora llegue, insisten en que el gobierno andaluz busca la confrontación de forma gratuita. Ganas de hacer méritos ante la ¿cúpula? - la idea de cúpula choca frontalmente con un comportamiento tan rastrero- del partido. Puede que 2.700 millones de euros en el presupuesto andaluz les parezca un motivo nimio, una insignificancia como las vacaciones de Dívar. Para que podamos comprender el significado del recorte, el gobierno andaluz ha traducido en consecuencias inmediatas esos 2.700 millones. La tesitura es dramática: cerrar 2000 colegios públicos; cerrar 19 hospitales públicos; despedir a 60.000 empleados públicos. Una nimiedad, como se ve. Todo es servicio público. El enemigo declarado de esta derecha irracional. Dios los confundiera, si hubiera un Dios como Dios manda.
La desesperación es una posibilidad razonable.
Y la inacción.
Pero cabe también la rebelión, la pelea con los restos que nos queden de dignidad y fortaleza, como país, como nación, como pueblo, como seres humanos amenazados por intereses económicos inmorales e indignos.
Y ahora, ¿qué...? . nos preguntamos. ¿Qué rebelión nos cabe?
Hay una responsabilidad plural. Quien más responsabilidad tiene es el gobierno del Partido Popular. Es evidente que no han gestionado razonablemente su mayoría absoluta. Antes bien al contrario, como es habitual en la derecha, poco democrática en su propia genética, la ha administrado con soberbia, con evidente falta de respeto a la constitución y a la pluralidad de este país. Le corresponde a la derecha que gobierna dar un paso definitivo para sentar los cimientos de nuestro futuro. Un pacto en el que se establezcan la situación real de la economía de este país y, por acuerdo colectivo, las estrategias para soslayar las amenazas que penden sobre nuestra soberanía, si todavía fuera posible. Y mejor hoy que mañana. Aunque suene dramático, no queda tiempo.
La mayoría absoluta no significa nada en las actuales circunstancias, especialmente porque se logró sobre compromisos absolutamente ignorados, porque se ha defraudado la confianza del pueblo, y, porque sin uno no puede cumplir sus compromisos democráticos, moralmente lo indicado es dimitir.
Eso le supondría la renuncia a principios ideológicos dañinos, y seguramente superficiales, no interiorizados y adoptados por necesidad de identificarse con algún sector conservador europeo. A falta de las señas de identidad ideológica que les arrebató la dictadura franquista, han elegido la peor de las opciones. Pero la derecha española de hoy no es ideológica, sino mimética. Las ideologías son resultado de un proceso cultural y la derecha española, tomada en su conjunto, es inculta, superficial, de charla de casino. La derecha desprecia la cultura. De hecho, desconfía de la cultura. Funciona más por rencor que por convencimiento. "¡Que se jodan!"- esa muestra excelsa de compromiso político con los ciudadanos- es un buen extracto de su pensamiento.
Y ha caído en el error imperdonable para un partido del siglo XXI de convertirse en rehén de principios morales fundamentados en creencias religiosas que la mayoría de la ciudadanía ya no comparte. Ellos, la derecha, tampoco. Pero están convencidos de las ventajas de ese aparente pacto. .
Es hora de redimirse, si este país les interesa lo más mínimo. ¡Ojalá!
La oposición tiene también obligaciones. Si hemos de pelear la salvación con Europa, toca hacer política europea, buscar socios europeos en los partidos socialdemócratas, pelear por la idea de una Europa solidaria y eficaz en la defensa de sus intereses, compañeros de viaje, cuyos principios ideológicos afines, nos permitan cambiar la opinión que la Europa del norte ha generado sobre la Europa del sur. Hay argumentos; muchas páginas de la historia reciente nos dan la razón. Hemos sido víctimas de un diseño defectuoso de esta Europa autodestructiva. Y no seremos, además, la única víctima. Europa entera está en riesgo. En conjunto, a este país le toca, ahora, buscar caminos diplomáticos para evitar la intervención colonial.
Si ello ya no fuera posible, el gobierno debería asumir la responsabilidad de consultar al pueblo sobre la solicitud de rescate. Parece razonable. Con información objetiva y responsable sobre las consecuencias. Es una decisión drástica, que condicionará de forma definitiva las condiciones de vida en este país durante, quizá, los próximos veinte o veinticinco años. Demasiados años.
En esta tesitura, convendría valorar los intereses nacionales. ¿Qué es mejor? ¿Afrontar diez o doce años de miseria, con nuestra soberanía recuperada y la posibilidad de acelerar los plazos de recuperación por nuestros propios medios, o la colonización del capitalismo europeo durante veinte o veinticinco años con una miseria a plazo fijo y sin moneda propia? ¿Puede el gobierno, con un mandato por cuatro años, decidirlo?
Yo creo que no. Si alguna decisión merece un referéndum, es precisamente ésa.
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