Ana Mato ha
debido confundir la finalidad de su cartera. Que supiéramos Rajoy la había
nombrado ministra de Sanidad, con los añadidos que dicho cargo lleve. Por
ejemplo, consumo.
No sabíamos que también la hubiera
nombrado ministra de Propaganda. Estábamos en un error. La presidenta del
Instituto Nacional de Consumo, organismo que depende directamente de la
ministra, ha amenazado con la disolución a FACUA, como organización de
consumidores, si no retira de su web las críticas a los recortes de
gobierno. Dicha crítica- en opinión del ministerio- no cuadra con los fines de
las asociaciones de consumidores.
¿No? ¿Acaso la subida del IVA no nos
afecta como consumidores? ¿Es que la reforma laboral no afecta a la capacidad-
como consumidor potencial- de cada uno de los trabajadores de este país? ¿Puede
ser que las medidas de copago farmacéutico afecten a ciudadanos consumidores de
otro hemisferio? ¿La pérdida de mis pagas extraordinarias - de por vida supongo- no afecta a los comerciantes de mi barrio?
Cuadre o no cuadre, ¿quién diablos
es Ana Mato para prohibir a una asociación de ciudadanos publicar su valoración
de las medidas del gobierno?
Si; medidas de este tipo nos dan la
estatura moral de este gobierno; su respeto a los principios democráticos; su
sensibilidad frente a los destrozos que su política errática y cobarde han
generado a este país.
Si Ana Mato fuera un ministra
responsable, entregada a la función primordial que la Constitución le tiene
encomendada, debería estar dejándose el pellejo para evitar que las
imposiciones de Montoro a las Comunidades Autónomas – que son las imposiciones
del FMI, del BCE y de la Europa rica- obligue a cerrar incontables hospitales y
servicios de urgencia.
Pero parece mucho más acorde a sus intereses
de partido limitar la libertad de expresión de los ciudadanos.
No les basta con repetir sus “mantras”
una y mil veces para justificar su “singobierno”. Además quieren amordazar nuestra
conciencia.
Me gustaría ser creyente, para poder
decir “Dios los confunda”, pero ya se les nota confundidos. Nunca, en democracia,
hemos tenido un gobierno tan mediocre, tan inútil, tan dañino, tan digno de reprobación,
tan miserable.
Por si FACUA tuviera que plegarse a la
amenaza, desde hoy yo publicaré sus críticas en mi propio blog. A mí no pueden quitarme ya gran cosa. Me lo han quitado
casi todo. Y lo que me queda, mi puesto de trabajo como funcionario público, ganado
en dura oposición, les costaría un escándalo desmesurado arrebatármelo.
Y, además, me queda la esperanza. Cada medida de este gobierno me hace mas fuerte, más convencido de la justicia de mi causa, que es la causa de los seres humanos frente a la inmoralidad y la falta de legitimidad democrática.
¡Menudo pataleo, señora ministra! ¿Conoce usted aquella historia del niño que intentaba trasladar, cubo a cubo, el agua del mar a un pocillo que había excavado en la arena de la playa...? La escribió Agustín de Hipona. Quizá por este nombre no le suene. Sí, san Agustín, mujer. No lo habrá leído, pero le sonará por lo de la santidad, del colegio de monjas ¿No?.
Pues, su esfuerzo por controlar la libertad es un esfuerzo tan inútil como el empeño de aquel niño. Son ustedes de una torpeza lastimosa. Y nos dejan mal como país, porque el resto del mundo nos observa. Y lo peor del caso es que , por el comportamiento del gobierno, nos califican como colectivo: simples, torpes, lastimosos, primarios, ineficaces... A fin de cuentas, el gobierno nos representa. Lo hemos elegido. En mala hora, desde luego. Pero, es nuestra proyección internacional.
Nos costará siglos librarnos de los prejuicios que este gobierno nos ha ido generando en el resto del mundo.
¡Menudo pataleo, señora ministra! ¿Conoce usted aquella historia del niño que intentaba trasladar, cubo a cubo, el agua del mar a un pocillo que había excavado en la arena de la playa...? La escribió Agustín de Hipona. Quizá por este nombre no le suene. Sí, san Agustín, mujer. No lo habrá leído, pero le sonará por lo de la santidad, del colegio de monjas ¿No?.
Pues, su esfuerzo por controlar la libertad es un esfuerzo tan inútil como el empeño de aquel niño. Son ustedes de una torpeza lastimosa. Y nos dejan mal como país, porque el resto del mundo nos observa. Y lo peor del caso es que , por el comportamiento del gobierno, nos califican como colectivo: simples, torpes, lastimosos, primarios, ineficaces... A fin de cuentas, el gobierno nos representa. Lo hemos elegido. En mala hora, desde luego. Pero, es nuestra proyección internacional.
Nos costará siglos librarnos de los prejuicios que este gobierno nos ha ido generando en el resto del mundo.
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