Rajoy asegura, una vez más, que hará lo
que sea mejor para España y los españoles.
¡La
muerte nos coja confesados! Lleva siete meses haciendo lo mejor y estamos con
casi seis millones de desempleados, con un récord abrumador de pequeñas y
medianas empresas desaparecidas en combate, con los servicios públicos al borde
la extinción, con los trabajadores públicos saqueados y criminalizados, con la
ruina amenazando a infinidad de familias, con los comedores de caridad
desbordados, con las pensiones saqueadas en las farmacias, con las
instituciones más desprestigiadas de Europa...
En fin, duele seguir.
El hombre se manifiesta autocomplaciente y orgulloso de las
medidas que ha tomado hasta ahora, con su inefable gobierno. Puede que el
batallón de adoctrinadores oficiales que acaba de desembarcar en TVE desde
Telemadrid, donde aprendieron el oficio a las órdenes de Esperanza Aguirre, nos
repita que estas medidas, como el ricino de la infancia, son
amargas y desagradables, pero son una inversión en felicidad para un
futuro. Lejano, desde luego. No veremos los resultados a corto plazo, nos avisa.
Y tan lejano.
La realidad es que el gobierno del Partido Popular nos ha
ido conduciendo al rescate desde el primer día de la legislatura. De la mano
del BCE, del FMI y de la señora Merkel.
Tomará la decisión cuando conozca las condiciones. Aún
quiere hacernos creer que tiene capacidad de decisión. Estamos en el corredor
de la muerte hace ya muchos meses. Él lo sabe; nosotros los sabemos; la Europa
insolidaria y rica se frota las manos satisfecha.
El horizonte es bien oscuro. Mirad en dirección a
Grecia. Es un país deshecho. Mirad a Portugal; los servidores públicos del
Servicio de Salud en el país vecino cobran cuatro euros por hora trabajada y
dieciséis de las principales ciudades portuguesas – el 18 de julio fue titular en toda la
prensa portuguesa- han debido cerrar los servicios de urgencia hospitalaria por
falta de recursos para mantenerlos.
Los rescates son terribles. Y sus consecuencias demasiado
duraderas. El que nos tienen diseñado nos hipotecará demasiado futuro. Se llevará por delante, al menos,
un tercio de los presupuestos generales del Estado durante quince o veinte
años. No podríamos recuperarnos nunca. Perderíamos, sobre todo, nuestra
capacidad de investigación, de desarrollo, de crecimiento como pueblo. Y, en
consecuencia, seguiríamos estando colonizados el resto de nuestra vida.
Rajoy asume que tomará la decisión que más convenga,
porque tiene un mandato por cuatro años.
Se confunde. El pueblo le otorgó la mayoría para
sacarnos de la crisis, porque él afirmó que sabía lo que había que hacer para
lograrlo.
No lo apoderó para convertir a este país en una colonia
europea dentro del continente.
Las consecuencias del rescate deben ser conocidas
por el pueblo, con claridad meridiana. Y el pueblo debe pronunciarse sobre la
cuestión. Tan importante es, que supone, en realidad, entregar nuestra
soberanía y dejar sin contenido nuestra constitución. El gobierno no puede
tomar esa decisión en nuestro nombre. No
está legitimado. No puede diseñar el resto de mi vida.
Y, cuando tenga el mandato popular, que actúe en
consecuencia. Y, luego, salvo que estuviera en su programa oculto conducirnos a
esta ruina duradera, debe dimitir y convocar elecciones anticipadas.
Es lo que haría un equipo de gobierno con dignidad,
un concepto de significado poco conocido entre sus filas, al parecer.
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