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miércoles, 8 de agosto de 2012

El último caimán del lodazal


El retroceso de la demanda golpeó  a la industria alemana en junio pasado, en un contexto marcado por el impacto de la crisis de deuda europea, informó hoy el Ministerio de Economía.
El apartado cayó 1,7%,  significativamente superior 1% pronosticado por los expertos.”
Prensa internacional 7, de agosto.


            ¿Pues qué creía Ángela Merkel? Hace ya muchos meses que economistas de prestigio, de cualquier lugar de este planeta, vienen advirtiendo del tsunami del hundimiento económico que acecha a Europa de persistir en la errónea política alemana,  impuesta “manu militari” a los socios europeos en su mayoría. Y, por extensión, al resto del mundo. Hasta las elecciones presidenciales de los EE.UU. resultarán afectadas. Obama lleva meses carcomido por la impaciencia que le produce la actitud alemana.
            No es una cuestión de ideología innegociable. La política económica de Alemania con el resto del continente no tiene una justificación que radique en valores religiosos o morales o de cultura familiar, como, quizá, opiniones diversas nos quieren hacer creer. Nada de eso. Es mucho más prosaico. Es la fría consecuencia de un calculado proyecto,  aunque caiga Europa. Es así, lo diga Agamenón o  su porquero.
            El origen de esta crisis inhumana es consecuencia de la tolerancia , cuando no la protección, de los estados con el liberalismo radical, cuya tesis fundamental es que a nadie asiste el derecho de regular al capital. Hay que dejar al tiburón suelto y libre, sin limitar sus movimientos, en el interior del estanque, plagado de especies indefensas.
            Las consecuencias, nefastas, duraderas y, por lo que ya sabemos,  devastadoras para Europa, hay que achacarlas a Alemania y a sus cómplices.
            Hay dos razones estrechamente relacionadas entre sí: Ángela Merkel quiere ser reelegida en 2013 y Alemania ahorra demasiado. No sería justo pensar, por ello, que los alemanes gozan poco de la vida, pero es una ocurrencia que tendría justificación.
                    Pues ahí está nuestro problema. La ruina del sur genera dividendos al capital del norte. Y probablemente garantizará la reelección de Merkel.
            Mientras, nos bombardean con palabras que apenas comprendemos. Provienen de todos los rincones. Los teóricos a sueldo del capital deshumanizado retuercen el lenguaje procurando darle a su discurso un aire profesoral e indiscutible; muchas de esas palabras están bien calculadas para enmascarar el crimen contra buena parte de la población del continente. Son términos como macroeconomía, diferencial, prima de riesgo, operaciones a corto plazo, inestabilidad financiera, desconfianza de los mercados … Aspiran con esa hemorragia de palabras  inútiles y altivas  a dotar la justificación de la ignominia de un halo de verdad. 
            Otras, -nuestro gobierno es buena muestra-, son sencillamente manifestación de vacío ideológico, de seguidismo servil de quien carece del reconocimiento  internacional que les niega su inanidad política e intelectual, su ausencia de prestigio entre sus iguales en el resto del mundo, su incapacidad de generar expectativas esperanzadoras,  .
            Palabras y sintagmas como  las “únicas medidas posibles”, “sacrificios imprescindibles para salir de la crisis” “recortes que no me gustaría tener que hacer”, "vivir por encima de..." cumplen una función tan primordial como necesaria. Desarrollan en nuestra conciencia un determinismo fatal, nos arrebatan la capacidad de resistencia, los recursos colectivos para afrontar situaciones tan atentatorias contra los  derechos sociales duramente conquistados a lo largo de años.
            Las podríamos creer, pero son falsas. Todos mienten. 
            Hay otras muchas palabras  y sintagmas cuyo significado conocemos con certeza, las padecemos sobre la piel y nos flotan en la conciencia de forma permanente: paro, miseria, desesperanza, privación de derechos, cierre de hospitales, copago de los ancianos pensionistas, escuelas depauperadas, personas dependientes abandonadas a su suerte, generaciones enteras de gente muy capaz y preparada sin futuro, país colonizado…
            En realidad, Europa es como una de esas charcas infectas de la sabana Africana cuando se retrasa la estación húmeda. Bulle de animales que buscan sobrevivir en sus orillas o en su interior. Si las lluvias tardan demasiado, al final sólo resisten los más fuertes. Los otros han muerto o han sido devorados. El último lodazal es el reino del caimán más poderoso. Dueño del cieno maloliente, pero hambriento y solo. Ángela Merkel debería ver, de vez en cuando, el canal National Geographic.
            A veces, hasta el caimán perece por falta de alimento.
           
           

            

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