“El retroceso de la demanda golpeó a la industria alemana en junio pasado, en un
contexto marcado por el impacto de la crisis de deuda europea, informó hoy el
Ministerio de Economía.
El apartado cayó 1,7%, significativamente superior 1% pronosticado por los expertos.”
El apartado cayó 1,7%, significativamente superior 1% pronosticado por los expertos.”
Prensa internacional 7, de agosto.
¿Pues qué
creía Ángela Merkel? Hace ya muchos meses que economistas de prestigio, de
cualquier lugar de este planeta, vienen advirtiendo del tsunami del hundimiento
económico que acecha a Europa de persistir en la errónea política alemana, impuesta “manu
militari” a los socios europeos en su mayoría. Y, por extensión, al resto
del mundo. Hasta las elecciones presidenciales de los EE.UU. resultarán
afectadas. Obama lleva meses carcomido por la impaciencia que le produce la actitud
alemana.
No es una
cuestión de ideología innegociable. La política económica de Alemania con el
resto del continente no tiene una justificación que radique en valores
religiosos o morales o de cultura familiar, como, quizá, opiniones diversas nos
quieren hacer creer. Nada de eso. Es mucho más prosaico. Es la fría
consecuencia de un calculado proyecto, aunque caiga Europa. Es así, lo diga Agamenón o su porquero.
El origen
de esta crisis inhumana es consecuencia de la tolerancia , cuando no la protección, de los estados con el
liberalismo radical, cuya tesis fundamental es que a nadie asiste el derecho de
regular al capital. Hay que dejar al tiburón suelto y libre, sin limitar sus
movimientos, en el interior del estanque, plagado de especies indefensas.
Las
consecuencias, nefastas, duraderas y, por lo que ya sabemos, devastadoras para Europa, hay que achacarlas a Alemania y a sus cómplices.
Hay dos
razones estrechamente relacionadas entre sí: Ángela Merkel quiere ser reelegida
en 2013 y Alemania ahorra demasiado. No sería justo pensar, por ello, que los
alemanes gozan poco de la vida, pero es una ocurrencia que tendría
justificación.
Pues ahí
está nuestro problema. La
ruina del sur genera dividendos al capital del norte. Y probablemente garantizará la reelección
de Merkel.
Mientras, nos
bombardean con palabras que apenas comprendemos. Provienen de todos los
rincones. Los teóricos a sueldo del capital deshumanizado retuercen el lenguaje procurando darle a su discurso un aire profesoral e indiscutible; muchas de esas palabras están bien calculadas para enmascarar el crimen contra buena parte de la población del continente. Son términos como macroeconomía, diferencial, prima de riesgo, operaciones a corto plazo, inestabilidad financiera, desconfianza de los mercados … Aspiran con esa hemorragia de palabras inútiles y altivas a dotar la justificación de la ignominia de un halo de verdad.
Otras, -nuestro
gobierno es buena muestra-, son sencillamente manifestación de vacío ideológico, de seguidismo servil de quien carece del
reconocimiento internacional que les
niega su inanidad política e intelectual, su ausencia de prestigio entre sus
iguales en el resto del mundo, su incapacidad de generar expectativas
esperanzadoras, .
Palabras y sintagmas como las “únicas medidas posibles”,
“sacrificios imprescindibles para salir de la crisis” “recortes que no me
gustaría tener que hacer”, "vivir por encima de..." cumplen una función tan primordial como necesaria.
Desarrollan en nuestra conciencia un determinismo fatal, nos arrebatan la capacidad
de resistencia, los recursos colectivos para afrontar situaciones tan atentatorias
contra los derechos sociales duramente
conquistados a lo largo de años.
Las podríamos
creer, pero son falsas. Todos mienten.
Hay otras
muchas palabras y sintagmas cuyo
significado conocemos con certeza, las padecemos sobre la piel y nos flotan en la conciencia de forma permanente: paro, miseria, desesperanza, privación de derechos,
cierre de hospitales, copago de los ancianos pensionistas, escuelas depauperadas,
personas dependientes abandonadas a su suerte, generaciones enteras de gente
muy capaz y preparada sin futuro, país colonizado…
En
realidad, Europa es como una de esas charcas infectas de la sabana Africana
cuando se retrasa la estación húmeda. Bulle de animales que buscan sobrevivir
en sus orillas o en su interior. Si las lluvias tardan demasiado, al final sólo
resisten los más fuertes. Los otros han muerto o han sido devorados. El último
lodazal es el reino del caimán más poderoso. Dueño del cieno maloliente, pero hambriento
y solo. Ángela Merkel debería ver, de vez en cuando, el canal National
Geographic.
A veces, hasta
el caimán perece por falta de alimento.
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