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domingo, 2 de junio de 2013

Los nuevos campos de exterminio

  "La juventud europea ha de elegir entre tener un empleo mal pagado o no tener un empleo". Son palabras recientes, -la semana pasada-, de la canciller Ángela Merkel.
            El mucho trato y el haber soportado su influencia nefasta en nuestras propias carnes ha hecho que nos hayamos ido familiarizando con el núcleo de su pensamiento, como portavoz de los intereses a cuyo servicio dedica su éxito político. No hace demasiado Ángela Merkel desgranaba las cifras que le quitan el sueño. "El coste social de los Estados Europeos nos hace inviables. De seguir con esta dinámica, pronto seremos un parque temático para turistas chinos".
            Ayer sin ir más lejos. Luis Linde, el gobernador del Banco de España, tras reconocer que las medidas establecidas por la Reforma Laboral de este gobierno, a pesar de su extrema dureza, no han servido para frenar el desempleo, propone con una frescura que ronda la desvergüenza o la ausencia de conciencia social, que la solución estriba en que los trabajadores acepten remuneraciones por debajo de convenio o por debajo del salario mínimo interprofesional que establece la ley. Insistía, además, en que el gobierno haga entrar en vigor la reforma en la edad de las jubilaciones, que el límite mínimo de 67 años entre en vigor ya en 2014.
            Conviene vivir con la mente muy atenta a esos mensajes, distantes en el tiempo en ocasiones, emitidos por voces diferentes. Son emisores diferentes, pero sirven al mismo dueño y sus discursos son segmentos de un mensaje único. 
            Europa es cara. 
            El capitalismo es ubicuo; no tiene banderas ni amor a ninguna patria. Su única patria es el dinero. La deslocalización es su instrumento primordial.
            Esa Europa cara, con altos costes sociales, fue un día la referencia humana. Costó sangre, revoluciones, guerras, pero logramos una sociedad infinitamente más equilibrada y más justa que ningún otro continente de la tierra. 
            No fue un logro casual. 
            A un lado de sus fronteras, Europa coexistió en los años difíciles con un régimen político y económico diametralmente opuesto que no aceptaba la propiedad privada de los medios de producción  ni dejaba la gestión económica al albur de los mercados. Confiaba más en la planificación del Estado. Proletarios, obreros de la Europa occidental tenían esa referencia como alternativa posible en sus malos momentos. Y hubo muchos.
            En el interior de sus fronteras, Europa soportaba la presión de los propios partidos de izquierda, potentes, organizados, con amplio apoyo social e intelectual.
            Y surgió una Europa cara, porque los Estados construidos sobre esa confluencia de factores cumplieron su función primordial, redistribuir la riqueza generada en el proceso productivo: salarios dignos, y servicios públicos que compensaran las desigualdades de renta sin excluir a nadie, y que se han plasmado, durante muchos años, entre otros muchos, en la Sanidad Pública gratuita o casi, Enseñanza Pública gratuita que garantiza la igualdad de oportunidades que reclama la sociedad abierta y Sistema de pensiones que garantizan un vida digna a los trabajadores cuando se cumple su ciclo productivo.
            Sí, aun con sus imperfecciones llamativas, ningún lugar de la tierra era mejor habitación que Europa. Pero, cara; muy cara.
            Y os pondré un ejemplo que he estudiado de forma concienzuda, sin cansaros con datos. Recientemente me he visto obligado por compromisos sociales, que no vienen al caso, a disfrazarme, según establecen los cánones sociales y mi propia edad con un traje adecuado y una camisa al efecto. Hablaré de la camisa, que dado mi natural escasamente formalista, no podía ser suplida con las propiedades que cuelgan en mi armario. Cincuenta euros costó la condenada camisa. Analicé su procedencia. "Made in Korea". Estudié los costes de forma aproximada teniendo en cuenta datos objetivos de salarios en el lugar de origen, costes sociales - nulos- para la empresa fabricante, gastos en materias primas, y gastos de transportes: cinco euros aproximadamente. 
            El margen para el vendedor, una firma nacional de prestigio en la confección masculina, cuarenta y cinco euros. 
            Hechos los cálculos pertinentes del margen para el vendedor si la camisa se hubiera fabricado en Dos Hermanas, Toulouse, Villamanrique, o Capua estos no superarían los quince euros en el mejor de los casos, si mantuvieran el precio final. Cuarenta y cinco a quince. Ya me diréis.
            Europa es cara, porque permite menos beneficios al capital que nos gobierna.
            Y el capitalismo ha decidido que su beneficio es sagrado.
            Ya nos parece que la duración de lo que hemos dado en llamar crisis económica en Europa se ha dilatado mucho. En realidad, se dilata porque resistimos demasiado. La crisis es sólo el instrumento para abaratar los costes de producción. Lo ha dicho Merkel. La alternativa es clara: trabajo mal pagado o ningún trabajo. Lo ha dicho Linde. La solución es trabajar por debajo de los límites legales del salario mínimo. 
            Los gobiernos europeos y las diferentes Instituciones Comunitarias en general, lejos de defender nuestro modelo de vida, los logros políticos y sociales de nuestro devenir histórico, secundan las propuestas del capitalismo sin fronteras. Y la vieja izquierda humanista y valerosa en otros días mejores está desaparecida.
            Lo que ahora está sucediendo ante nuestros ojos es que se levantan nuevos campos de exterminio en los países de economía más frágil. Se exterminan de forma paulatina los derechos sociales tan laboriosamente conquistados. 
            Si alguien en Europa cree que esto es únicamente una cuestión de azar y que los países del Sur lo merecemos por nuestra proverbial falta de previsión, se equivoca. Los edificios empiezan a derrumbarse por los pilares más frágiles, pero acaban en ruina general.
            El mensaje que nos cerca desde todos los rincones es muy claro, Europa es muy cara y el capitalismo necesita apuntar en su cuenta de resultados cada derecho que nos arrebata. Los derechos sociales, los derechos humanos están reñidos con esa filosofía criminal que lo sustenta. 
   Lejos de exportar nuestro sistema social, de exigir que el capitalismo deslocalizado respete los derechos humanos en cualquier región de la tierra que produzca bienes cuyo mercado principal seamos nosotros - nos sobran instrumentos- , nos obligan a retroceder siglos en conquistas sociales.
  Desconozco los límites legales que las fronteras establecen todavía. Perdonaré por la duda formal a Frau Merkel, con la esperanza injustificada de que su electorado le cobre esta factura en las elecciones de otoño.  ¡Y aun hay quien dice que el pueblo alemán es un pueblo lógico y racional! Pero creo que, por lo que a nosotros se refiere, Linde debiera haber dormido desde anoche en prisión preventiva por enaltecimiento del terrorismo contra los derechos laborales de los trabajadores de este país.
            Por si no ha quedado claro, os resumo el contenido de la indignidad que hoy me sacude la conciencia. El capitalismo que rige nuestras vidas reclama, como parte de su beneficio, nuestros salarios, nuestras pensiones y el dinero que el Estado destina a la Educación, a la Sanidad Pública, a generar empleo - es la mayor empresa del País y la única que por definición tiene una proyección social obligatoria-, y a la atención de las personas dependientes. Lo llaman crisis, pero es un robo a gran escala, al amparo de las leyes que ellos mismo han elaborado para poner cadenas a nuestra indignación. Y el Partido Popular es el cómplice necesario y complaciente que nos conduce al matadero. ¡Votadlo! Es vuestro derecho indiscutible. La Constitución, que prostituyen cada día, lo garantiza.



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