Hasta tal punto la
inmoralidad se ha adueñado de nuestro presente que vivimos rodeados de
conceptos vacíos. Creemos ser dueños de nuestras vidas, de nuestro tiempo, de
nuestros movimientos y del espacio por el que circulamos casi sin limitaciones.
Es sólo un espejismo inducido por convencionalismos hábilmente incorporados a
nuestra existencia con el propósito de mantenernos apaciguados, como a un
rebaño al que se le permite la ilusión de sentirse dueño de sus movimientos en
el prado donde lo apacienta su pastor.
Derechos humanos es, en los tiempos que
corren, el concepto más distante de su significado original que yo conozco. A
no mucha distancia en cuanto al proceso demoledor de vaciedad de contenido al
que actualmente es sometida está la palabra libertad. Podemos continuar durante
mucho tiempo enunciando conceptos desnaturalizados por la degradación de los
valores humanos; o retorcidas perífrasis con las que los comunicadores
oficiales intentar enmascarar las medidas inhumanas o las situaciones
insostenibles.
Pero, por rabiosa actualidad, el concepto
que acaba de desnucarse ante los ojos de mucha gente incauta es el derecho a la
privacidad en nuestras vidas personales.
De pronto nos hemos enterado.
EE.UU. espía al mundo entero por
razones de seguridad. Luxemburgo espía al Gran Duque y al Jefe de Gobierno.
Inglaterra espía a sus ciudadanos siguiendo los pasos del amigo americano. Y ya
sabíamos que China utiliza el ciberespacio como escenario de una guerra sorda.
Y por lo que a mí se me alcanza, estos casos que la prensa airea son sólo el
exponente de procedimientos generalizados, y no sólo por parte del poder
político, sino, sobre todo, por parte del poder económico que maneja el mundo.
La red y la telefonía móvil han
supuesto una revolución sin precedentes en la historia humana. Nunca nadie tuvo
a su alcance instrumentos más poderosos para la comunicación. Pero tampoco
nunca tuvieron los que administran el poder una cadena más segura con la que
sujetarnos del collar.
Admitámoslo. La libertad en su sentido
estricto ha muerto. Nos queda su reflejo como señuelo. Mientras nos lo
muestren, creeremos que somos los dueños de nuestras decisiones. Y, quizás, en
cierta medida aun seamos dueños de algunas en la esfera privada, pero sólo de
aquellas que no afectan al orden que nos han diseñado.
Vuestra tarjeta de crédito es una
enciclopedia sobre vuestra vida que es escrutada minuciosamente con objetivos
muy diversos. Vuestro banco vende esos datos. Vuestra compañía de teléfonos
vende vuestros datos a empresas que se dedican, luego, a ofreceros productos
por teléfono. La corrupción en determinados servicios públicos pone en
circulación infinidad de datos vuestros, datos que corresponden a vuestra
privacidad. Figuráis en miles de bases de datos como objetivo comercial, fundamentalmente,
pero también por otras razones.
Vuestras apariciones en la red están
sometidas a un escrutinio feroz, o lo estarán algún día cuando alguien necesite
información sobre vosotros. Hay ya estimaciones reales de que la mitad de los
jóvenes que soliciten trabajo en el futuro quizá vean condicionada su
consecución por el perfil de sí mismos que han ido dejándose a girones en la
red. El curriculum será un aspecto secundario. La empresa valorará más la
"huella digital".
Estamos troceados y repartidos, como casquería,
en los tenderetes de un mercado inmoral.
Así que Obama y sus procedimientos no
son algo novedoso. Solo gente cándida podría sentirse sorprendida.
Obama, la esperanza negra de este mundo
convulso necesitado de esperanzas, aunque resulten imposibles, afirmó que no se
había espiado a un solo americano; solo a extranjeros, porque los extranjeros,
al no estar protegidos por las barras y estrellas, carecemos de
privacidad.
Mentía, ¡claro!
Yo hace meses que compruebo que les
interesa lo que escribo. No os diré cómo ahora, pero es fácil saberlo.
Escondidos en sus madrigueras blindadas y armados de sus programas secretos se
creen a salvo, porque desprecian la mente humana. Se equivocan. La máquina
perfecta la diseñó la evolución en un largo proceso y la llevamos entre los
huesos del cráneo. No son los únicos que indagan en los contenidos de este blog
que intenta denunciar los procedimientos del capitalismo y la servidumbre de
los gobiernos cómplices. No me incomoda. Escribo para que los demás lo lean. Me
produce regocijo que se alarmen. Ellos y media Europa. Y si uno quiere visitas
de un lugar determinado, sólo tiene que utilizar palabras clave, las que hacen
saltar las alarmas de la seguridad local. Resulta divertido juguetear con
ellos; en el fondo están automatizados por el miedo y por el afán de
controlarlo todo. Pero, resultan peligrosos para la libertad humana. Son la
nueva forma del totalitarismo. Se saben impunes y no tienen el freno de ningún
principio moral.
Aunque resulte insólito,-
estábamos convencidos de que los políticos son gente honesta-, hemos sabido que
Obama es un político que miente, porque de su espionaje no se ha librado
el pueblo americano.
La realidad es que un peón minúsculo
del gran engranaje de la CIA, probablemente el que curioseaba vuestro blog
hasta la semana pasada en busca de palabras peligrosas, un tal Edward
Snowden, un tipo con cara de chico educado, seguramente mormón de clase media
acomodada, se ha ido de la lengua en un arrebato de honestidad, dolido por la
intromisión del Estado en la privacidad de sus conciudadanos.
Casualidades de la vida. Ha sucedido
un par de días antes de la cumbre entre Obama y Xi Jinping, el presidente
chino. Había cosas que tratar. Ahora China es el gran competidor por el dominio
del mundo. El "sueño chino", control de los recursos naturales de
forma silenciosa y feroz competencia comercial con Occidente, comienza a ser
mucho más que un sueño. Se sustancia cada día un poco más. Y si no se puede
dominar a China, parece llegado el tiempo de los pactos.
Obama se guardaba un reproche poderoso
para esta cumbre, la agresividad china en el uso del ciberespacio para el
espionaje militar, político, industrial y de cualquier otra índole.
Casualidades de la vida, la inoportuna filtración
de los procedimientos del gobierno norteamericano lo ha dejado al descubierto,
desautorizado para hacer a China reproche alguno.
En realidad, hemos asistido a
la apertura en una compleja partida de ajedrez. De salida, China ha logrado ya
una posición ventajosa. Seguramente Edward Snowdem, ese espía insignificante
pero dueño de un arsenal de información, es infinitamente más rico que la
semana pasada. Previsoramente se encuentra refugiado, -oficialmente de
vacaciones por motivos de salud-, en Hong Kong. Desde allí nos da lecciones
sobre la libertad de expresión y el derecho a la privacidad de las personas.
¡¡Estupendo!!
Un tipo de la CIA con aspiraciones de
convertirse en referente mundial de honestidad.
Aprovecho para saludar al compañero de
Snowdem que leerá esta entrada muchos minutos antes que vosotros, en busca de
contenidos peligrosos para la seguridad de su país.
Un consejo, si me lo permite, señor
espía de guardia. Debiera aprovechar la situación para solicitar aumento de
sueldo. Ponga sobre la mesa el caso del compañero Snowdem. Un espía mal pagado,
y dueño de información tan delicada, sí resulta un peligro verdadero para la
seguridad de cualquier país. Como todos los seres monstruosos, cualquier forma
de totalitarismo tiene la autodestrucción en su código genético. Si no entiende
algún concepto, conoce mi correo; puede solicitar aclaración.
¡Ea, buen servicio! Si es usted un
honorable padre de familia americano, salude en mi nombre a su señora y a sus
hijos.
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