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jueves, 20 de junio de 2013

Las condiciones de los vencedores

    No sé si todavía habrá personas que no estén convencidas de que vivimos una guerra, sorda, sin bombardeos y sin cadáveres, pero con idénticos objetivos que las guerras convencionales, el dominio de territorios, de materias primas, de riquezas, el sometimiento de otros pueblos y el pago de los daños de guerra a quienes resultaron vencedores. 
            En los momentos en que uno de los contendientes acepta la derrota, tienen lugar las mal llamadas conferencias de paz en la que los vencedores establecen sus duras condiciones a quien perdió el envite. 
            Yo creo que nosotros, España me refiero, se da por territorio sometido. 
            Tienen a Grecia en los últimos estertores, casi olvidada ya en su miserable situación, humillada y sometida al desprecio de los socios ricos. Un país imposible. Reconocen que erraron en las medidas que aplicaron a su frágil situación económica. Un país deshecho, pero nadie ha acabado en la cárcel de por vida por recetar la ruina a una nación y a un pueblo. Y ahora mantienen su agonía para que sirva de referencia a los demás. 
            "Así os veréis algún día, si osáis resistir a nuestra fuerza", nos dicen, señalando con dedo acusador a la cuna de Europa. 
            Y os recuerdo que el FMI estaba entre los médicos de urgencia que provocaron el coma irreversible.
            Portugal se desangra lentamente. Es tierra conquistada, sometida, pero su rendimiento, su Producto Interior Bruto, no la hace una presa demasiado apetecible. Es una víctima colateral, imprescindible en la reconquista paulatina de Europa, porque, como en la última gran guerra, la reconquista ha comenzado por el Sur.
            España está en los objetivos inmediatos e importantes. Es una pieza básica, una de las economías más poderosas del mundo convertida en rehén es un proyecto tentador. Nos ven derrotados o conocen que estamos aguantando con las últimas reservas. 
            El FMI nos ha enviado su misión, con el encargo de hacernos llegar el ultimátum.
            Sí, de nuevo el FMI, el médico verdugo que ayudó a arruinar al pueblo griego.
            Nos ofrecen la paz - el crecimiento a medio plazo y la generación de empleo de forma paulatina-, pero establecen sus duras condiciones.
            La reforma laboral les parece insuficiente; es necesaria una mayor flexibilidad laboral. El término flexibilidad comienza a ser odioso. En esta ocasión lo han traducido en sus temibles significados:   reducción significativa de salarios, aparcar los convenios colectivos, incluso los que estén en vigor, y reducción inmediatas de cotizaciones empresariales a la Seguridad Social. No contentos con ello, la propuesta  estrella que es un claro desprecio a la soberanía de este país, al ordenamiento legal que nos hemos otorgado, y a los derechos de los trabajadores en un país civilizado y democrático, - eso creemos-, propone alejar a los jueces de las relaciones laborales y, especialmente, de los despidos. Es decir proponen la ley de la selva para regular los contratos de trabajo. Barra libre al capital, sin incómodas regulaciones legales sometidas a la mirada escrutadora de los jueces. ¡Fuera el tercer poder de los asuntos delicados!
            Es la propuesta de un vencedor inhumano y cínico a un pueblo cautivo y derrotado.
            Sobre la disminución de los ingresos del Estado, si se reducen las cotizaciones sociales de la Empresa, dan, por supuesto, solución. ¿Creéis que han hablado de un sistema impositivo que establezca una fiscalidad progresiva que grave más a quien más tiene? ¿Creéis que han propuesto medidas eficaces para combatir el fraude fiscal? ¿Creéis que han traído propuestas para la eliminación universal de los paraísos fiscales? ¡No sabéis de economía real, ilusos! La solución está en el aumento del IVA, en los impuestos indirectos, los más injustos que se pueden establecer.
            ¿Mejorará el consumo con esta batería de medidas de guerra? ¿Cómo no...?- nos dicen. La gente prefiere ganar una miseria a estar parado. Ahorraremos prestaciones a los desempleados. Y los nuevos esclavos afortunados se gastarán la miseria, desde luego.
            O sea, nos ven en las últimas; predispuestos  a aceptar las condiciones inaceptables que nos devuelvan a la Segunda Revolución Industrial. Hablábamos de un retroceso  de treinta años, pero nos han abierto la puerta y nos hemos dado de cara con el siglo XIX.
            Seguramente estamos derrotados, porque la misión criminal del FMI no traía bandera blanca, sino condiciones inhumanas, soberbias,  humillantes. Y escaparon ilesos.
            Europa, la Europa de los hombres y mujeres que se ganan la vida trabajando, contempla nuestra desgracia con notable indiferencia. Parecen no advertir que ellos serán el próximo objetivo. No quieren saber que en esta guerra no hay territorios neutrales, porque Europa es cara; los derechos laborales y ciudadanos que establecimos como ámbito para la convivencia de los pueblos son una forma de competencia con los beneficios del capitalismo inhumano y criminal. Sí, criminal. Hay quien ya me ha recriminado la dureza de mis calificativos, pero no tengo otro adjetivo para calificar los procedimientos empleados. Son una forma de crimen programado contra los pueblos y contra los derechos humanos.
            La Europa ciudadana debe saber que solo es cuestión de tiempo que la alcance esta mano de hierro. Y cada pueblo derrotado será una palanca para minar los derechos del vecino. No hay un ácido más corrosivo que el hambre para la solidaridad entre los seres humanos. 
            Quizá mañana será tarde para parar los pies a este monstruo, cada vez más voraz, más violento, más poderoso y más fortalecido por las instituciones y los gobiernos cómplices. O comprados.


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