No sé si todavía habrá
personas que no estén convencidas de que vivimos una guerra, sorda, sin
bombardeos y sin cadáveres, pero con idénticos objetivos que las guerras
convencionales, el dominio de territorios, de materias primas, de riquezas, el
sometimiento de otros pueblos y el pago de los daños de guerra a quienes
resultaron vencedores.
En los momentos en que uno de los
contendientes acepta la derrota, tienen lugar las mal llamadas conferencias de
paz en la que los vencedores establecen sus duras condiciones a quien perdió el
envite.
Yo creo que nosotros, España me
refiero, se da por territorio sometido.
Tienen a Grecia en los últimos
estertores, casi olvidada ya en su miserable situación, humillada y sometida al
desprecio de los socios ricos. Un país imposible. Reconocen que erraron en las
medidas que aplicaron a su frágil situación económica. Un país deshecho, pero
nadie ha acabado en la cárcel de por vida por recetar la ruina a una nación y a
un pueblo. Y ahora mantienen su agonía para que sirva de referencia a los
demás.
"Así os veréis algún día, si osáis
resistir a nuestra fuerza", nos dicen, señalando con dedo acusador a la
cuna de Europa.
Y os recuerdo que el FMI estaba entre
los médicos de urgencia que provocaron el coma irreversible.
Portugal se desangra lentamente. Es
tierra conquistada, sometida, pero su rendimiento, su Producto Interior Bruto,
no la hace una presa demasiado apetecible. Es una víctima colateral,
imprescindible en la reconquista paulatina de Europa, porque, como en la última
gran guerra, la reconquista ha comenzado por el Sur.
España está en los objetivos inmediatos
e importantes. Es una pieza básica, una de las economías más poderosas del
mundo convertida en rehén es un proyecto tentador. Nos ven derrotados o conocen
que estamos aguantando con las últimas reservas.
El FMI nos ha enviado su misión, con el
encargo de hacernos llegar el ultimátum.
Sí, de nuevo el FMI, el médico verdugo
que ayudó a arruinar al pueblo griego.
Nos ofrecen la paz - el crecimiento a
medio plazo y la generación de empleo de forma paulatina-, pero establecen sus
duras condiciones.
La reforma laboral les parece
insuficiente; es necesaria una mayor flexibilidad laboral. El término
flexibilidad comienza a ser odioso. En esta ocasión lo han traducido en sus
temibles significados: reducción significativa de salarios, aparcar los
convenios colectivos, incluso los que estén en vigor, y reducción inmediatas de
cotizaciones empresariales a la Seguridad Social. No contentos con ello, la
propuesta estrella que es un claro desprecio a la soberanía de este país,
al ordenamiento legal que nos hemos otorgado, y a los derechos de los
trabajadores en un país civilizado y democrático, - eso creemos-, propone
alejar a los jueces de las relaciones laborales y, especialmente, de los
despidos. Es decir proponen la ley de la selva para regular los contratos de
trabajo. Barra libre al capital, sin incómodas regulaciones legales sometidas a
la mirada escrutadora de los jueces. ¡Fuera el tercer poder de los asuntos
delicados!
Es la propuesta de un vencedor inhumano
y cínico a un pueblo cautivo y derrotado.
Sobre la disminución de los ingresos del
Estado, si se reducen las cotizaciones sociales de la Empresa, dan, por
supuesto, solución. ¿Creéis que han hablado de un sistema impositivo que
establezca una fiscalidad progresiva que grave más a quien más tiene? ¿Creéis
que han propuesto medidas eficaces para combatir el fraude fiscal? ¿Creéis que
han traído propuestas para la eliminación universal de los paraísos fiscales?
¡No sabéis de economía real, ilusos! La solución está en el aumento del IVA, en
los impuestos indirectos, los más injustos que se pueden establecer.
¿Mejorará el consumo con esta batería de
medidas de guerra? ¿Cómo no...?- nos dicen. La gente prefiere ganar una miseria
a estar parado. Ahorraremos prestaciones a los desempleados. Y los nuevos
esclavos afortunados se gastarán la miseria, desde luego.
O sea, nos ven en las últimas;
predispuestos a aceptar las condiciones inaceptables que nos devuelvan a
la Segunda Revolución Industrial. Hablábamos de un retroceso de treinta
años, pero nos han abierto la puerta y nos hemos dado de cara con el siglo XIX.
Seguramente estamos derrotados, porque
la misión criminal del FMI no traía bandera blanca, sino condiciones inhumanas,
soberbias, humillantes. Y escaparon ilesos.
Europa, la Europa de los hombres y mujeres
que se ganan la vida trabajando, contempla nuestra desgracia con notable
indiferencia. Parecen no advertir que ellos serán el próximo objetivo. No
quieren saber que en esta guerra no hay territorios neutrales, porque Europa es
cara; los derechos laborales y ciudadanos que establecimos como ámbito para la
convivencia de los pueblos son una forma de competencia con los beneficios del
capitalismo inhumano y criminal. Sí, criminal. Hay quien ya me ha recriminado
la dureza de mis calificativos, pero no tengo otro adjetivo para calificar los
procedimientos empleados. Son una forma de crimen programado contra los pueblos
y contra los derechos humanos.
La Europa ciudadana debe saber que solo
es cuestión de tiempo que la alcance esta mano de hierro. Y cada pueblo
derrotado será una palanca para minar los derechos del vecino. No hay un ácido
más corrosivo que el hambre para la solidaridad entre los seres humanos.
Quizá mañana será tarde para parar los
pies a este monstruo, cada vez más voraz, más violento, más poderoso y más
fortalecido por las instituciones y los gobiernos cómplices. O comprados.
Gracias.
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