Francisco G. Basterra en EL País de hoy - 22 de
diciembre, el mundo sigue muy a despecho de los catastrofistas- , en sus
reflexiones sobre el mal año europeo que no ha podido, afortunadamente, con el
euro, habla de las tres cifras que torturan a Merkel, empeñada en cuadrarlas
según sus preferencias, las del liberalismo más radical e insolidario que
hayamos conocido.
La primera es el
porcentaje de la población europea. Somos, tan sólo el 7,5 % de la población
mundial.
La segunda cifra que
maneja es nuestro PIB, considerando todos los países de la Unión. Nuestro
porcentaje de colaboración a la economía global del Planeta es el 25%.
Esas cifras son pura
constatación de los hechos objetivos.
Es la tercera cifra la que
le produce un rechazo indominable. La Unión Europea soporta el 50% de los
gastos sociales de todo el mundo. Recordaré que “gastos sociales” significa la
devolución en servicios de los impuestos a la ciudadanía por parte de los
Estados. Y cuando hablamos de servicios, hablamos de condiciones de vida, de
igualdad efectiva de acceder a los servicios públicos sin distinciones por
situación social o económica: sanidad, educación, dependencia, justicia, y
derechos en general.
Según
ella, esa línea de comportamiento nos convertirá en un parque temático para
turistas chinos. No se pregunta Merkel qué diablos hace el resto del mundo con
los impuestos de sus ciudadanos. Considera que nuestra situación en cuanto a
gastos sociales nos hace menos competitivos. Hay que renunciar a esos gastos
cuanto antes.
Lo que para muchos de
nosotros es –quizá habría que decir era- un orgullo, es para ella una lacra. No
defiende el modelo social europeo, surgido de experiencias muy traumáticas, y
que representaba hasta hace poco la referencia para el resto del mundo. Lo
lapida.
Pero no hace referencias a
las otras cifras. Quizás la canciller de hierro debiera hacerse preguntas más
humanas. ¿Cómo es posible que en la zona del mundo donde se produce el 25% de
la riqueza de la tierra haya treinta
millones de parados, un alto porcentaje de su población esté ya excluida y
otro, aun mayor, corra riesgo de exclusión? ¿Cómo es posible que muchos
ciudadanos de la Unión Europea busquen alimento en los contenedores de basura?
¿Cómo es posible que muchos ciudadanos europeos mueran por no tener acceso a
los medicamentos que garantizan su vida? ¿Cómo es posible que muchos
ciudadanos, los mejor preparados de la historia, tengan que sobrevivir,
especialmente en su país, con dos “masters”
de universidades europeas y salarios de hambre?
Quizás a la canciller de
hierro le sobra biblia y le falta conciencia. Los sobrados de biblia andan
cortos de conciencia social. Cabría una pregunta, una sola, ¿cómo es posible
que la Europa humanitaria consienta la distribución injusta de toda esa riqueza?
Merkel está contaminada.
Le han inyectado el capitalismo en vena, es cierto. Pero, además, tiene la
contaminación más dañina, la justificación religiosa de la injusticia. Los
ricos de este mundo lo son porque dios, alguno de los dioses que flotan sobre la nebulosa del temor a la
muerte, premia sus honestidad y su trabajo. Los ricos son los mejores de este
mundo. Su enriquecimiento es la señal de que dios aprueba su actuación. Los pobres lo son por justa penitencia.
Ahora alaba a China. Es su
modelo. En mi opinión, respetando su difícil trayectoria histórica, hoy por hoy
China es el país más bipolar de la tierra. Dictadura de partido único,
comunista, pero capitalismo salvaje y sin control en la práctica. No hay ni un
control de calidad sobre sus propios productos. Es el país más contaminador del mundo , casi en paridad con los Estados Unidos. Si alguno de los derechos
humanos se respeta allí, será obra del azar. En fin, ¿de qué puede ser modelo
China hoy en el mundo? Sólo de que mejora su producto interior bruto de forma llamativa. Pero, ¿a costa de qué…?
Dice G. Basterra que cabe
la posibilidad de que muchos europeos la consideren como la mujer del año.
Salvo si fuera en sentido negativo, como la mujer nefasta del año, yo disiento.
En mi opinión, por dañina, merece institución cerrada y olvido cuanto antes.
Al parecer, ella no leyó
las recomendaciones de Thomas Mann. Tras la Segunda Guerra Mundial, el
novelista advirtió a los alemanes de que
nunca más persiguieran una Europa alemana; que se contentaran con construir una Alemania cada vez más europea.
Merkel sólo leerá su Biblia protestante. No parece haber leído a Thomas Mann.
Pues, eso. ¡Institución
cerrada antes de que nos destruya definitivamente!
Cada vez que Alemania ha aspirado a dominar Europa ha generado catástrofes imborrables en la historia de los seres humanos.
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