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sábado, 13 de julio de 2013

Y,¿ahora, qué...?

                  Quizá habrá que esperar a las declaraciones de Bárcenas ante el juez Ruz el lunes próximo. ¿Mantendrá sus afirmaciones ante Pedro J. Ramírez en sede judicial? ¿Su nuevo abogado defensor lo convencerá de que eso sería autoinculparse gravemente, pero que las culpas ajenas estarían ya prescritas? ¿Lo convencerá de que en ese intento de pasar factura a sus antiguos jefes, cómplices, compañeros de ese viaje por la alcantarillas de la corrupción, que de forma metafórica alguien resumió en una frase bíblica -"muera Sansón y los filisteos"- no traerá más muerte que la del propio Sansón, mientras los filisteos saldrán indemnes...?
            Ni el Partido Popular lo sabe. Ni el partido, ni el gobierno, ni la cúpula directiva. Todos están preocupados; saben con certeza que ya no controlan a Bárcenas, porque no han podido garantizar sus exigencias. Es lo que tiene la maldita separación de poderes en la muy defectuosa democracia. Que casi nunca se controla todo. 
            En realidad, las declaraciones de Bárcenas resultan irrelevantes a efectos de opinión pública. La verdad la conocemos todos. 
            El asunto es, en mi opinión, es que de Bárcenas dependemos todos en cierto modo en los próximos meses. No es Rajoy su único rehén. Todos somos rehenes de Bárcenas, es decir  somos rehenes del procedimiento ilegal de financiación del partido Popular durante casi toda su historia. La corrupción beneficia a unos pocos. Sin embargo, cuando comienza su deriva destructiva, afecta con sus secuelas venenosas a la vida de todo un país. No sólo hay que evaluar lo que nos han robado. Hay que evaluar lo que aún nos harán perder.
            ¿Ahora qué? 
            Seguramente es una pregunta pertinente.
            Así que os la dejo, por si se os ocurre una respuesta.
            Dice Ansón, ese viejo referente de la derecha mediática, que las próximas elecciones las ganará el "Frente Popular" de nuevo. Hace referencia sin duda a que los votos acumulados del PSOE en franco retroceso y los  de Izquierda Unida, beneficiaria del desencanto de la izquierda sociológica y en crecimiento llamativo más por los deméritos ajenos que por los aciertos propios, podrían dar como resultado, mediante pactos, una mayoría de gobierno.
            Su oráculo no es sólo un oráculo. Es, sobre todo, una amenaza. La derecha, con reminiscencias franquistas, y Ansón no podrá negar nunca sus orígenes, se ha acostumbrado a emplear el tópico de que el Frente Popular, su triunfo en las elecciones del 36, fue la causa que justificó la guerra civil, porque era una garantía de desgobierno. Pero quien actuó contra la legitimidad democrática fue la derecha terrateniente - no había otra en España-, la Iglesia católica empeñada en dominar a una nación e imponerse a la conciencia de los seres humanos, y una buena parte del ejército cuyos oficiales en su mayor parte eran miembros segundones de las familias terratenientes. Nunca aceptaron, cada uno según sus intereses, la Reforma Agraria que pretendía modernizar las estructuras económicas de un país anclado en el siglo XIX, incapaz de competir económicamente con los países industrializados de Europa; ni la Reforma Educativa que pretendía modernizar al país mediante el instrumento más poderoso de promoción social , la educación; ni la Reforma Social que intentaba una redistribución más justa de las rentas mediante el reconocimiento de derechos ciudadanos y sociales.
            El Frente Popular fue la reacción desesperada de un pueblo al que se le negaba el acceso al futuro. Nada más que eso. Y ganaron unas elecciones democráticas, confiando en que las reglas de juego fueran respetadas. Como sabemos, fue una esperanza fatua.
            La Historia tiene muchos capítulos, pero el crimen del golpe de Estado tiene padre y madre. Y apellidos.
            Las circunstancias actuales son casi tan desesperadas como entonces, salvando las distancias. E igualmente, las relaciones cainitas entre las fuerzas de izquierda derivadas de la historia reciente durante el proceso democrático. Pero no sería mala alternativa. Izquierda Unida mantiene una pureza ideológica y un mensaje más acorde con muchas de las demandas ciudadanas. El PSOE, suponemos que mantendrá cuadros capacitados, especialmente en las política internacional, aspecto hoy que resulta imprescindible en la aldea global en la que vivimos. Sería una solución de emergencia, desde luego.
            Porque la solución verdadera pasa por la regeneración del sistema democrático. Y no es empresa baladí.
            La solución es ciudadana. Advierto, con más frecuencia de la deseada, a la ciudadanía cabizbaja, derrotada, casi convencida de que soportamos la maldición de Gürtel, de los ERE, de Bárcenas, de los políticos aprovechados que usan la delegación ciudadana para el enriquecimiento propio, como una dura penitencia por sepa dios qué pecados aferrados a nuestro código genético. 
            Es mentira. No somos rehenes de los partidos políticos.  Los partidos son el instrumento que aceptamos como medio de participación ciudadana en el proceso democrático. Ningún ser humano es esclavo de sus instrumentos. Siempre puede desecharlos y buscar instrumentos nuevos que se adapten mejor a sus necesidades. En esas estamos y ese debería ser nuestro objetivo primordial en los próximos meses. 
            No conviene que nos distraigan demasiado con los papeles de Bárcenas. Ya sabemos lo que contienen. Ni con los ERE; también sabemos que ha sido una fórmula novedosa de saqueo amparada en una intención irreprochable.
            Hay que pensar en el futuro. Y quien merezca la cárcel, ya tarda en estar donde merece. Sin límites institucionales. Las instituciones solo son dignas cuando representan dignamente a los ciudadanos. Por sí mismas, una vez corrompidas, no valen ni su peso en papel de embalaje.

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