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Yo no compraría el diario El Mundo ni por prescripción
facultativa. Ayer, no obstante, lo compré.
Supongo que, como yo, mucha gente lo
haría de forma excepcional. Ayer, El Mundo, la peor inversión de Berlusconi en
una cabecera de periódico que acumula pérdidas millonarias, seguramente duplicó
sus ventas. Por fin Bárcenas, conocedor sin duda de que le estaban preparando alojamiento
en Soto del Real, establecía una maniobra defensiva.
Pedro J. Ramírez es un intrigante
compulsivo, pero cuenta la verdad, sin duda alguna. No toda la verdad, desde
luego. Cuatro horas de entrevista con un hombre, seguramente desesperado, dan mucho
juego. El director de El Mundo administrará ahora los tiempos para ir
desgranando poco a poco el resto de las confidencias de Bárcenas. Será bueno
para las ventas del diario y Pedro J. gozará con su juego preferido.
Que ha habido pacto es evidente.
Bárcenas ha solicitado aparecer como un hombre de partido. Su única culpa ha
sido cumplir órdenes de instancias superiores sin entrar en valoraciones
morales.
En realidad, salvo detalles de sus
relaciones personales con la cúpula del Partido durante los últimos tiempos,
sólo hay un aspecto verdaderamente novedoso en la entrevista: el reconocimiento
de Bárcenas de que la única ilegalidad que él ha cometido ha sido a instancias
de María Dolores de Cospedal. Cobró por encargo del PP de Castilla-La Mancha una
comisión de doscientos mil euros a una empresa constructora a cambio de la
adjudicación de una contrata municipal. O sea, la impoluta Cospedal no tiene
las manos tan limpias. ¿Quién las tendrá?
Bárcenas reconoce los hechos, la
financiación ilegal del Partido Popular desde hace, al menos, veinte años. Él
sólo ha sido un continuador de un sistema que encontró en perfecto
funcionamiento. Y lo ha hecho por fidelidad. Es su partido. No necesitábamos
esta confirmación. Lo sabemos desde el caso Naseiro. Lo ha puesto blanco sobre
negro la trama soberbia y descarada de la "Gürtel". Sus
papeles, los papeles comprometedores cuya autoría reconoce en la entrevista, no
son sino la confirmación definitiva con nombres y apellidos.
La corrupción institucional contamina
inevitablemente a las personas, a los administradores y a los cómplices de la
trama. La complicidad tiene su precio y la abundancia de dinero ilegitimo
impulsa a la generosidad consigo mismo de cada uno de los bandidos y
salteadores de contratos públicos. Eso no lo dice Bárcenas, pero lo sabemos
todos.
Bárcenas afirma que los sobresueldos
en B, incluso a ministros, han sido un procedimiento habitual durante todos
estos años. Y que no era solo Camps el único que recibía vestuario de lujo de
una trama delincuente. También Rajoy, al parecer, lo hizo. Y parece que con su
sobre en B, el actual presidente de gobierno recibía también, como un detalle
personal, una caja de habanos traídos directamente desde alguna isla comunista.
Ahora sabemos que Arenas no abandonó
sus responsabilidades en Andalucía por frustración, tras cuatro intentos
fallidos de presidir esta Autonomía. Él es gran mediador, el pacificador de
Rajoy. Rajoy lo necesitaba cerca para lidiar con Bárcenas y las consecuencias
de su imputación.
Parece que Bárcenas, que ha pactado
con la cúpula dirigente muchos aspectos derivados de todo este entramado de
corrupción, ha conducido en dirección prohibida en la decisión de conceder esta
entrevista al director de El Mundo. La consecuencia inmediata es que sus
abogados, es de suponer que gente afín al PP que lleva defendiéndolo varios
años desde que fue vinculado a la trama Gürtel, han renunciado a su defensa hoy
mismo. Aducen pérdida de confianza o discrepancias profesionales, la figura
habitual de cortesía cuando el encausado y su defensa no siguen los mismos
derroteros de estrategia en el proceso.
La conclusión más dolorosa de todo
este montón de basura que se remueve es que nuestro sistema democrático ha sido
corrompido por los propios partidos políticos. El silencio de las empresas
sobre estos procedimientos, -ha sido raro el caso de denuncia, como el del
Restaurante La Raza en Sevilla, quizá porque las condiciones le parecieron
inaceptables-, habla a las claras de que el cobro de comisiones es práctica
habitual del poder político para las concesiones en los concursos públicos. Y
no pagan las empresas, desde luego. Es una falacia. Pagamos nosotros. Cada
comisión pagada se incluye en la factura como un sobreprecio necesario y
pactado. La financiación irregular de los partidos y los sobresueldos de
quienes llegan a la política para buscar el enriquecimiento personal burlando
las leyes y la confianza ciudadana, sale, como todo lo demás, de los impuestos
que pagamos quienes pagamos impuestos También, justo es decirlo, habrá pagado
Europa, porque muchas obras públicas se han afrontado con dinero de la
cooperación europea al desarrollo.
Ya ni llama la atención el silencio de
los políticos implicados por Bárcenas durante la entrevista con Pedro J.
Ramírez. Nadie se toma la molestia de reaccionar desmintiendo sus afirmaciones.
Si yo fuera Cospedal, habría reaccionado hoy con la virulencia que merece la
acusación de Bárcenas, como un crótalo al que pisan la cola. Lejos de ello,
Cospedal ha convocado a la dirección del partido. La necesidad de establecer
nuevas líneas estratégicas ante lo publicado por El Mundo, sin reacciones ante
la opinión pública, tiene una doble lectura. Lo que dice Bárcenas es la Biblia
y los ha cogido por sorpresa.
Y si hablan, resulta aún más
indignante. En el Partido Popular, fuera de micrófonos, hay quien reprocha al
Ministerio de Justicia y al Ministerio del Interior que no hayan controlado
mediante la Fiscalía el asunto antes de alcanzar esta deriva peligrosa. O sea,
que la Fiscalía General del Estado es un instrumento del Gobierno. Me lo temía.
La verdad es que no me complace
reflexionar sobre estas cosas. Preferiría hablar sólo de mis diferencias
políticas con ellos. La corrupción de unos y otros nos deja indefensos,
descreídos, y quién sabe si distanciados definitivamente de la cosa pública por
desconfianza. No habría consecuencia más peligrosa para nosotros, porque
aceptaríamos como inevitable la corrupción y el deterioro institucional.
Habríamos perdido la esperanza y entregaríamos nuestro futuro a quienes acuden
a la política para robarnos lisa y llanamente.
Honestamente, creo que la solución la
tienen las propias bases de los partidos. O los partidos limpian a tiempo sus
interiores contaminados o habrán muerto. Ya no es cuestión de respeto
institucional a los dirigentes, o de fidelidad, o de clientelismo, o de
obediencia debida para ascender en la pirámide del poder. Se trata
sencillamente de la supervivencia. Eso está en juego.
O habrá que inventar una democracia diferente.
Gracias.
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