El pensamiento único
europeo, ese que se ha adueñado de los medios de comunicación más influyentes y
que aboga por la desaparición del Estado como redistribuidor de cargas y
riquezas y sólo le reclama ser el brazo ejecutor de las políticas neoliberales
que garanticen la devolución de las inversiones y sus elevados intereses sin
consideración a las consecuencias sociales y económicas, tildó de catástrofe
los resultados de las últimas elecciones italianas.
La única catástrofe que yo tuve en
consideración fue la pervivencia política- con un considerable colchón de apoyo
ciudadano- del viejo gánster Berlusconi, acosado por la fiscalía en múltiples
frentes judiciales, el extraño fenómeno que se reproduce en muchos otros
lugares. Los delincuentes y los presuntos delincuentes metidos en política
tienen un extraño magnetismo para el voto popular. El Gilismo arrasó en la Costa del Sol durante años; Camps y sus
cómplices, enfangados hasta las cejas en múltiples manifestaciones de
corrupción y encausados en su mayor parte, sacaron mayoría absoluta en la
Comunidad Valenciana; "Sandokán",
el gilismo redivivo que se representa
a sí mismo y a sus oscuros intereses empresariales, tiene la llave de la
gobernabilidad en el Ayuntamiento de Córdoba.
Por lo demás, las elecciones italianas
me parecieron una lección de madurez de la mitad - más o menos- sensata de esa
sociedad. De una parte le concede una minoría justa a la izquierda democrática
para que tome el timón de la nación. Se supone que tras la larga travesía del
desierto con la que ha purgado sus viejos vicios clientelares y sus corruptelas
habrá aprendido la lección. Se supone, también, que mantendrá cuadros
capacitados para la compleja tarea del gobierno, con experiencia en la política
internacional, tan imprescindible hoy para la supervivencia en el magma económico
de Europa. Pero le concede, también, una minoría triunfal al Movimiento Cinco
Estrellas, a la voz de los indignados, a las propuestas más frescas, a la
ciudadanía que se compromete en el análisis de sus problemas cotidianos y tiene
algo que decir al respecto.
La mitad sensata de la sociedad italiana
les ha brindado la oportunidad de experimentar un nuevo modelo de gestión
política, aunando probablemente las propuestas más morales y sensatas de toda
la panoplia de programas que se han sometido a su consideración y ha invitado a
ambas fuerzas a unificar criterios y a reforzarse mutuamente en un proceso que
bien podría ser un modelo futuro para Europa. La izquierda y los movimientos
ciudadanos pactando programas para la gobernabilidad y para la recuperación de
los derechos ciudadanos esquilmados por los apóstoles de Merkel y la austeridad
que favorece el viejo sueño alemán de dominar sobre el continente, aunque sea
depauperado.
Eso entendió Bersani, el líder del
Partido Democrático al que el presidente Napolitano encargó formar gobierno. En
la entrevista televisada - así lo exigió Grillo para controlar a sus
portavoces- ofreció al Movimiento Cinco Estrellas la oportunidad de ayudarle a
formar gobierno "para convertir en leyes" las reclamaciones y las
exigencias que habían coreado por las plazas del país.
Ese objetivo extraordinario debería
haber bastado para derribar cualquier barrera entre las dos formaciones.
Pero Grillo se niega.
¿Alguien sabe qué quiere Beppe
Grillo?
¿Quizá prolongar la satisfacción íntima
de tener prisionero a su país?
Sólo se me ocurre una reflexión al
respecto. No se puede votar a quien no tiene el más mínimo sentido de Estado,
vocación de gobierno, compromiso real por transformar en realidad las demandas
de sus conciudadanos. Cada voto hay que pensarlo mucho, porque compromete de
forma definitiva el futuro de cada uno de nosotros. Y hay tipos emboscados en
la política y en los discursos atractivos a los que sólo les importa su futuro,
el momento de gloria que el azar les ha dejado entre las manos, o los oscuros
beneficios que esperan conseguir.
Beppe Grillo es un histrión sin sentido
de Estado. Pero es el histrión que Europa ha cultivado con esmero. Habremos de
ver muchos como él, para desgracia de los pueblos.
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