¿Qué utilidad tiene
mi voto en un sistema democrático? Y no es una pregunta retórica. En
puridad delegar en otros la toma de decisiones que afectan a mi vida. Esta
delegación no es arbitraria, puesto que se sustenta en el público compromiso de
un programa electoral.
Antes de que lo digáis vosotros, lo
diré yo. Los programas electorales son pavesas que esparce el primer remolino
que sople en el país. Falacias bien urdidas. Propuestas cínicas, que de
antemano, sabemos que no habrán de cumplirse. No porque esta situación sea
inevitable. Es porque es este país, donde el incumplimiento de los compromisos
electorales da prestigio, casi más que la corrupción.
Pero estiremos la ficción un poco más,
respondiendo a una pregunta inocente.
¿Quién toma ahora las decisiones sobre
aspectos fundamentales para la vida de millones de europeos?
¿Quién impone, "manu
militari", su criterio a los demás, desde el predominio industrial y
financiero?
Tres de cada cuatro personas
consultadas al respecto, nos dirían "¡Alemania!".
Y estarían en lo cierto.
La cuarta, probablemente nos diría que
no está interesada en la política, que le da igual quién tome las decisiones
porque sería incapaz de establecer diferencias significativas entre unos y
otros. Nos diría, también, que prefiere ignorar todas estas cosas para
ahorrarse sufrimiento.
Dejemos a la cuarta en su propio
laberinto y reflexionemos cómo equilibrar las cosas en esta tesitura.
Creo que la única solución razonable,
de aplicación lógica, sería que se nos otorgara el derecho de participar en las
elecciones generales alemanas. Si las disposiciones que nos afectan emanan de
allí, lógico parece que elijamos a quienes deben tomarlas.
Lo sé. Resulta una reflexión exagerada.
Yo también conozco el peso de la Historia. ¿Cómo va a permitir la Metrópoli que
los habitantes de las colonias participen en sus decisiones políticas? ¿Qué
clase de colonización sería ésa?
Lo que sí parece superfluo es
participar en las elecciones locales, las del propio -cuesta emplear este
término- país. Carece de sentido. Se trata solamente de elegir al verdugo que debe
ejecutarte, y eso, la verdad sea dicha, resulta irrelevante.
No hay marcha atrás que me alegre más que ésta. Antonio, sabes perfectamente que en momentos turbios como el que vivimos tu blog es absolutamente necesario. Debemos llamar las cosas por su nombre y clarificar ciertas ideas y falacias que no parecen estar demasiado claras.
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