Desde que la democracia se
instauró en este país, tengo memoria clara de haber sido un europeísta
convencido. Siempre he pensado, como nos dejó dicho Ortega, que Europa es la
solución. Ahora sigo siendo europeísta. Pero esta Europa no es la solución; en realidad,
es el problema.
A Portugal le ha recetado Europa cura de
adelgazamiento en los Servicios Públicos. Desconozco las dimensiones de esa
sangría continua en el país vecino. Ahora la flexibilidad de los prestamistas
europeos exige el sacrifico de treinta mil funcionarios como contrapartida. Se
trata de aplicar hasta el límite ese proceso desenfrenado de desmontar
los Estados. No creo que quede ya en Portugal margen posible para descubrir ni
un servidor público superfluo. No es eso. Se trata de eliminar servicios,
eliminar obligaciones del Estado, hacer imposible, de hecho, la función
redistributiva de los servicios públicos para equilibrar las desigualdades en
el nivel de renta. Se trata de dejar al ciudadano sin la protección
imprescindible del Estado. Se trata de desarticular la función social del
Estado. En eso está la plutocracia europea con la complicidad de los
gobiernos de derecha.
En nuestro caso, los dos años de
flexibilización para la regularización del déficit tiene también un precio establecido.
Berlín será flexible en los plazos si Rajoy nos aplica medidas contundentes.
Reducir las prestaciones a los pensionistas, prorrogar la edad laboral,
liberalizar los contratos laborales, que es tanto como decir dejarlos
indefensos en un proceso persistente en dirección al despido libre, sin
derechos relacionados con el tiempo de servicio y sin necesidad de
justificación alguna por parte de la empresa.
Se trata de empobrecer a la clase obrera
hasta límites en que resulte , por fin, competitiva. Algo así como Bangladesh
en el sur del continente.
Este problema que llamamos Europa se
permite gobernar las naciones con decisiones de funcionarios a los que nadie
eligió, pero que obedecen a la plutocracia europea y a sus gobiernos
instrumentales, especialmente a Alemania; suplanta a los propios
parlamentos; deja sin contenido los ordenamientos constitucionales; considera a
los pueblos súbditos, casi nativos de territorios colonizados, en lugar de
ciudadanos de la Unión Europea.
En una intromisión mucho más local, la
Comisión Europea cuestiona el decreto contra los desahucios de la Junta de
Andalucía. Suavemente, dicen. Analizará hasta qué punto ese decreto de la
Comunidad Andaluza afecta al sistema financiero. "Afecta" significa
llanamente "perjudica". Esa es la cuestión. El sistema financiero,
los intereses de sus inversiones, es lo único que preocupa realmente a la
plutocracia que gobierna. Los ciudadanos somos solo víctimas colaterales del
mercado. Esta Europa salva bancos, el instrumento de su dominio, con el dinero
de los servicios públicos, con salarios de hambre, con los impuestos que
deberíamos pagar para equilibrar las diferencias injustificadas que este
sistema establece en las rentas de los seres humanos.
Esta Europa no es ni siquiera la que
tolera los paraísos fiscales. Es la creadora de muchos de ellos, la que los
apacienta como refugio seguro del saqueo a los Estados, que es tanto como decir
el saqueo a todos nosotros.
¡¡Hijosdeputa!! Esta Europa de
usureros y ladrones especializados en la ingeniería fiscal fraudulenta
insulta, maltrata y enfurece.
Un día, esta Europa nos sacará a la
calle con la mirada torva y la furia afilada. Será el día en que las clases
medias, vagamente esperanzadas todavía en recuperar lo que han perdido, acaben
convencidas de que la minoría inmoral y dominante, la que manipula gobiernos,
suplanta parlamentos, prostituye constituciones y deja obsoleto en los
diccionarios el concepto democracia, ha agotado su tiempo entre nosotros.
Si los usureros que establecen cada día
nuevos instrumentos de tortura para los pueblos tuvieran memoria, lo sabrían
con certeza. La historia lo proclama. Quizá ese día, cuando los hayamos
desalojado de sus arriscados privilegios, cuando establezcamos una visión del
mundo racional y solidaria, cuando les hayamos arrebatado su poder
inmoral e injustificable, podamos recuperar el proyecto de la Europa común, la
de los pueblos, la de los seres humanos.
Pero, esta Europa, ¡no! Esta Europa es
una Europa criminal.
¿No cree usted que la Europa ideal de la que usted habla nunca ha existido ni siquiera en sus comienzos? Corrijame si me equivoco, pero no cree usted qué el proyecto Europa nació al igual que una unión soviética estalinista desde un punto de vista económico, es decir, todos los países integrantes controlados sobre un país fuerte con moneda fuerte y sobre todo poder. Yo más bien veo esta Europa como un nuevo imperio económico que se ha alzado haciendo alarde para ponerse a la altura de los Estados Unidos. Ahora más que nunca veo peligrar la integridad interna de cada país y esperemos que esta guerra mundial económica a manos de la bota alemana y americana no destruya a esta vieja Europa que tanto a sufrido y parece que aún le queda por sufrir.
ResponderEliminarDura cuestión me planteas, Daniel. Europa no ha sido nunca ideal. Muy al contrario. Lo que era ideal era el proyecto de una Europa comunitaria y sin fronteras. Y las razones hay que buscarlas en la experiencia de destrucción y ruina que nos dejaron las dos guerras mundiales. Y en otras consecuencias de todo aquello. Durante muchos años, la Guerra Fría, Europa fue un campo de minas, un territorio en guerra diferida y posible, un lugar para las maniobras por los estrategas de ambos bloques. Nos sentimos amenazados e incapaces de arbitrar otras políticas, rehenes de nuestra debilidad. Y un día decidimos que era mejor tener más peso internacional, político y económico. Lo diseñamos mal , pero la idea era buena. Cada país europeo carece de fuerza suficiente para modificar nada en el mundo. UNidos, somos 500 millones de europeos y manejamos 15 billones de euros cada año, Se pueden hacer cosas. Pero nos ha derrotado el enemigo interior. Yo no veo peligrar la integridad interna.Veo peligrar la soberanía de cada país, sacrificada por una idea común que parece carecer de un futuro creíble.
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