Para
Paula, Isabel, Daniel, Pilar, Carmen. Diana, Noelia y Pepe Minjie.
Entre otros muchos, el
fundamento del futuro.
La vida fluye en las aulas de forma natural. Otra cosa
sería negarle a la enseñanza su ingrediente principal, la propia vida. Se
aprende mientras se vive y se aprende a vivir reflexionando sobre el pasado,
sobre su influencia en el presente y sobre la proyección que de la confluencia
de ambos podemos hacer para prever nuestro futuro ¿Para qué serviría un
aprendizaje que ignorase la vida?
Hoy mi alumnado de Bachillerato se
ha esforzado en traducir del griego una muy acertada adaptación del mito de
Teseo y el Minotauro. Han acompañado en su temible viaje al interior del
Laberinto a los jóvenes atenienses guiados por el valeroso Teseo que en
su mano derecha llevaba la espada y en la izquierda la punta del ovillo que le
teje Ariadna enamorada. Con los jóvenes atenienses han compartido ese viaje
aterrador hacia la intrincada geografía de muros que maquinó Dédalo para
confinar al monstruo nacido de una inclinación zoofílica urdida por un dios
burlado y vengativo. Por los umbríos pasadizos de muros elevados han avanzado
temerosos, oyendo los bufidos de la bestia que ha detectado su presencia
llevado por su olfato de fiera antropofágica y por su hambre indominable.
Quizá alguno ha interpretado esa
alegoría a la luz del presente que se cierne sobre sus propias vidas.
Para laberinto, el nuestro-, ha musitado
alguien.
He visto la oportunidad. La razón
adulta, los instrumentos para el análisis de la realidad que llevan, luego, al
compromiso en forma de vida sensata, solidaria y honesta socialmente se desarrollan
así, de forma inesperada, por generación espontánea. Hemos hablado de política,
es decir, de la vida.
Hemos hablado de la dación en pago, de
la situación de infinidad de familias en el barrio, de compañeros que ya
no van al bar del Instituto a la hora del desayuno, de otros que deben esperar
meses para acudir a la imprescindible consulta del dentista, de las matrículas
en la Universidad que ya no están al alcance de cualquier familia, de las becas
que ahora se han reducido de forma llamativa, del futuro que presienten difícil
y quién sabe si en países distantes...También hemos hablado de la política
criminal de este gobierno en asuntos de salud, porque a las medidas anteriores
se suma ahora que niega el tratamiento a los reclusos con hepatitis C. Un
escalón más hacia el tribunal internacional de la Haya en el que se juzgan los
crímenes contra la humanidad.
La verdad, hemos dejado el mito en un
rincón. No hemos resuelto el problema de Teseo. Otro día será. Aguantará unas
horas perseguido por la fiera; es valeroso y está protegido por su propio
linaje. También él lleva los genes de algún dios.
No me arrepiento.
Conviene dejarlos fluir así, humanos,
próximos, compartiendo nuestros miedos de adultos. Confusos como nosotros. De
pronto, esta generación que tildamos - no sin razón en ocasiones-, de
acomodaticia y consumista, se reviste con el perfil adulto que andábamos
buscando en su interior.
Han descubierto, solos, que el Mito, ese
lenguaje figurado con el que la Antigüedad nos habla de la naturaleza humana,
es intemporal porque mantiene su vigencia en cualquier época. Aquellos
atenienses eran una deuda de guerra, un pago cruel que el vencedor estableció a
los perdedores.
Ellos, los jóvenes vencidos en esta guerra
en la que no han participado, presienten que su futuro incierto amenazado, que
sus planes de estudios universitarios quizá imposibles ahora, que su vida
laboral utópica, es también una deuda de guerra, un gravamen sangriento que ha
impuesto el vencedor a los vencidos.
Esta dolorosa toma de
conciencia les ha devuelto el interés por la política.
¿A quién votamos cuando llegue la hora,
profesor....?,- me ha preguntado alguien -, porque la oposición no pinta
nada...
Ojalá yo lo supiera,- les he dicho.
Coincido con ellos. La oposición no nos
ofrece alternativa. Y necesitamos alternativas o el agotamiento de cualquier esperanza
será como una supernova, violenta y destructiva en su agonía feroz.
Quizás ellos andan buscando a su Ariadna, la que les teja el ovillo salvador para salir ilesos de este complejo laberinto en el que se ven inmersos de forma repentina. No me lo preguntaron. Si lo hacen les diré que Ariadna está en la pureza de sus propios corazones y en que tomen conciencia de su fuerza colectiva. Así saldrán del laberinto y, de paso, quizá nos salven a nosotros que hemos permitido que el enemigo lo construyera impunemente y nos hiciera prisioneros en su interior.
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