Se llama Salvador
Victoria. Probablemente viste bien, de diseño, y gasta muchos euros en su
aspecto personal. Seguro que cree que la colonia que usa dice mucho de su
carácter y de su prestigio personal. Seguramente hasta tiene una excelente
opinión de sí mismo y seguramente se considerará un triunfador. Es el número
dos del PP en la Comunidad de Madrid, Consejero de Presidencia y de Justicia y
portavoz del gobierno madrileño. Y tendrá dietas, guardaespaldas, coche oficial
y privilegios numerosos que costean nuestros impuestos. Seguramente habrá hecho
méritos para gozar de un buen retiro de asesor en empresas que valoren sus
buenos oficios cuando la política ya no reclame su desinteresada y
humanitaria dedicación.
Y como a todos ellos se le llenará la
boca con la palabra democracia. Quizá la regurgita, porque no la digiere.
Todo el día de ayer, en Twitter, lo
ocupó en vomitar sus carencias democráticas en un ataque desaforado a los
manifestantes que ocuparon las calles en España contra la política servil de su
partido, encaminada en exclusiva a defender los intereses del sistema
financiero y los de los usureros, corruptores y corrompidos que se enmascaran
en ese mundo maloliente.
"Hoy, como hace treinta y dos años,
los enemigos de las libertades toman las calles y el Congreso..."
O este partido premia con cargos
delicados a la gente más burda, o , como parece, son los más cínicos - o
quizá los más miserablemente torpes-, los que logran las mejores posiciones.
O sea, las manifestaciones de los
descontentos, de los que reclaman democracia y buen gobierno, son un golpe de
estado para imponer una pretendida dictadura, como aquel 23 F de infausto
recuerdo. La crítica a las medidas destructivas de este gobierno es un atentado
contra las libertades ciudadanas, en su interesada y despreciable opinión.
La manipulación de la realidad es el
instrumento más fiable del PP, uno de sus recursos predilectos en el ejercicio
de la política. Simple y llanamente, la mentira burda. Y cuando la verdad
resulta un toro bravo que embiste a la zona noble, se ignora y se decreta el
silencio vergonzante. Esa estrategia, aunque no sea lo peor, encierra una
incalculable dosis de desprecio a la inteligencia de la gente. Quizá, con
razón, porque les da resultados.
Mejor haría este portavoz, cuya lengua
parece desconectada del cerebro racional que seguramente la naturaleza le
otorgó, en explicar a sus conciudadanos por qué su gobierno cierra centros
públicos de enseñanza en zonas donde la demanda de plazas justifica su
existencia, y deja intactos los centros concertados en esas mismas zonas,
a pesar de tener una demanda insignificante. Porque la sospecha que se
cierne sobre todo su gobierno es que el cierre de los centros públicos tiene
como única finalidad llenar las aulas de los centros privados. Y eso sí es
atentar contra la libertad.
Y contra ese atentado, por ejemplo, se
manifiestan los ciudadanos. No somos enemigos de las libertades. En realidad,
somos la única esperanza de que las libertades salgan ilesas de la desaforada
cacería a la que su partido las somete.
Salvador Vitoria es el que tiene miedo
a la libertad, el que no permitiría la libre manifestación del descontento
ciudadano. Como aún no se atreve a utilizar otra violencia, utiliza la
violencia verbal. Pero, es la misma violencia.
Es fascismo,
sin más. Todo se andará. La violencia legal está ya cocinándose para coartar
la libertad de manifestación.
Muy certero artículo, Antonio. Esto me recuerda aquellas manifestaciones contra ETA en que el gobierno de Aznar imponía la palabra LIBERTAD, ellos que jamás han creído en tal cosa. No son sofistas, porque les estaríamos otorgando el rango de filósofos, pero sí especialistas en volver lo negro blanco y lo blanco negro a conveniencia. Y como la Iglesia, si no lo crees por la razón, lo creerás por la fe, sin más explicaciones.
ResponderEliminarLa derecha desconfía de la libertad. Quiere el control de todo cuanto favorezca la libertad humana. Y desconfía de la libertad porque desconfía de las personas. O mejor, teme a las personas que pueden rebelarse contra sus comportamientos abusivos, injustos, que defienden privilegios inmorales o justifican corrupciones insoportables. No son los únicos, desde luego, pero sí los más cínicos,los más desvergonzados, los más despreciativos de la inteligencia humana. No hay una derecha en el mundo- ¡fíjate lo que digo!- verdaderamente democrática. En mi opinión, tampoco hay una derecha inteligente en ningún rincón del planeta. Su discurso me asquea. Y sus acólitos serviles, más aún.
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