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miércoles, 30 de octubre de 2013

Cueste lo que cueste

    No sé vosotros. Yo ato cabos, aparentemente inconexos, y la realidad que va tomando cuerpo ante mis ojos me produce temor.
            Por lo que vamos descubriendo gestionan nuestras vidas intereses muy poderosos, perfectamente organizados, que nos permiten tener la engañosa sensación de vivir en libertad, -democracia decimos-, pero a poco que reflexionemos es una libertad aparente administrada por comisionistas de ese oscuro poder que nos controla. No parece que tengamos gobiernos. Tenemos comisionistas fabricando las leyes por encargo en beneficio del poder oculto; no tenemos gobiernos, tenemos prevaricadores que traicionan los principios morales  que debieran regular la convivencia y ser fundamento de la defensa de la dignidad humana. No somos ciudadanos, somos rebaño explotado, vejado, sometido a la voluntad de los poderosos según estimen conveniente.
            El jefe de los espías de Obama afrontó ayer ante los medios de su país la explicación de los programas de espionaje que los Estados Unidos tienen establecidos para el resto del mundo. Vino a decir que ellos no espían masivamente a los ciudadanos españoles, sino que esos datos masivos que reciben proceden de los propios servicios secretos españoles que realizan ese indigno trabajo para ellos.
            Sabíamos que la soberanía nacional es una quimera, pero creíamos que era solo a efectos económicos y políticos. Sabíamos que las fronteras, lo que llamamos identidad de los estados y las naciones, los derechos establecidos por la constituciones son apariencia, discurso hueco. Pero creíamos que el respeto de algunos derechos individuales como el de la inviolabilidad de la vida privada no suponían un riesgo excesivo para quienes nos dominan, salvo en casos concretos que ya tienen establecidos en sus procedimientos legales. Era falso.
            Descubrimos que los ciudadanos del mundo solo tenemos derechos teóricos y aparentes que los comisionista del poder oculto quebrantan continuamente; que solo conservamos en la práctica derechos que no entran en conflicto con sus objetivos, sus ambiciones o sus necesidades.
            Somos solo número, un binomio imperfecto de fuerza productiva y de consumo, cuya eficacia administran con mano de hierro y reglas inhumanas. A la vista está el uso interesado de esta crisis convertida en un ariete contra nuestras conquistas sociales.
            No nos espían por temor a que en cada uno de nosotros anide un terrorista. Nos espían porque la información que acumulan es una forma de poder extraordinaria sobre nosotros, pero, sobre todo, acerca del propio sistema. Nos someten de forma colectiva a la disección minuciosa de un laboratorio social para prever con mucha antelación cualquier acontecimiento. El conductismo, la única aportación intelectual de esa gran nación americana al acerbo cultural de Occidente, empleada de forma dañina en los procedimientos de manipulación social, es el motor que los guía. 
            Espían no por razones de seguridad; esa es la gran disculpa, si es que cabe disculpa. Espían, especialmente, por razones económicas y de prevención de acontecimientos sociales inesperados.
            Sin embargo la búsqueda de respuestas de la cultura occidental ha girado siempre en torno a dos principios motores, la dignidad humana y los fundamentos morales que deben regir la convivencia. Eso nos había permitido muchos progresos incompletos en la organización de nuestra vida colectiva. 
            Hasta ahora.
            La degeneración que estamos permitiendo al capitalismo y a sus secuaces políticos nos ha robado la dignidad y ha corrompido cualquier avance en el campo de la moral social.
            Pensad si no es hora de que la humanidad en masa se plantee la transformación de este lodazal en un mundo más digno. 
            Cueste lo que cueste. 
            Porque estamos negando la evolución histórica de esta especie tan orgullosa de su inteligencia superior.


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