No sé vosotros. Yo ato
cabos, aparentemente inconexos, y la realidad que va tomando cuerpo ante mis
ojos me produce temor.
Por lo que vamos descubriendo
gestionan nuestras vidas intereses muy poderosos, perfectamente organizados,
que nos permiten tener la engañosa sensación de vivir en libertad, -democracia
decimos-, pero a poco que reflexionemos es una libertad aparente administrada
por comisionistas de ese oscuro poder que nos controla. No parece que tengamos
gobiernos. Tenemos comisionistas fabricando las leyes por encargo en beneficio
del poder oculto; no tenemos gobiernos, tenemos prevaricadores que traicionan
los principios morales que debieran regular la convivencia y ser
fundamento de la defensa de la dignidad humana. No somos ciudadanos, somos
rebaño explotado, vejado, sometido a la voluntad de los poderosos según estimen
conveniente.
El jefe de los espías de Obama afrontó
ayer ante los medios de su país la explicación de los programas de espionaje
que los Estados Unidos tienen establecidos para el resto del mundo. Vino a
decir que ellos no espían masivamente a los ciudadanos españoles, sino que esos
datos masivos que reciben proceden de los propios servicios secretos españoles
que realizan ese indigno trabajo para ellos.
Sabíamos que la soberanía nacional es
una quimera, pero creíamos que era solo a efectos económicos y políticos.
Sabíamos que las fronteras, lo que llamamos identidad de los estados y las
naciones, los derechos establecidos por la constituciones son apariencia,
discurso hueco. Pero creíamos que el respeto de algunos derechos individuales
como el de la inviolabilidad de la vida privada no suponían un riesgo excesivo
para quienes nos dominan, salvo en casos concretos que ya tienen establecidos
en sus procedimientos legales. Era falso.
Descubrimos que los ciudadanos del
mundo solo tenemos derechos teóricos y aparentes que los comisionista del poder
oculto quebrantan continuamente; que solo conservamos en la práctica derechos que
no entran en conflicto con sus objetivos, sus ambiciones o sus necesidades.
Somos solo número, un binomio
imperfecto de fuerza productiva y de consumo, cuya eficacia administran con
mano de hierro y reglas inhumanas. A la vista está el uso interesado de esta
crisis convertida en un ariete contra nuestras conquistas sociales.
No nos espían por temor a que en cada
uno de nosotros anide un terrorista. Nos espían porque la información que
acumulan es una forma de poder extraordinaria sobre nosotros, pero, sobre todo,
acerca del propio sistema. Nos someten de forma colectiva a la disección
minuciosa de un laboratorio social para prever con mucha antelación cualquier
acontecimiento. El conductismo, la única aportación intelectual de esa gran
nación americana al acerbo cultural de Occidente, empleada de forma dañina en
los procedimientos de manipulación social, es el motor que los guía.
Espían no por razones de seguridad; esa
es la gran disculpa, si es que cabe disculpa. Espían, especialmente, por razones
económicas y de prevención de acontecimientos sociales inesperados.
Sin embargo la búsqueda de respuestas
de la cultura occidental ha girado siempre en torno a dos principios motores,
la dignidad humana y los fundamentos morales que deben regir la convivencia.
Eso nos había permitido muchos progresos incompletos en la organización de
nuestra vida colectiva.
Hasta ahora.
La degeneración que estamos permitiendo
al capitalismo y a sus secuaces políticos nos ha robado la dignidad y ha
corrompido cualquier avance en el campo de la moral social.
Pensad si no es hora de que la humanidad
en masa se plantee la transformación de este lodazal en un mundo más
digno.
Cueste lo que cueste.
Porque estamos negando la evolución
histórica de esta especie tan orgullosa de su inteligencia superior.
No hay comentarios:
Publicar un comentario