La crisis es ya como una
pesadilla de la que al fin nos despertamos.
Nos lo dijo Montoro claramente y, quizá
porque el tonillo de su voz atiplada no nos inspira confianza, no quisimos
creerlo. "Los presupuestos de la recuperación", nos dijo el
hombrecillo y lo miramos con cierta displicencia.
Pero es que lo afirmó Botín no hace
mucho en los Estados Unidos a donde ha ido para comprarse un banco; lo afirmaba
el heredero de la corona en Panamá a donde ha ido sin que el hombre tuviera muy
claro para qué; la afirmaba Rajoy en Japón a donde fue para mentir sobre la
contaminación radiactiva de la central de Fukushima sin que nadie se lo
pidiera, probablemente siguiendo su instinto de pordiosero internacional y por
no hacer mudanza en su costumbres de mentiroso compulsivo; alguna verdad dijo
también, como que los salarios y los costes sociales de este país devaluados
por su gobierno permiten enormes beneficios a los inversores con sentido de la
oportunidad; lo afirman insistentemente Soraya, Cospedal, Floriano... En fin,
sería prolijo enumerar a todos los integrantes del partido que gobierna,
reconocidos porque nunca en la vida han faltado a la verdad, que afirman que la
crisis es un asunto del pasado.
El más estimulante, he de reconocerlo,
fue Botín. Afirmó que en España entran a raudales los dineros desde cualquier
lugar del mundo. La Bolsa ha crecido más que ninguna otra Bolsa Europea; la
deuda a corto plazo se consigue a intereses increíblemente bajos, y la
exportación nos va de puta madre.
¡El dinero nos rebosa en los bolsillos,
joder!
Bien por España; bien por el gobierno
de Rajoy. Nos está sacando de la crisis, fiel a su promesa.
Como eso hay que contarlo por si algún
despistado no lo percibe claramente, la honorable Cospedal ha forzado a los
estrategas del partido a realizar un esfuerzo añadido tras su lamentable cara a
cara con la "bicha" del partido recluida en Soto del Real. ¡A
celebrar homilías por todas las plazas de la patria exaltando las virtudes del
presupuesto milagroso y las bondades de las reformas salvadoras con las que el
partido multiplica los dividendos de Botín y los beneficios de los ludópatas
bursátiles!
Supongo que siguiendo las prioridades
establecidas por la lógica social en la pirámide de los derechos, pronto nos
llegará la hora de compartir los beneficios de las medidas del gobierno. Será
cuestión de días. No perdáis la esperanza. Pronto iremos recuperando los
puestos de trabajo que las reformas de este gobierno se han llevado por
delante; pronto vuestros hijos recuperarán las becas que la Ley de Educación de
este gobierno les arrebató; pronto las pensiones mínimas no tendrán que abonar
casi el veinte por ciento de su percepción por los copagos farmacéuticos en
algunas comunidades gobernadas por el Partido Popular; pronto los servicios
sociales de los Ayuntamientos podrán volver a ejercer sus funciones
imprescindibles; pronto la investigación de este país volverá a contar con el
apoyo imprescindible del Estado; pronto, las pensiones mínimas resultarán
suficientes para garantizar una supervivencia digna a quienes cotizaron toda
una larga vida laboral; pronto nos devolverán la parte del salario que nos han
detraído para pagar la deuda del sistema financiero; pronto recuperarán los
funcionarios su paga extraordinaria; pronto recuperaremos los derechos
laborales que la reforma del Partido Popular nos había arrebatado; pronto se
acabarán los empleos precarios; pronto los empresarios enriquecidos por la
afluencia del crédito y los inversores ávidos de compartir esta bonanza
única, no se verán forzados en contra de sus principios a proveerse de
mano de obra en el mercado clandestino de la supervivencia y por salarios
de hambre; pronto todos podremos pagar nuestras hipotecas y no volveremos a ser
testigos de un desahucio...
Pronto. No perdáis la paciencia.
Pronto podremos cambiarle el nombre a
este país. Ya no lo llamaremos España; lo llamaremos Jauja.
Y la izquierda, muy pronto, recuperará
su capacidad de ilusionarnos en un proyecto de Estado solidario y equilibrador.
Y los sindicatos pronto recuperarán el prestigio perdido en el fango de la
corrupción que ha calado también en su tejido, antes de que la labor de zapa al
que están sometidos por su muchos errores dé como resultado la conclusión de
que son un residuo del pasado, otro parásito más de la excesiva democracia,
algo inútil y, por consiguiente, prescindible.
¡Malditos sean los que nos mienten!
¡Malditos los que nos venden como un producto de saldo! ¡Malditos, también, los
que se dejaron arrastrar al basurero creyendo que las organizaciones colectivas
eran suyas! Las desprestigiaron y nos dejaron sin los instrumentos de
nuestra fuerza.
Tan pronto no, hombre, Antonio. Primero habrá que pagar la magnificencia de la Torre Pelli.
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