Vistas de página en total

martes, 10 de diciembre de 2013

Mandela

       "Las razas superiores poseen un derecho sobre las razas inferiores. Yo mantengo que ellas tienen un derecho, porque también tienen un deber. El deber de civilizar a las razas inferiores. Yo afirmo que la política colonial de Francia, la política de expansión colonial, la que nos ha obligado a ir, durante el Imperio, a Saigón, a la Conchinchina, la que nos ha llevado a Túnez, la que nos ha arrastrado a Madagascar, insisto en que esta política de expansión colonial se ha inspirado en una verdad sobre la que, sin embargo, es necesario suscitar por un instante vuestra atención: a saber, que una Marina como la nuestra no puede prescindir, en la extensión de los océanos, de sólidos refugios, de defensas, de centros de avituallamiento."
«La política colonial se impone en primer lugar en las naciones que deben recurrir a la emigración, ya por ser pobre su población, ya por ser excesiva. Pero también se impone en las que tienen o bien superabundancia de capitales o bien excedente de productos; ésta es la forma moderna actual más extendida y más fecunda (…).
Desde este punto de vista, lo repito, la fundación de una colonia es la creación de un mercado (…). En el tiempo en que estamos y con la crisis que pasan todas las industrias europeas, la fundación de una colonia es la creación de una salida. Allí donde permanezca el nudo colonial entre la madre-patria que produce y las colonias que ella fundó, se tendrá el predominio de los productos: económico, y también político (…)
Hay un segundo punto que debo igualmente abordar: es el lado humanitario y civilizador de la cuestión. Es preciso decir abiertamente que, en efecto, las razas superiores tienen un derecho con respecto a las razas inferiores porque existe un deber para con ellas. Las razas superiores tienen el deber de civilizar a las razas inferiores. ¿Y existe alguien que pueda negar que hay más justicia, más orden material y moral en el África del Norte desde que Francia ha hecho su conquista?»
              Discurso de Jules Ferry ante la Cámara, París, 1885.

"El negro salvaje y bárbaro es capaz de todas las estupideces y desgraciadamente, Dios sabe el porqué, parece estar condenado en su país de origen a la salvajería y a la barbarie para siempre. Con tres semanas de trabajo tiene para garantizar su provisión de arroz, maíz, etc. Si trabajara seis meses, haría de su patria un paraíso. Pero cualquier idea de progreso y de moral no le permite darse cuenta del valor incalculable, del infinito poder del trabajo y sus leyes son sus pasiones brutales, sus apetencias feroces, los caprichos de su imaginación perturbada. El indígena vive al día, a la aventura, indiferente al mañana. Su gusto poco delicado le permite adaptarse a los que le ofrece el azar.”
           A. DUBARRY. Viaje a Dahomey, 1879.

    "La tarea que los agentes del Estado han de cumplir en el Congo es noble y elevada. Está bajo su incumbencia la civilización del África Ecuatorial.Cara a cara con el barbarismo primitivo, luchando contra costumbres, de miles de años de antigüedad, su deber es modificar gradualmente esas costumbres. Han de poner a la población bajo nuestras leyes, la más urgente de las cuales es, sin duda, la del trabajo.En los países no civilizados, es necesario, creo yo, una firme autoridad para acostumbrar a los nativos a las prácticas de la que son totalmente contrarias a sus hábitos. Para ello es necesario ser al mismo tiempo, firme y paternal.”
     Carta del rey LEOPOLDO II a los Agentes del Estado del Congo.

   "El sol del desastre se ha levantado en occidente, abrazando a los hombres y las tierras pobladas. 
   La calamidad cristiana se ha abatido sobre nosotros como una nube de polvo.
   Al principio llegaron pacíficamente, con palabras tiernas y suaves.
´Venimos a comerciar, decían, a reformar las creencias de los hombres, 
 a echar de aquí la opresión y el robo, a vencer y barrer la corrupción'. 
  No todos adivinamos sus intenciones. 
  Y ahora aquí estamos. 
 Somos sus inferiores. 
 Ellos nos sedujeron con pequeños regalos, ellos nos dieron a comer cosas buenas… pero ahora ya han cambiado de tono… ahora nos someten a su opresión".
    1875,  Texto de un poeta negro anónimo, recogido por Bouillon XIX. En: Antonio Fernández, Historia del Mundo Contemporáneo, Edit. Vicens Vives, Barcelona 1994, p. 235.

      Llueve hoy sobre Pretoria. Los nativos aplauden esa lluvia como el último regalo de Mandela el día de sus funerales de Estado. Llueve desconsoladamente. Diluvia. Mal día para el vuelo de los buitres, que precisan mañanas soleadas, cuando el calor genera corrientes cálidas de aire ascendente. Y sin embargo ese cielo encrespado de nubarrones negros está poblado de buitres. Han acudido desde todos los rincones de la tierra. Han acudido como si el prestigio imborrable de un hombre negro muerto pudiera limpiar de indignidades la sucia conciencia de los infinitos defensores de las nuevas formas de apartheid.
      Han acudido a disputarse la hipócrita notoriedad de los discursos fingidos. Alaban  la dignidad del hombre muerto, sus resistencia increíble que le permitió soportar media vida subsistiendo en las cárceles donde lo confinaron los civilizados hombres blancos; los mismos hombres blancos que defendieron la pretendida superioridad que fundamentó el episodio más vergonzoso de la historia común de la Europa civilizada y cristiana que había plasmado los derechos del hombre y del ciudadano en palabras imborrables. Alaban con palabras fingidas la capacidad transformadora de ese anciano muerto los mismos que temen la capacidad transformadora de la dignidad humana cuando defiende causas justas.
       Esos que ahora ocupan el atril y leen con la entonación ensayada los discursos idénticos que les han escrito los expertos a sueldo son los mismos que  protegen con sus leyes de hierro a quienes especulan con el hambre de un continente entero; los mismos que ensayan formas legales de exclusión para sus propios pueblos; los que quieren ponerle muros de ilegalidad al hambre, a la miseria, al sufrimiento humano; los que han permitido hasta ahora mismo que los mares que separan a los más pobres de los más afortunados se conviertan en las fosas comunes más pobladas de la tierra; los mismos que necesitan un estudio para comprobar que las cuchillas que penden de las alambradas con que pretenden defenderse de las avanzadillas de hambrientos y fugitivos de las guerras africanas malhieren y desgarran a aquellos por los que Mandela sacrificó su vida honesta.
     Quién sabe si alguno de ellos no devolvería a ese anciano que califican de ejemplar a una celda invocando la seguridad ciudadana o el sacrosanto nombre de una patria virtual que habita en las banderas y no en los pueblos maltratados.
      Malditos sean quienes mancillan con discursos fingidos el luto de un pueblo entero en deuda con un hombre .
     Llueve hoy desconsoladamente sobre Pretoria. Lo único creíble que he visto en las noticias es el desconsuelo controlado de su pueblo, y el ritual  festivo con el que despiden a un hombre  muerto al que tardarán en olvidar. El resto ha sido casi exclusivamente un desfile de hipócritas notables, casi un capítulo detallado de una enciclopedia de la vida animal  dedicado a los hábitos de los carroñeros oportunistas.
       Lo he intentado, os lo aseguro. He intentado percibir un gesto sincero de dolor en los representantes de medio mundo, tan abundantes, pero sólo he tenido una confusa visión de gente representando un papel ensayado, gente sin credibilidad, enturbiando el adiós a un hombre digno.
        Pronunciaban palabras cuidadosamente escogidas por sus amanuenses a sueldo, pero yo solo escuchaba el graznido desagradable de los buitres disputándose un lugar junto a un cadáver cargado de prestigio. No deben saber que el prestigio no se transmite por herencia. Tampoco saben que no resulta contagioso. Alguien debiera explicarles que el prestigio cuesta una vida entera conseguirlo y que es producto de la honradez y la coherencia.

7 comentarios:

  1. ¡Gracias! Creo que te debo la mitad de mis lectores.

    ResponderEliminar
  2. Me quedo con esta frase: "Malditos sean quienes mancillan con discursos fingidos el luto de un pueblo entero en deuda con un hombre"

    ResponderEliminar
  3. Hipócritas y fingidos llorones en el funeral de un terrorista redimido por la reconciliación

    ResponderEliminar
  4. Ojalá, anónimo comunicante, Rwanda hubiera contado con un terrorista semejante. Medio millón de tutsis lo habrían agradecido. Reconciliación y terrorista son términos antagónicos. Se niegan entre sí.

    ResponderEliminar
  5. Ya me dirá todo lo que se niegan cuando Otegi sea lendakari como lo fue Adams en Irlanda

    ResponderEliminar
  6. En la Historia de la humanidad, tan poblada de conflictos terribles, el único motor que nos ha permitido progresar ha sido la capacidad de superarlos. En un sentido amplio, eso es la reconciliación. Y en cuanto a Otegui, dudo de que alguna vez sea lehendakari: Si así fuera sería por dos únicas razones, porque la ley no ve inconvenientes en que proclame su candidatura y porque la voluntad de los votantes así lo habría decidido. Y mi escrito se refiere al funeral de Mandela. Y soy poco proclive a entablar diálogos con personas que opinan en mi blog sin manifestar su identidad, De cualquier manera, le agradezco su opinión.

    ResponderEliminar