Intermón Oxfam es una ONGD, de cooperación
para el desarrollo, que según su propia definición centra sus actividades en
luchar contra la pobreza. Tiene trabajo desde luego. Llevan más de medio siglo
enfrascados en una lucha desigual. Hay regiones del mundo donde la pobreza es
la única forma de vida conocida y el hambre un enemigo cotidiano y encarnizado
de los seres humanos.
Tantos años de esfuerzo y de
experiencia en la lucha con ese viejo enemigo les ha desarrollado la capacidad
de advertir con mucha antelación las señales que anuncian que el enemigo
ronda un territorio. Como los viejos campesinos de antaño, que presentían la
lluvia con días de antelación y se aprestaban a empezar la sementera.
Intermón Oxfam acaba de hacer público
un estudio en el que concreta los datos relativos a la pobreza de la Unión
Europea en la actualidad. Son demoledores. Ciento veinticinco millones de
europeos viven ya en condiciones de absoluta pobreza. Significa que sus
condiciones de vida son hoy probablemente peores de las que soportaron sus
padres o sus abuelos hace ochenta años. Carecen de recursos suficientes para
hacer frente a las necesidades primordiales de sus vidas. Uno de cada cuatro
europeos ha vuelto a la Europa de entreguerras. En los próximos diez años ese
número, lejos de disminuir, aumentará en otros veinticinco millones de pobres;
ocho millones de esos nuevos pobres que la Europa Merkeliana está gestando
serán españoles.
Basa sus previsiones en el altísimo,
insoportable índice de desempleo entre las personas más jóvenes de la pirámide
laboral. En la Europa del Sur, salvo Italia que ronda el cuarenta por ciento,
los demás países superamos el cincuenta por ciento. El futuro está desempleado;
la Europa joven no puede ponerle cimientos creíbles a su proyecto vital.
Todos los diagnósticos medianamente
objetivos coinciden. Anteponer el objetivo del control del déficit - el
"mantra" de Frau Merkel- a
todo lo demás en materia económica sólo produce ruina a la mayoría de las
personas, masas crecientes de pobres, aumento de las desigualdades, riesgos
para los sistemas democráticos, ausencia de un futuro esperanzador, y
situaciones de violencia social inesperadas que , sin duda, se habrán de
generar.
Esa política, tan del gusto de los
liberales extremos, empobrece a los Estados y los deja inermes para cumplir su
principal función: garantizar la igualdad ante la ley y llevar a cabo una justa
redistribución de la renta mediante los servicios públicos.
Esta política beneficia casi
exclusivamente al capital especulativo, el que no crea riqueza; el capital extractivo;
el que aumenta sus beneficios empobreciendo nuestras vidas. Ellos dominan
nuestro mundo. La mayor parte de los gobiernos conocidos son, exclusivamente,
sus esbirros eficaces, los escuderos aguerridos infiltrados en los Parlamentos
para convertir en leyes sus intereses criminales. (No quiero buscar otro
adjetivo; es legítimo tildar de criminal el enriquecimiento instrumentado sobre
la ruina ajena).
Yo creo más en las previsiones de Intermón
que en las prudentes previsiones de mejoría inmediata que nos augura el
presidente del gobierno. Por dos razones, Intermón no se presentará a las
elecciones europeas, ni tiene razones que justifiquen una mentira semejante.
Sin embargo Rajoy miente cada vez que habla y aspira a reeditar su mayoría.
Tiene costumbre de mentir y razones para hacerlo.
Por si faltaba algo, Guillermo de Orange,
el recién entronizado rey de Holanda tras la abdicación de su real madre, ha
convertido su discurso de apertura del curso político en su país en un discurso
fúnebre. Ha celebrado las exequias del Estado del Bienestar, de cuerpo presente
ya ante su regia mirada, y ha anunciado a sus súbditos que se despidan
definitivamente de una aspiración imposible.
Inviables deberían ser los residuos
inútiles de la extemporánea aristocracia europea. Inviables en un Estado de
derecho, establecido en torno a la idea nuclear de la igualdad ante la ley,
debieran ser los privilegios hereditarios que la Historia ha demostrado como
inútiles para el bien común. Más le valiera a este inútil con corona, habitual
de las revistas del corazón, guardar silencio sobre la inviabilidad de los
derechos que ha conquistado Europa con esfuerzo y con sangre.
Porque el Estado del Bienestar
no es negociable. No es una mercancía en el tenderete de un vendedor ambulante
a la entrada de un mercado. Ese Estado que llamamos del Bienestar es el que
sustenta nuestros derechos. Y cada vez que aceptamos renunciar a alguno de esos
derechos retrocedemos muchos años en el tiempo y despreciamos el sufrimiento
que los que nos antecedieron tuvieron que soportar para lograrlo.
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