XXX, noventa y cuatro años, trabajó toda la vida desde que tuviera
uso de razón, sufrió heridas defendiendo al gobierno legítimo de la República,
perdió una guerra y pagó su derrota en campos de concentración y batallones de
castigo en los años de la posguerra hambrienta y sanguinaria para los vencidos;
pensión mínima individual inferior a quinientos euros mensuales, gran
dependiente. Presta al gobierno autonómico extremeño una cantidad cercana a los
ciento veinte euros mensuales en concepto de copagos farmacéuticos. Alguna vez
le devolverán un porcentaje de aquellas medicinas que haya obtenido mediante la
receta electrónica. Si es un medicamento recetado en papel por un médico de
urgencia, no le devolverán un sólo céntimo. En los próximos cinco años, si logra
sobrevivir, con la reforma de las pensiones que la ministra del ramo
anuncia con sonrisa inocente y
palabras mentirosas perderá el diez por ciento de su miserable
percepción.
XXX, setenta y cuatro años,
su pensión mágica y solidaria garantiza un plato de comida sobre la mesa a sus
dos hijos, parados de larga duración, y a sus cinco nietos. Algo le resta aun
para llevarle la contraria a Wert y colabora a mantener en la Universidad al
mayor de los nietos. En los próximos cinco años, si pervive, habrá perdido el
diez por ciento de su capacidad solidaria que tendrá como destino pagar a los
usureros del mundo el rescate de bancos que no tienen oficinas en su barrio.
XXX,
cincuenta y cuatro años, enferma de cáncer incurable, parada de larga duración,
agotó las percepciones por desempleo, ahora percibe la ayuda del estado para
los parados de larga duración que hayan agotado ese subsidio; aun gozará de esa
ayuda -400 euros mensuales- durante dos meses más; luego habrá agotado la
caridad pública y dejará de percibir ingreso alguno de cualquier tipo. Mientras
goce de esa ayuda estará liberada de copagos farmacéuticos, pero al día siguiente
de dejar de percibirlas, perderá también esa privilegiada situación y no podrá
pagar la morfina con la que combate los dolores que le ocasiona su enfermedad
mortal. La he oído mencionar la palabra suicidio como terapia razonable al
abandono que se cierne sobre ella.
XXX,
treinta y dos años, licenciada en una carrera técnica por una universidad
sevillana, estudios de posgrado en el extranjero, bilingüe, varios másters, con
contrato de trabajo fijo en una empresa nacional, asesora empresarial en
cuestiones de sostenibilidad, responsabilidad medioambiental y seguridad en el
trabajo; varios años de antigüedad; dieciocho mil euros anuales de salario
bruto; recientemente despedida con todos sus compañeros de plantilla por
quiebra empresarial y más recientemente receptora de una oferta de trabajo de otra
empresa de los mismos accionistas y para desarrollar las mismas funciones pero
con un salario bruto anual de catorce mil euros.
Cada una de esas XXX corresponde a un nombre propio y a una situación real. Podría
añadir cien XXX más, pero baste la
muestra ¿Dónde busca el gobierno las señales inequívocas de que estamos en la
senda de la recuperación?
De todas las corrupciones que afloran a
nuestro alrededor es esta la más insoportable y de la que menos hablamos, la
degradación del Estado que ignora la situación desesperada de los ciudadanos y
se pliega a los intereses de los más poderosos. No es éste el Estado que nos
dimos. No es este el Estado que queremos. No es este el Estado que merecemos.
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