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martes, 17 de septiembre de 2013

La corrupción más insoportable

   XXX, noventa y cuatro años, trabajó toda la vida desde que tuviera uso de razón, sufrió heridas defendiendo al gobierno legítimo de la República, perdió una guerra y pagó su derrota en campos de concentración y batallones de castigo en los años de la posguerra hambrienta y sanguinaria para los vencidos; pensión mínima individual inferior a quinientos euros mensuales, gran dependiente. Presta al gobierno autonómico extremeño una cantidad cercana a los ciento veinte euros mensuales en concepto de copagos farmacéuticos. Alguna vez le devolverán un porcentaje de aquellas medicinas que haya obtenido mediante la receta electrónica. Si es un medicamento recetado en papel por un médico de urgencia, no le devolverán un sólo céntimo. En los próximos cinco años, si logra sobrevivir, con la reforma de las pensiones que la ministra del  ramo anuncia con sonrisa inocente y palabras mentirosas perderá el diez por ciento de su miserable percepción. 
            XXX, setenta y cuatro años, su pensión mágica y solidaria garantiza un plato de comida sobre la mesa a sus dos hijos, parados de larga duración, y a sus cinco nietos. Algo le resta aun para llevarle la contraria a Wert y colabora a mantener en la Universidad al mayor de los nietos. En los próximos cinco años, si pervive, habrá perdido el diez por ciento de su capacidad solidaria que tendrá como destino pagar a los usureros del mundo el rescate de bancos que no tienen oficinas en su barrio.
            XXX, cincuenta y cuatro años, enferma de cáncer incurable, parada de larga duración, agotó las percepciones por desempleo, ahora percibe la ayuda del estado para los parados de larga duración que hayan agotado ese subsidio; aun gozará de esa ayuda -400 euros mensuales- durante dos meses más; luego habrá agotado la caridad pública y dejará de percibir ingreso alguno de cualquier tipo. Mientras goce de esa ayuda estará liberada de copagos farmacéuticos, pero al día siguiente de dejar de percibirlas, perderá también esa privilegiada situación y no podrá pagar la morfina con la que combate los dolores que le ocasiona su enfermedad mortal. La he oído mencionar la palabra suicidio como terapia razonable al abandono que se cierne sobre ella.
            XXX, treinta y dos años, licenciada en una carrera técnica por una universidad sevillana, estudios de posgrado en el extranjero, bilingüe, varios másters, con contrato de trabajo fijo en una empresa nacional, asesora empresarial en cuestiones de sostenibilidad, responsabilidad medioambiental y seguridad en el trabajo; varios años de antigüedad; dieciocho mil euros anuales de salario bruto; recientemente despedida con todos sus compañeros de plantilla por quiebra empresarial y más recientemente receptora de una oferta de trabajo de otra empresa de los mismos accionistas y para desarrollar las mismas funciones pero con un salario bruto anual de catorce mil euros.
            Cada una de esas XXX corresponde a un nombre propio y a una situación real. Podría añadir cien XXX más, pero baste la muestra ¿Dónde busca el gobierno las señales inequívocas de que estamos en la senda de la recuperación? 
            De todas las corrupciones que afloran a nuestro alrededor es esta la más insoportable y de la que menos hablamos, la degradación del Estado que ignora la situación desesperada de los ciudadanos y se pliega a los intereses de los más poderosos. No es éste el Estado que nos dimos. No es este el Estado que queremos. No es este el Estado que merecemos.

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