Somos muy proclives a
enjuiciar continuamente a nuestros responsables políticos. Es nuestro derecho.
Yo lo ejerzo continuamente. Y sería terrible no tener la necesidad y la ocasión
de hacerlo. Pero tendemos a olvidar que ellos son nuestra proyección. A algunos
de ellos les otorgamos la ocasión de comportarse, o seguir comportándose, como
delincuentes con nuestro voto. Gente, no ya sospechosa sino involucrada en
manifiestos comportamientos delictivos e inmorales, ha renovado mayorías
absolutas. Y algunos, además del voto, han conseguido la aclamación de la masa
enfervorizada. ¡Incomprensible!
Pero hoy yo no tenía intenciones de hablar
de esos políticos que sufrimos; algunos, corruptos; la mayoría, incompetentes,
grises, serviles, sometidos a la autoridad de las cúpulas directivas que
prefieren paniaguados obedientes a gente con criterio e independencia moral.
Yo añadiría que son también, inmorales porque no asumen su función
verdadera, ser la voz de la gente. Para eso los votamos.
No quiero hablar de ellos hoy, porque el
comportamiento político es sólo un componente más de lo que puede ayudar a
diagnosticar la salud de una sociedad. Y la nuestra da síntomas de estar
bastante enferma.
Hoy quiero hablar de un tipo popular,
probablemente el mejor en su oficio, que es marcar goles en las porterías de
los equipos que se enfrentan al suyo en un campo de fútbol.
Hablo de Lionel Messi, ¡claro! Ayer fue
portada de infinidad de periódicos porque acudió a declarar a los juzgados de
Gavá, por evasión de impuestos. No se puede hablar de presunción. Un
incumplimiento de sus obligaciones fiscales, reiterado durante varios años, y
que se sustancia en una cantidad superior a los cuatro millones de euros. El
clan Messi ya lo ha reconocido. ¡Un delincuente fiscal en toda regla! Como
infinidad de compatriotas nuestros, esos que uniendo sus esfuerzos criminales
nos roban cada año, -al Estado y por consiguiente a cada uno de nosotros,-
cantidades suficientes para afrontar las consecuencias de la crisis sin
demasiadas apreturas.
No es solo culpa de ellos.
Comparten la responsabilidad en este expolio con el Estado, en general,
permisivo con estas prácticas y aherrojado por una regulación fiscal
incompetente a todas luces, mechada por disposiciones legales que permiten infinidad
de vías de escape para los expertos en ingeniería fiscal.
En el caso del famoso
futbolista no se trata de ingeniería fiscal, sino de fraude lisa y llanamente.
Y ha trascendido más porque se trata de un individuo sumamente popular gracias
a sus goles y a sus logros deportivos.
La noticia, para mí, no es
este comportamiento tan común por otra parte en quienes obtienen más ingresos.
La noticia que me enardece es que el evasor no estuvo solo en ese trance de
acudir ante un juez. Lo acompañó una multitud que lo aclamaba y aun lo proponía
para destinos más nobles con lemas como "¡Messi, presidente!"
Sí; es imprescindible y urgente un rearme moral. Una
sociedad que aclama a los bandidos, los encumbra, y los elige para hacerlos
depositarios de su admiración o de su soberanía es una sociedad enfermiza,
amenazada de derrumbe; una sociedad irresponsable que ha renunciado al
ineludible proyecto colectivo de esforzarse por un mundo más justo, más
habitable, más humano.
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