Las previsiones se
cumplieron, incluso bastante por encima de lo que vaticinaban las encuestas.
Ganó Merkel y cualquier otro resultado habría sido inexplicable. Estas
elecciones no tuvieron ni una pizca de pimienta. Previsibles, aburridas,
determinadas de antemano por la inercia y por la mentalidad que se adueñó de la
sociedad alemana hace ya mucho tiempo. Tanto es así que no nos hacía ilusión ni
un inesperado triunfo de la Socialdemocracia alemana. Nada de los que sucede
actualmente en Europa, y me refiero a las consecuencias negativas del
predominio alemán, habría cambiado en modo alguno. Quien manda, manda. Y en
Alemania manda el capitalismo inversor y oportunista.
Así que sólo cabe felicitar a quien ganó
y afrontar las consecuencias. No serán buenas.
Ya se ha dicho casi todo sobre esta
contundente mayoría. Pero os dejaré mi reflexión, por si os resulta útil.
La
mayoría de Merkel puede tener razones muy diversas, como corresponde a una
sociedad plural, pero, en mi opinión, tiene como pilares una verdad no
confesada y una mentira largamente cocinada ante la opinión pública alemana, la
que acaba otorgando mayorías con sus convencimientos, estén o no justificados.
La verdad no confesada es la que no
necesita confesión, porque ya la conocen los interesados. Las exigencias del
ariete del capitalismo alemán, su prohibición terminante a la emisión de deuda
europea, sus duras condiciones a los países más endeudados y afectados por la
crisis, garantizan altos beneficios a los inversores alemanes, sobrados de
recursos. Esa verdad oculta y compartida es la base de su complicidad. No hace
falta airearla. Esa verdad no confesada da votos, pero no tantos como la
mentira cocinada a fuego lento.
La mentira que le otorgó la mayoría se
refiere a nosotros, los mendigos manirrotos del sur, los que se pasan la vida
de jarana, los que gozan de largas vacaciones, los que dilapidan en las
tabernas las subvenciones del norte laborioso. El sur, ese parásito haragán que
vive del esfuerzo de los otros.
Sobre esa leyenda negra ha
cimentado la canciller su mayoría histórica. Ha cultivado cuidadosamente la
imagen de esa mujer que cuida de su pueblo y defiende sus ahorros de la avidez
del sur. Buena parte de ese pueblo que le otorgó la mayoría el pasado domingo
cree que financia nuestras vidas inútiles y gravosas con sus ahorros, los que
lograron con grandes sacrificios en el país que parió los "mini
jobs".
No tenemos mejor sistema que la
democracia. Pero han encontrado la manera de corromperla definitivamente. La culpa
es nuestra que no hemos sabido defender la cultura. En el mundo global que hoy
habitamos, la libertad sin cultura no es posible. Pero nos han arrebatado
la cultura y la libertad que creemos ejercer es sólo una ilusión. Mientras, el
pueblo soberano legitima al enemigo, porque teme pensar, teme el compromiso de
hacerse con las riendas de su vida, teme pararse y mirar con ojos
responsables el mundo inhabitable para la mayoría de las personas que nos van
fabricando seres inmorales cuyo único credo a la riqueza acumulada, sin
importar los medios.
Lo peor del caso es que daría
igual que hubiera ganado cualquier otra opción. El capital guarda las llaves
del futuro, de su futuro, porque el nuestro se va quedando cada día sin
fundamentos.
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