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martes, 24 de septiembre de 2013

Alemania ha elegido

      Las previsiones se cumplieron, incluso bastante por encima de lo que vaticinaban las encuestas. Ganó Merkel y cualquier otro resultado habría sido inexplicable. Estas elecciones no tuvieron ni una pizca de pimienta. Previsibles, aburridas, determinadas de antemano por la inercia y por la mentalidad que se adueñó de la sociedad alemana hace ya mucho tiempo. Tanto es así que no nos hacía ilusión ni un inesperado triunfo de la Socialdemocracia alemana. Nada de los que sucede actualmente en Europa, y me refiero a las consecuencias negativas del predominio alemán, habría cambiado en modo alguno. Quien manda, manda. Y en Alemania manda el capitalismo inversor y oportunista.
            Así que sólo cabe felicitar a quien ganó y afrontar las consecuencias. No serán buenas.
            Ya se  ha dicho casi todo sobre esta contundente mayoría. Pero os dejaré mi reflexión, por si os resulta útil.
      La mayoría de Merkel puede tener razones muy diversas, como corresponde a una sociedad plural, pero, en mi opinión, tiene como pilares una verdad no confesada y una mentira largamente cocinada ante la opinión pública alemana, la que acaba otorgando mayorías con sus convencimientos, estén o no justificados.
            La verdad no confesada es la que no necesita confesión, porque ya la conocen los interesados. Las exigencias del ariete del capitalismo alemán, su prohibición terminante a la emisión de deuda europea, sus duras condiciones a los países más endeudados y afectados por la crisis, garantizan altos beneficios a los inversores alemanes, sobrados de recursos. Esa verdad oculta y compartida es la base de su complicidad. No hace falta airearla. Esa verdad no confesada da votos, pero no tantos como la mentira cocinada a fuego lento.
            La mentira que le otorgó la mayoría se refiere a nosotros, los mendigos manirrotos del sur, los que se pasan la vida de jarana, los que gozan de largas vacaciones, los que dilapidan en las tabernas las subvenciones del norte laborioso. El sur, ese parásito haragán que vive del esfuerzo de los otros.
            Sobre esa leyenda negra ha cimentado la canciller su mayoría histórica. Ha cultivado cuidadosamente la imagen de esa mujer que cuida de su pueblo y defiende sus ahorros de la avidez del sur. Buena parte de ese pueblo que le otorgó la mayoría el pasado domingo cree que financia nuestras vidas inútiles y gravosas con sus ahorros, los que lograron con grandes sacrificios en el país que parió los "mini jobs".
            No tenemos mejor sistema que la democracia. Pero han encontrado la manera de corromperla definitivamente. La culpa es nuestra que no hemos sabido defender la cultura. En el mundo global que hoy habitamos, la libertad sin cultura no es posible. Pero nos  han arrebatado la cultura y la libertad que creemos ejercer es sólo una ilusión. Mientras, el pueblo soberano legitima al enemigo, porque teme pensar, teme el compromiso de hacerse con las riendas de su vida, teme  pararse y  mirar con ojos responsables el mundo inhabitable para la mayoría de las personas que nos van fabricando seres inmorales cuyo único credo a la riqueza acumulada, sin importar los medios.
             Lo peor del caso es que daría igual que hubiera ganado cualquier otra opción. El capital guarda las llaves del futuro, de su futuro, porque el nuestro se va quedando cada día sin fundamentos.

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