Ha sido noticia este fin
de semana que Estados Unidos ha cerrado prácticamente la totalidad de sus
embajadas en Oriente Medio. Otros países, como Reino Unido y Alemania,
siguiendo la estela del gran hermano americano en toda la extensión de la
palabra, y compartiendo la misma conciencia de culpa por el uso de tecnologías
modernas para espiar a sus conciudadanos y al resto del mundo, también han
cerrado las suyas. La causa que se aduce es el alto riesgo de atentados en las
embajadas por parte de Al Qaeda.
¿Cómo lo supieron? No han tenido empacho
alguno en contarlo con todo lujo de detalles. Fue gracias al programa de
espionaje mundial que maneja la NSA y que todos conocemos por las filtraciones
del analista arrepentido de la citada agencia, ahora protegido de Putin, un
defensor a ultranza de las libertades como es bien sabido; las libertades de
las mafias económicas, por supuesto.
¿Cuánto debe la política al cine? Difícil
resulta precisarlo. El cine sí debe mucho a la política. Hay magníficas
películas que denuncian intrigas políticas que yo tengo entre las grandes
referencias del cine americano. No está entre ellas, desde luego, la película a
la que me referiré a continuación.
Como recordaréis, sin duda, la
triunfadora de este año en esa gran ceremonia publicitaria que es la entrega de
los Óscar con los que la Academia Cinematográfíca Estadounidense potencia sus
productos a los ojos de los consumidores mundiales, fue "Argo",
ganadora del óscar a la mejor película, entregado simbólicamente por Michelle
Obama desde la Casa Blanca, el de mejor guión adaptado, y el de mejor montaje
cinematográfico.
Si no la habéis visto ,-no os perdéis
gran cosa desde mi punto de vista-, yo os recuerdo brevemente el guión. Es un
hecho histórico.
Un agente de la CIA idea una estratagema
para rescatar de Irán a seis diplomáticos, -espías en realidad-,
estadounidenses, ocultos en la embajada de Canadá. Los acontecimientos
comienzan en otoño de 1979, periodo en que el Sha Reza Palhevi, gravemente
enfermo, es depuesto y su lugar es ocupado por el ayatolá Jomeini, que alienta
a la población iraní a actuar contra el enemigo universal, los Estados Unidos.
La estratagema en cuestión consiste en
organizar el grupo de rescate, arriesgado desde luego, bajo la apariencia de
una productora de cine que se dispone a realizar una película en Irán. Tras
muchos avatares, la empresa llegó a buen fin y los espías-diplomáticos
volvieron a casa sanos y salvos.
La CIA contó con la imprescindible
colaboración de la industria de Hollywood que participó en el montaje de la
farsa.
No resulta aventurado establecer la
confluencia de intereses en ese premio a la mejor película de 2013.
De una parte la CIA restaña el daño a su
imagen que muchas filtraciones le ocasionan en cuanto a sus actuaciones al
margen de la ley. Su concurso, su desenvoltura, su capacidad para acumular
información y asumir riesgos salvan vidas americanas en cualquier lugar del
mundo. "¡La CIA os cuida, americanos!" proclama a gritos el guión.
"Y sólo son gente como vosotros que asume riesgos inasumibles para
cualquier persona normal. Por una buena causa, patriotismo del bueno". Son
mensajes que funcionan en sociedades como la americana.
De otra parte, el cine americano,
encarnado por Hollywood, se premia a sí mismo como algo más que una industria
poderosa. Esa industria, envuelta en la bandera de las barras y estrellas, se
olvida de los beneficios y colabora en la salvación de un grupo de patriotas
que se jugaban la vida en las trincheras enemigas. Ese eficaz patriotismo de
Hollywood tiene mil manifestaciones en su segunda gran epopeya, -la primera fue
la conquista del Oeste-, la Segunda Guerra Mundial y la infinita secuela de la
Guerra Fría. Nadie ha hecho más por la imagen del gran amigo americano que
Hollywood.
Y, por último, el propio presidente
americano obtiene también su parte de beneficio. Esa lectura se desprende del
hecho, más que simbólico, de que fuera la primera dama desde la Casa Blanca la
que desvelara la película ganadora. Ahora Irán es uno de los enemigos
predilectos de los Estados Unidos por la política nuclear de sus gobiernos en
los últimos años y por la amenaza implícita para Israel, el gran aliado
americano en Oriente Medio. Remover el sentimiento hostil de la opinión
pública estadounidense contra el Irán de hoy, rememorando aquellos acontecimientos
de principios de los años ochenta del siglo pasado podría ser oportuno, si las
circunstancias exigían una intervención militar "preventiva" contra
los centros estratégicos iraníes de enriquecimiento de uranio. Israel lo
exigía, de hecho.
"Argo" era un producto
redondo. Yo aposté mucho antes de la ceremonia a que se alzaría con el óscar a
la mejor película, aunque cinematográficamente me resultó un producto mediocre,
que no dejará memoria entre los cinéfilos. Un óscar políticamente conveniente
en toda regla.
Todos los males que nos acosan son
producto de intereses egoístas y desmesurados de una minoría que maneja cuotas
inmensas de poder. De poder político, económico y mediático. Y un instrumento
de dominio tremendamente eficaz es la manipulación informativa; la
desinformación, de hecho.
Desconozco si la amenaza de atentados
contra las embajadas americanas en Oriente Medio es hoy más real que hace un
mes. Supongo que son siempre lugares inseguros por naturaleza en esa parte del
mundo. Pero sospecho que esa noticia es intencionada y oportuna. Otras veces
situaciones parecidas, que son muy frecuentes, no trascienden a la opinión
pública. En esta ocasión se dieron cuartos al pregonero y a todas la agencias
mundiales de información. Tanto interés en compartir la información de sus
espías con el resto del mundo resulta sospechoso. La intervención posterior de
políticos estadounidenses, independientemente del partido al que pertenezcan,
en los medos de comunicación defendiendo la NSA y los programas de espionaje
que emplea, hace rebosar el vaso de mi malicia. El mensaje que unos y otros
repiten es simple. Hay que estar agradecidos a la NSA y a su trabajo. ¿Qué
puede importarte que el Estado lea en tu SMS a tu amante la hora y el lugar
donde daréis rienda suelta a vuestras pasiones inconfesables, si el Estado
nunca hará uso de esa información? A cambio, la NSA salva vidas, se anticipa al
enemigo oculto, nos garantiza la seguridad y la vida de los americanos.
¿Cuánto le debe la política al cine?
Pues, resulta difícil precisarlo. Pero este acontecimiento me recuerda
inexplicablemente a "Argo".
Hay un guión preestablecido, una puesta
en escena cuidadosa y un objetivo no confesado, justificar la existencia de las
agencias estatales y sus procedimientos, porque está en juego la seguridad, el
bien supremo. Ahora no se trata de burlar el celo del integrismo iraní; se
trata de poner en duda la justa indignación del mundo entero cuya intimidad
anda rodando en los archivos de muchas agencias estatales de países que se
proclaman democráticos.
¿Política ficción...? ¡Sin duda!
La mayor parte de la política que tiene lugar ante nuestros ojos es pura farsa.
Pura farsa los discursos, los compromisos públicos, las promesas electorales,
los juramentos que obligan a defender la Constitución y las comparecencias de
Rajoy.
La política verdadera que rige nuestras
vidas resulta inconfesable. Es producto de pactos oscuros e inmorales entre los
que detentan los diversos poderes, cargas para nuestras vidas más que soberanía
delegada para establecer una convivencia razonable y justa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario