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miércoles, 1 de octubre de 2014

Sísifo

      Quizás ningún mito griego nos representa tan fielmente como el mito de Sísifo; ya sabéis, aquel griego que fue castigado a subir eternamente una roca bien pesada a una colina; roca que una vez en la cima rodaba cuesta abajo hasta la base del promontorio para que Sísifo volviera de nuevo a su inútil esfuerzo. Aun debe andar en ello si hemos de creer la historia de su vida y su castigo.
            Entre las múltiples interpretaciones de este mito, hay una que le encaja de forma extraordinaria. Dicen que representa el esfuerzo inútil de la humanidad por alcanzar la sabiduría.
            Y si alguien piensa en el desarrollo tecnológico envidiable que hemos alcanzado como una prueba de sabiduría, seguramente se equivoca.
            Yo creo que el mito de Sísifo cuadra con nuestra propia naturaleza. Llevamos muchos siglos entregados al intento de completar una acción civilizadora sobre nosotros mismos. Siglos de pensamiento moral, de teoría política, de estudios sociológicos, incluso de influencia religiosa sobre el comportamiento humano. Llevamos siglos de análisis de nuestros errores históricos y de las consecuencias que nos trajeron, pero seguimos siendo una sociedad hipócrita, inmoral, insolidaria y políticamente insatisfecha con cada uno de nuestros intentos; no puede ser de otra manera, porque comprobamos una y otra vez que el uso del poder por parte de quien lo ejerce, incluso en los sistemas democráticos, acaba derivando hacia el abuso en la búsqueda de su propio beneficio o del beneficio exclusivo de sus allegados.
            Y el desarrollo tecnológico nos ha hecho más eficaces en muchísimos aspectos, pero no nos ha hecho más civilizados. Seguimos siendo una sociedad inmersa en la conciencia egocéntrica de los pequeños grupos humanos que luchaban por los recursos  escasos y por su supervivencia en los albores de la especie. Solo han cambiado los discursos, la capacidad de esgrimir justificaciones para actos incivilizados e inmorales.
            Afortunadamente de la caja de Pandora no escaparon todos los bienes. A esta especie le quedó intacta la esperanza.  Casi siempre encontramos razones para volver a empezar. Porque lastrados por esa conciencia egocéntrica, y sin haber desarrollado de forma eficaz una conciencia social que nos redima de ese lastre, nos toca ahora, de forma muy urgente, desarrollar una conciencia planetaria.
            El presente turbulento se esmera en ofrecernos cada día desafíos cruciales.
            Pero ninguno lo es tanto como la defensa del Medio Ambiente. Y es crucial porque la opinión general de la humanidad, aquejada de muchos males en su vida diaria, no parece alarmada en exceso por esta cuestión tan trascendente.  Dado que la tierra se toma su tiempo para hacernos llegar sus quejas, consideramos el asunto del cambio climático como un tema secundario en nuestras vidas, una preocupación de ecologistas radicales, gente anti sitema y científicos alarmistas. Ayudan a ello las cifras millonarias que las compañías petroleras destinan cada año a confundirnos con campañas de intoxicación. Saben de sobra que una toma de conciencia universal sobre la gravedad del problema daría al traste con sus intereses. Nada cambia en nuestro mundo si no hay una toma de conciencia multitudinaria y alarmada.
            El 23 de septiembre  la ONU ha propiciado una cumbre mundial sobre el clima; en esa cumbre se ha establecido el 2015 como año crucial para asumir obligaciones de las que dependen en buena medida  la conservación de los diferentes ecosistemas de la tierra. De ellos pende la vida como de un hilo delgado.
            Así que, como Sísifo, hemos de subir esa pesada roca a la colina. Y hemos de procurar que en esta ocasión se quede allí. Abriremos la caja de Pandora, empuñaremos la esperanza, y nos pondremos manos a la obra.
            Pero todo depende de una imprescindible,- y alarmada-, toma de conciencia colectiva. Porque quizás no nos queden ya muchos intentos. A mediados de este siglo por el que estamos transitando, si no hay cambios drásticos en el comportamiento humano, la temperatura media de la tierra habrá subido dos grados por encima del calentamiento progresivo que hemos producido en los últimos dos siglos. Eso será ya un desastre planetario, que habremos dejado como herencia a nuestros hijos y a nuestros nietos. Les habremos arrebatado, por poner solo ejemplos simples, un tercio de las tierras cultivables que se habrán transformado en desiertos y habremos reducido la cantidad de agua potable disponible a la mitad de la  que hoy tenemos.
            Pero la lista de desgracias resulta interminable.
            Hay que negar a Sísifo y alcanzar de golpe esa sabiduría que andamos mendigando, porque me temo que en esta ocasión resulta imprescindible para un asunto delicado, la supervivencia de la especie y de casi el resto de las formas de vida  que comparten con nosotros el planeta. También les pertenece.
            Mientras tanto, en la Europa impotente, contradictoria, que se niega a si misma, un individuo que acaba de vender antes de ayer sus acciones de compañías petroleras por valor de medio millón de euros, aspira a ser nombrado Comisario de Medio Ambiente. Miguel Arias Cañete, cuyas empresas- hasta ayer- casi opacas al fisco no tienen inconveniente en contaminar el estrecho proporcionando fuel a los barcos de paso en plataformas flotantes, está bajo sospecha. Darle ese poder en la Unión Europea es meter al oso en el colmenar o al zorro en el gallinero. Espero que la Europa cínica que dice gobernarnos se ahorre esa vergonzosa decisión.


3 comentarios:

  1. Aunque coincido con tu juicio, voy más allá: Yerras al pensar que la "sabiduría" o el "conocimiento" son algo bueno. Deberías repasar los mitos anitugos.Tanto Atenea como Eva como Sofía-Psyché como todas ellas, siempre el mismo personaje,eran una perras mentirosas. La situación original de cualquier cosa es: visible. El acto fundador del supuesto conocimiento es, simplemente, la ocultación, engaño o encubrimiento, acto primero de todo mago. Y entonces llaman conocimiento al acto de descubrir el truco del mago, quitar la más cara ocultadora y el disfraz. Nada bueno, salvo espejo sobre espejo, bosque de nombres de nombres, hay en el llamado co-nocimiento o sabiduría. Nada hay en el sistema del teatro o cultura (Mito-religo-ciencio-mando) salvo la misma eterna función circular con ridículas variaciones para distraer.

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  2. No creo errar cuando considero el conocimiento y la sabiduría una aspiración permanente de la humanidad. También un instrumento imprescindible para mejorar la condición humana en el plano individual y en la organización social. Y tanto es así que cualquier forma de poder organizado a lo largo de nuestra historia, hasta el mismo día de hoy, ha pretendido acapararlo o alejarrlo de nuestro alcance mediante la manipulación o la mentira.

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  3. Y tampoco puedo compartir contigo que la ocultación de la verdad, la manipulación y la mentira en el Mito vaya siempre de la mano de figuras femeninas. La Misoginia solo es la manifestación simple del complejo del varón . Hace ya tiempo que sabemos eso. Hace ya tiempo que lo tenemos superado gracias al conocimiento y la sabiduría. Y así nos va mejor.

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