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martes, 23 de diciembre de 2014

Vanguardia

              Se acabó la crisis.
       Palabra de Rajoy. Cualquier día publicará un Real Decreto con la firma del rey atestiguándolo. Parece el discurso desesperado de quien ve que se acerca su desahucio.
           Las encuestas han tocado a rebato y la campaña electoral ha comenzado ya, con mucho margen temporal para que este hombre gris, pero atrevido cuando se trata de manipular la realidad, atropelle la razón e insulte a los millones de ciudadanos que sufren en sus carnes, y sufrirán durante mucho tiempo por desgracia, las consecuencias de la crisis y de las medidas envenenadas con las que Europa se obcecó en atajarla.
             Si empieza con afirmaciones tan atrevidas, en los meses venideros todo el gobierno tendrá que entrenar  a conciencia las habilidades de los tahúres callejeros para ocultar la persistente realidad empeñada en desmentir ese discurso.
        Práctica tienen, desde luego. Rajoy y su gobierno no han hecho otra cosa que  emponzoñar la vida política con mentiras desde la anterior campaña electoral.
             Y no estará solo ese hombre gris que ha socavado nuestra inestable democracia con la saña servil de los esbirros sin conciencia, empeñados en demostrar a quien les manda que andan sobrados  de eficacia.
              No estará solo. Vendrá Juncker, el pirata luxemburgués que ofrece refugio en su país a los grandes defraudadores internacionales por un módico precio, a darle golpecitos en la espalda mientras afirma que España es el modelo, pero que hay que profundizar en las reformas. Seguramente nos dirá que prefiere ver en las instituciones europeas rostros amigos, y que sería un desastre para el país y para Europa un resultado equivocado en las elecciones.
            Llegarán los embajadores de la señora Merkel a decirnos que un resultado equivocado en las elecciones provocaría desazón en los Mercados. Que un triunfo de las opciones populistas pondría en riesgo todas las conquistas que hemos ido logrando con dolor, el dolor que han de sufrir los pueblos pecadores que vivieron por encima de sus posibilidades. Y que el triunfo de la opción equivocada pondrá en riesgo el ahorro de las familias europeas.
            No estará solo este hombre gris, huidizo, porque tendrá de su parte las cuarenta y cinco medidas que aprobó en el Parlamento su mayoría absoluta para que su Ministro del Interior crucifique sin intervención judicial a quien se atreva a llamarle, pongamos por caso, cínico, trilero, vendedor de humo, o comandante en jefe de una banda de salteadores del erario público, salvo que las complicidades del caso "Gürtel", o de la operación "Púnica", las contabilidades dobles y el pago en B de las reformas de su sede hayan generado un beneficio público que nuestra simpleza no alcanza a descubrir.
            No estará solo cuando afirme de nuevo que España, el enfermo de Europa que recibió de Zapatero, se ha convertido por su buen gobierno en la vanguardia de la recuperación.
            Reconozcamos que esa última frase encierra una parte de verdad, porque vanguardia somos.
            Somos vanguardia de la desigualdad entre los países desarrollados, de los desahucios, de los recortes en derechos laborales, de la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores, del número de desempleados, del número de desempleados que no recibe ninguna prestación del Estado, del número de personas en riesgo de exclusión, del número de niños que pasa hambre, del número de personas que emigra en busca de un futuro razonable.
            Somos la vanguardia del empobrecimiento de los servicios públicos fundamentales.
            Somos vanguardia de la economía sumergida y  del fraude fiscal.  
            Vanguardia de casi todo aquello que convierte al Estado en una pantomima de sí mismo.
            En la Europa viejuna, lastrada de nuevo por la querencia nacionalista,  cercada por sus miedos ancestrales y sus viejos demonios, España es la vanguardia de la corrupción institucional, vanguardia de la colonización de los medios públicos de comunicación por parte del partido en el poder, vanguardia del control del poder judicial por parte del gobierno, vanguardia  del deterioro del sistema democrático.
            Y algo tendrá que ver en ello este hombre gris, casi invisible en ocasiones, y lleno de nobles intenciones que nos trae tan buenas nuevas en este tiempo propicio para los sentimientos generosos. Dios y la ciudadanía deberían pagarle los desvelos con un merecido descanso, lejos de la pesada obligación de desvelar la realidad luminosa a los empedernidos pesimistas que se han adueñado del país.


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