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viernes, 26 de diciembre de 2014

Los Santos Inocentes se adelantan este año

          Cosas del calendario. Hoy es el último viernes del año y el calendario obliga a celebrar hoy el último consejo de ministros.
           Tal circunstancia ha evitado a Rajoy y a sus secuaces hacer efectiva la mejor broma del año en el día que mejor les cuadra a esas divertidas ocurrencias que nunca he comprendido.
    Hoy la palabra mágica es subida; dos subidas especialmente sensibles en la conciencia social. 
       El gobierno decreta la subida del salario mínimo que, siguiendo los derroteros de la reforma laboral que perpetraron, afecta ya solo a una insignificante minoría de trabajadores, porque la inmensa mayoría se sentiría feliz si alcanzara a conseguirlo. Bien, por ellos. 
        Y decreta también la subida de las pensiones. Mejor aún. Las cosas mejoran de forma evidente.
         Ya he escuchado cien veces  hoy la feliz afirmación. Revalorización de las pensiones, revalorización del salario mínimo. En cualquier telediario lo repiten sin descanso y solo falta de fondo el "Adeste fideles", para que el efecto tranquilizador inunde nuestras casas, de por sí predispuestas por la contaminación ambiental de la generosidad navideña. Mañana será  titular de prensa en cualquier medio. En su discurso de valoración del año político, Rajoy esgrimirá la medida generosa como la prueba inequívoca de que la crisis ya es historia pasada gracias a las medidas, duras pero necesarias, de este gobierno que la previsión divina ha puesto a nuestro servicio. Un impagable favor.
            Yo tengo otra opinión. Seguramente me han envenenado la conciencia con pócimas populistas en mi larga vida de reflexión política. Malas lecturas, supongo. O no haber elegido bien mis compañías.
            A pesar de mi evidente falta de objetividad, no me cabe duda de que Rajoy es un hombre de buenas intenciones. Ya que no está en su mano arreglarnos la vida, que nos proporcione un buen rato de sana diversión con su ocurrencia resulta digno de agradecimiento.
            Riamos, pues.
          Porque se trata de una broma. De gusto dudoso, pero broma. 
         Los salarios mínimos subirán diez céntimos diarios.
       Y la pensión de mi viejo padre, la que tengo a mano para calcular la incidencia de la generosidad del gobierno en su depauperado bolsillo de gran dependiente, subirá cinco céntimos diarios. Puede que la bajada del petróleo y la deflación europea le mejore la vida, pero él parece no entender  tan complicados razonamientos.
            Son estas bromas lo que la sociedad necesita para reconciliarse con la clase política. Nada mejor que el sano humor para recuperar la confianza. Y no se os ocurra que se trata de una burda maniobra, encuadrada en la campaña electoral que se ha adelantado de forma calculada. Rajoy y sus asesores son gente seria, personas inteligentes y sensatas que nunca despreciarían la inteligencia de la ciudadanía.
         Seamos serios. Nunca usarían esos trucos de trileros políticos en busca del voto iluso de quien no pierde el tiempo en indagar qué se esconde tras los titulares machaconamente repetidos por los medios vicarios o cautivos. 

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