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domingo, 23 de marzo de 2014

Y la dignidad se echó a la calle

               Ayer no era un día para permanecer impasible. Ni siquiera para intentar ser objetivo. Buscar la objetividad cuando el enemigo manipula cualquier información que sale de su boca, sería un exceso de nobleza. Y lo llamo enemigo, porque es mi enemigo quien quiere apoderarse de mi soberanía y de mi conciencia.
            Ayer era el día de asumir un oficio que no me corresponde, divulgar en la red lo que llegaba de otros informadores anónimos, y probablemente condicionados por su propia experiencia próxima, por su visión particular, por su vivencia en directo de los acontecimientos que debían ser la noticia del día. Con ello asumía mi compromiso de la última entrada de este blog. Es evidente que los medios generales de este país sirven a su dueño y señor; y es evidente que en una verdadera democracia resulta imprescindible la prensa independiente, la que publica, no ya la verdad, sino, al menos, su verdad y no la que el poder al servicio de los intereses económicos de una minoría le dicta.
            Hoy ya es el día de la reflexión, de aplicar nuestro instrumento más potente para sacar conclusiones que nos enseñen. Sin ese proceso en que el ser humano está inmerso de forma permanente, aún viviríamos en cavernas y seguiríamos sobreviviendo como recolectores y cazadores errantes.
            Comparto con vosotros mis reflexiones por si os resultaran de alguna utilidad. Las simplificaré cuanto pueda para no cansaros.
            ¿Por qué estas marchas de la dignidad me han resultado estimulantes?
            Antes de responder esa pregunta, hagamos una pequeña obra de cimentación si el asunto os resulta tolerable. La sociología más acertada que se escribe hoy en el continente europeo define a la sociedad europea en general por las carencias de sus individuos: depresivos frente a la adversidad, competitivos narcisistas, y por tanto condenados al individualismo,  perseguidores del éxito a toda costa, incluso a costa de convertirse en explotadores de sí mismos; también, manipulables. Y el valor humano se concibe solo como fuerza de producción y de consumo en el sistema operativo en el que el capitalismo nos tiene sumergidos.
            Todo ello, y otros aspectos que merecerían más espacio, nos convierte en una sociedad abocada al fracaso, tanto el plano individual como en el colectivo. Y ese fracaso que nos debilita y nos desanima es aprovechado al límite por los dueños del mundo. El capitalismo organizado, BCE, FMI o su cara oculta, que manipula los mercados a su antojo, nos da créditos para seguir engrasando su maquinaria inicua y destructiva  y destruye nuestra organización política  y social. A cambio de seguir respirando ellos exigen desregularización de las relaciones laborales, recortes de los servicios públicos, precariedad laboral, competitividad extrema entre los hambrientos que mendigan un trabajo en condiciones de casi esclavitud. Y han inutilizado los instrumentos imprescindibles para la convivencia democrática, empezando por la Constitución y el Parlamento. Diseñan las leyes de Educación a la medida de sus exclusivos intereses, y pactan con algún credo religioso coercitivo que colabore en la misión de idiotizarnos definitivamente. La corrupción que ha invadido todas las instituciones públicas y que es el procedimiento habitual de la actuación empresarial es el factor multiplicador que corroe la confianza ciudadana y, por ello, la viabilidad del sistema. También la democracia como sistema está en peligro. Temen a la verdadera democracia, porque temen al hombre que decide adueñarse de su vida y acordar con los otros las reglas más adecuadas para una justa convivencia. Por tanto, la corrompen y la deprecian a los ojos de gente primitiva y visceral, gente inhumana y con la razón muy atrofiada que solo entiende la existencia como un medio de eliminar a un enemigo, casi siempre inventado. Los fascismos renacen en Europa; en algunos lugares ganarán elecciones municipales mañana mismo.
            Un ser humano que convive con esto sin rebelarse responde al perfil  de un ser humano que ha perdido de vista su propia dignidad como individuo. Así que el nombre, -marchas de la dignidad-, ya me resultaba estimulante.
            Y luego, la esperanza. Gente capaz de esa aventura para exigir un cambio en las políticas, no solo aquí, sino en Europa, aunque fueran solo unos miles, es un resquicio ante esa visión desesperanzadora que la sociología, ese espejo que nos devuelve nuestra imagen, dibuja de nosotros mismos. No todo está perdido.
            Y el silencio oficial sobre esta iniciativa, la mordaza impuesta a los medios sometidos, me pareció una confesión en toda regla, pública y a voces, por la que el poder político reconocía su miedo a los que habían inicado ese viaje. Los controles y las trabas que el gobierno diseñó para dificultar el paso a los autobuses que acudían cargados de personas dispuestas a denunciar el reparto injusto de las cargas de la crisis y a reclamar respeto a su dignidad, me confirmó que esta iniciativa tenía un peso político importante. Los diseñadores de las estrategias defensivas del gobierno lo estaban proclamando.
            Y definitivamente, intentar que la masiva y ejemplar manifestación con proclamas tan justas como justificadas perdiera protagonismo a favor de las previsibles explosiones de violencia que siempre acompañan a estos actos fue ya la demostración definitiva; tanto como el esfuerzo de sus perros que ladraron todo el día a los ciudadanos españoles que acudían a  denunciar la miseria que vuelcan sobre nuestras vidas y a reclamar respeto a nuestra dignidad. Recibieron insultos, descalificaciones y amenazas. Provenían de  esas voces conocidas, envenenadas por el odio a la libertad que añoran la bota autoritaria sobre las costillas del país.
            Y esa es la prueba de que ayer sucedió algo importante. El ladrido de un perro siempre es proporcional a su temor. Ayer sintieron miedo.
            La dignidad ayer estuvo recorriendo las calles de Madrid y de otras ciudades del país. La dignidad, convertida en precaria agencia de noticias, intentaba ocupar el espacio desierto que abandonó la prensa  sometida, dependiente, maniatada y sumisa .
            Mientras,  la indignidad, acuartelada, oculta tras los cristales opacos del temor a la libertad, maquinaba mezquindades, deslizaba insultos y se ahogaba en el humor viscoso de su miedo. 

4 comentarios:

  1. Ojalá que este artículo tan certero tenga mucha repercusión en la red, único lugar posible. Enhorabuena, Antonio.

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  2. Hay un rasgo de la sociedad actual que denuncia la sociología más certera que se escribe hoy, y es que somos demócratas contemplativos. La red es , sobre todo, narcisismo. Escasamente un uno por mil de sus usuarios ha descubierto su potencial en la creación de una conciencia ciudadana y de una sociedad más consciente, no de sus males, sino de su fuerza colectiva para solucionarlos. No hay otro camino, porque el enemigo es fuerte y está bien pertrechado. Honestamente, estoy perdiendo parte de mi fe en la red; al menos en su capacidad inmediata de cambiar cosas. Supongo que soy un impaciente. Y supongo que somos ya una sociedad cansada, desescantada y, lo peor de todo, una sociedad sin demasiadas esperanzas.

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  3. Buenos días Antonio, no me conoce usted,y yo lo acabo de encontrar.
    No pierda esa fe en la red. Mire...mi blog es humanístico, intento que se recuperen los valores humanos, una y otra vez, mis entradas van a golpear las conciencias para que seamos mejores personas, solo así se puede construir una sociedad despierta y responsable y créame es una labor ardua, no exenta de críticas porque acojo en mi casa a todas las personas sean cualesquiera que sean su ideología política o religiosa. Sin cansarme, busco la esencia del hombre y darle esperanzas en su lucha.
    Gracias
    Atentamente
    Sor.Cecilia

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  4. Gracias por sus palabras. No soy una persona derrotada; de otro modo me amurallaría en el silencio. Pero la sociedad parece adormecida frente a situaciones lamentables e injustas que afectan a muchísimas personas en cualquier parte del mundo. Tendrían arreglo si mutaran los valores dominantes; el ser humano antes que el afán de acumular riquezas innecesarias y excesivas. Así de fácil. En fin, yo también soy de lo que no distingue a las personas por creencias, ideologías, orientaciones de ningún tipo, ni color de la piel. Solo distingo las actitudes y los actos. Y lo actos injustos en mi opinión, o los que atentan contra los derechos humanos, o los que instrumentan al ser humano o lo desprecian, los recrimino se den donde se den. No logro gran cosa pero calmo mi conciencia. Saludos afectuosos.

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